Hablemos Rápido.

Kiki Morente: «Los calvos también tienen derecho a ser flamencos, ¡mujer!»

kiki Morente
El cantaor Kiki Morente. @Universal
María Villardón

Cantaor, guitarrista. No necesariamente en este orden. José Enrique Morente Carbonell (Granada, 1989), Kiki Morente de nombre artístico, ha dado a conocer este viernes El Cante (Universal), un disco bellísimo donde ha contado con sus hermanas: Soléa y estrella, y ha sido producido por Javier Limón.

El pequeño del clan Morente sonríe y ríe, ríe bastante, es tranquilo y trae agua a la mesa para los dos porque, claro, mientras bebemos podemos quitarnos las mascarillas. Es cierto, es una trampa, pero la picaresca casi siempre es el precio que hay que pagar por cierta libertad.

Rompemos el hielo hablando de la edad, aunque los flamencos, como Pastora Imperio, no tienen edad, y descubrimos que su padre, él mismo y servidora nacimos en diciembre. Igual que Sissi Emperatriz, Ava Gardner y Ricky Martin. En diciembre, por lo visto, sólo nació calidad.

Mira, te voy a ser sincera, yo he venido aquí a hablar de tu abuela Rosario (Muñoz).

(Reímos)

¡No me extraña! Mi abuela es fascinante. Es la artistaza de la familia y todos la veneramos. Anoche, por ejemplo, estuvimos con ella hablando en su casa hasta la una de la madrugada sobre historias de antes, de su infancia. Ella es una mujer que fue víctima de una guerra, una niña que queda huérfana muy pronto y que ha crecido luchando y luchando por sobrevivir. Comenzó a trabajar desde muy pequeña como una de las artistas que iba de gira con Lola Flores, conoció a mi abuelo y ha creado una familia y una historia muy bonita. Siempre le decimos: “Abuela, mira la que has liao. Te habrás quedado bien a gusto”.

Pero, la que ha liado creando una familia así de grande o así de artista. Pregunto.

Ella quería crear una gran familia, y nosotros, antes que artistas somos familia. Somos una piña, eso sí, en la que a veces unos somos los jefes de otros cuando trabajamos juntos. Por ejemplo, cuando yo iba tocando la guitarra con las giras de mi padre se convertía también en mi jefe, ¿no? Había un respeto enorme al trabajo.

¿Cómo era Enrique Morente como jefe?

Era un tío muy cercano, gracioso y divertido, a pesar de estar trabajando siempre decía que era muy importante pasarlo bien. Pero, vamos, que su trabajo era sagrado y era muy serio con todo.

Tu abuela vive en la zona del Rastro, ¿verdad?

Así es, sí, cerca del Teatro Pavón.

Cuando entras a esa casa, ¿cuál es el objeto que más te llama la atención?

Te vas a reír, pero ahora estamos todos como pendientes de una planta que tiene hace muchísimos años, en serio, muchos, y a la que le puso el nombre de Amor. Siempre nos dice: “¿No os parece muy bonito el nombre? Es que da mucho bienestar ¡El amor no puede irse!”. Y le decimos nosotros: “¡Claro, abuela, qué nombre más bonito le has puesto!”. No paramos de regarla entre todos. ¡Al final la vamos a ahogar! Mi abuela es la reina, la reina de todos. Es la que manda y, además, no se puede ser más guapa.

De camino para la entrevista, en mi cabeza no paraba de sonar María de la O de Buero Vallejo. Mi canción favorita del anterior disco. Qué estupendez.

Qué alegría que te guste, muchas gracias. Es una versión un poco diferente a la clásica, pero es preciosa y muy especial. Es diferente a las versiones copleras, fue un reto, al principio no sabía si cantarla o no, pero me animó el productor del primer disco, Juan Carmona; también mi madre y mi hermana Estrella: “Venga, hombre, que sí, cántala”. Es que esta versión es lo más difícil del mundo, pero creo que quedó un resultado bonito.

Muy bonito, sí. De todas las amistades que te ha dejado la música, que ha dejado tu padre, ¿a quién destacarías?

Es que son tantas personas, tantas historias que han pasado. Y, además, creo que me queda tanto por recorrer. Cada paso que doy hay gente que tiene algo que darte, que enseñarte. ¡Qué complicado! (Piensa). Pues ahora mismo no me viene nadie a la cabeza, es que creo que no quiero decirte a nadie en concreto, pero sí elegiría a toda la gente del arte que me ha dejado mi padre.

A mí me encanta la relación que tenéis con Pepe Habichuela, por ejemplo, al que citas en la canción Flamencos.

Sí, le llamamos tío Pepe. Le tenemos mucho respeto, es una relación muy bonita la que tenemos con él. No somos familia, pero casi. Es amigo, compañero que vivió mil cosas con mi padre y ahora tengo la suerte de trabajar con él y de seguir viajando con él, viviendo cosas fabulosas y escuchando historias de las que siempre aprendes un montón. ¡Además, tiene siempre un punto de humor!

¿Quién es el más divertido de todo este grupo casi familiar que tenéis?

Bueno, en este caso, el tío Pepe Habichuela tiene mucha, mucha, mucha gracia. ¡Mucha! Y de la casa, pues yo creo que mi tío Antonio Carbonell.

¿El hermano de tu madre?

Sí, el tío es súper cachondo.

Te estoy mirando y vuestro padre, además del legado musical y artístico, también os ha dejado pelazo. ¿Acaso un flamenco calvo pega? No sé, yo creo que no… Tus hermanas, pelazo; tú, pelazo; Camarón, pelazo.

(Reímos)

Nunca lo había pensado.

Bueno, es normal. Estas cosas no se piensan así de repente.

Pues mira, sí, sí que lo he pensado alguna vez.

¡No!

Sí, sí. Pero, ¿y qué hacemos? ¿Si no tienes pelazo no puedes ser flamenco? ¡Tampoco puede ser eso, mujer! Los calvos también tienen derecho a ser flamencos.

Haz un repaso mental, no hay flamencos calvos.

Hay pocos.

(Reímos)

Cantas, también tocas la guitarra. Sin embargo, en alguna ocasión has lamentado ser poco constante con ella. ¿Cantas mejor que tocas?

No, no lo considero. Soy un gran amante de la guitarra, me considero guitarrista desde pequeño y me gusta muchísimo tocarla. Va conmigo siempre que se puede. Para mí el cante y la guitarra van de la mano siempre, a veces te inspiras más con el cante, a veces más con la guitarra.

Tengo un amigo aficionado a la guitarra, que toca muy bonito, que dice que la guitarra se enfada con él porque no le dedica las horas que se requiere. Dice, concretamente, que es como una mujer a la que no acaricia lo suficiente.

Sí, la verdad. Con la guitarra tienes que pasar muchísimas horas, puedes llegar a tener una relación con ella tan bonita, tan amorosa… que se le coge el mismo cariño que a una persona. Es casi como una hija, no tanto como una novia.

¿Ha sido complicado lo que has conseguido hasta ahora?

Desde que empecé de pequeño con mi familia hasta hoy pienso que tengo la suerte de tener dos discos en la calle y de hacer lo que me gusta, hacer la promo, presentar los trabajos. No soy conformista, siempre me gusta aprender. Creo que tengo suerte, aunque a veces me queje, que las personas somos así.

¿De qué te quejas tú?

Muchas veces me quejo de que hay que levantarse muy temprano, a veces de pensar que me voy a cantar ¡con lo a gusto que estoy aquí en Granada y me tengo que ir, no sé, a Pamplona! (Ríe)

¿Conduces?

Conduzco. Pero me saqué el carnet hace muy poco, eh. Aunque claro, he viajado siempre mucho, me llevaban en la furgo. Ahora, con mi coche, conduzco yo a todas partes ¡y menuda paliza que llevo en la espalda del verano!

¿Qué has hecho este verano?

Hemos estado en varios festivales muy chulos. Hemos trabajado bastante, gracias a Dios nos ha salido bastante curro. ¡Con el coche arriba y abajo!

¿Con cuánta gente vas tú?

Con el primer disco he tenido la opción de una formación chica: guitarra, cante y cajón. Pero depende del show, en este disco me gustaría hacer algo diferente.

¿Cómo qué?

Es que no te puedo contar. Si te lo cuento, no se cumple.

Supersticioso.

Yo no, pero mi abuela sí que lo es y a veces me lo pega. Si a ella no le gusta no sé qué, yo no lo hago, que no cuesta nada.

¿En alguna ocasión has considerado que tu casa es una casa de locos? Me explico: entras y uno canta, otro baila, otro toca, otro escucha…

(Reímos)

¡Hombre claro que sí! Hay ocasiones en las que lo pienso. En casa todos somos artistas, que es una suerte, pero a veces se forman unos líos que ¡huyes! Como te pille un mal día y no tengas ganas de jaleo… Pero bueno es que nos lo tomamos como trabajo, tenemos una parte en la que está el estudio donde escuchamos música, practicamos, pero también hacemos vida normal.

Pero, ¿no es un subidón levantarte y que esté tu tío Pepe Montoyita tocando la guitarra en el salón?

Mi tío Pepe está todas las mañanas, a las 9 horas en punto tocando la guitarra en el balcón de su casa hasta las 12 o las 13 horas. Todos los días de su vida, todos, todos, todos.

En Granada, en tu casa, ¿la puerta siempre está abierta? ¿Esto en el Albaicín se puede seguir haciendo?

En algunas calles, sí. En verano sobre todo, cuando hace buen tiempo, las puertas están abiertas, los niños entran y salen, hay mucha cercanía, pero son cosas que se están perdiendo. Bueno, en los pueblos aún se ven estas cosas.

Sí, claro, las señoras en la puerta con sus sillas, charlando, niños jugando a la pelota, en bici. A veces cuando vives en la ciudad esa familiaridad se echa de menos.

Es cierto. Con estas cosas me acuerdo mucho de mi padre, a él le encantaba esa vida cercana con la gente y nos enseñó a apreciarlo. Tenía muchos amigos en algunos pueblos de Granada, me encanta eso de abrir una cortina y gritar: “Tío, no sé quién. ¿Se puede?”.

¿Dónde es tu concierto ideal?

En el patio del Generalife. En mi hogar, el sitio de mis sueños. Me lo has puesto fácil.

@MaríaVillardón

Lo último en Cultura

Últimas noticias