La sede del Cervantes se cae a pedazos: el derrumbe de cornisas «sin previo aviso» amenaza a los peatones
El Instituto Cervantes abre un contrato para realizar "de manera urgente" una obra que evite daños humanos
Se trata de fragmentos de piedra de 30 centímetros de tamaño y 15 kilos de peso
La inspección de un arquitecto desveló que todas las fachadas sufren riesgo de desprendimiento


El deterioro de la madrileña sede del Instituto Cervantes, dependiente del Gobierno de Pedro Sánchez, ha provocado la caída de cornisas «sin previo aviso». El organismo reconoce que existe «riesgo» de que se produzcan más derrumbamientos que comprometerían «gravemente la seguridad de las personas que transitan por la vía pública». Así lo ha admitido la propia entidad en un documento con el que va a adquirir mallas de seguridad para evitar que se produzcan daños mayores. Sin embargo, hasta que no se complete ese proceso de compra, las cornisas permanecerán desprotegidas y, por tanto, también continuará el peligro para los ciudadanos que paseen por los alrededores.
La Dirección del Instituto Cervantes ha puesto en marcha un contrato para realizar «de manera urgente» una obra que evite daños humanos por los desprendimientos que se están produciendo en la fachada del edificio situado en la céntrica calle de Alcalá de la capital de España.
La entidad dependiente del Ministerio de Exteriores de José Manuel Albares pretende establecer «trabajos de implantación de medidas de seguridad en cornisas y elementos ornamentales». Concretamente, ha abierto una licitación para «la colocación de mallas y redes en las fachadas del edificio de la Sede del Instituto Cervantes en Madrid». El coste de la misma tendrá un valor de 90.000 euros, impuestos incluidos.
Lo hacen dos meses después de que empezaran a caer las primeras piedras de la cara norte del edificio. El pasado día 27 de mayo de 2025, según describe en la documentación el propio Instituto Cervantes, «se produjo sin previo aviso la caída de varias volutas de piedra que forman parte de las pilastras ornamentales de la fachada exterior del edificio». Los fragmentos de piedra se desplomaron sobre los jardines del edificio colindante, que es el Cuartel General del Ejército.
Ninguna pared libre de peligro
Entonces, un arquitecto revisó todas las fachadas, no sólo de la que se habían desprendido fracciones de piedra. Y el resultado de esa inspección experta fue que no había ninguna pared libre de peligro: «Las zonas de las cornisas de las fachadas presentan indicios de riesgo de desprendimientos de fragmentos de piedra que podrían caer sobre las aceras de la calle del Barquillo y de la calle de Alcalá, o en la zona de los jardines del Cuartel General del Ejército».
Tras percatarse de las amenazas que comportaba para los numerosos ciudadanos que, a diario, transitan esa arteria madrileña, los dirigentes del Cervantes llamaron a los equipos de emergencias: «Se dio aviso al cuerpo de bomberos, quienes revisaron la estabilidad de una parte de los elementos que podían ser susceptibles de caída a la vía pública».
Tanto el análisis de los bomberos como el de los arquitectos concluyeron lo mismo: las cornisas producen un riesgo para los ciudadanos y, de ello, «se deriva la necesaria colocación de mallas y redes de seguridad, que eliminen el riesgo de nuevos desprendimientos que comprometerían gravemente la seguridad de las personas que transitan por la vía pública y las zonas ajardinadas colindantes». La propia entidad califica estos incidentes como «inaceptables para la seguridad».
Trozos de piedra de 15 kilos
Los trozos de piedra tienen un tamaño de 30 centímetros, con un tamaño aproximado de 15 kilos. Los propios expertos describen que «en el capitel de la pilastra, de donde proceden los fragmentos de piedra, se observa un plano de fractura liso y limpio».
La emergencia por el estado de la estructura es tal que el Instituto Cervantes considera que se deben «adoptar medidas de seguridad de emergencia». Por ello, adelanta la compra de «mallas y redes de seguridad» mientras que «se tramita la documentación técnica y se obtienen los permisos pertinentes».
Específicamente, se instalarán dos tipos de protecciones. Por un lado, una red de color blanco que «pasa desapercibida a la vista» y que está «homologada para caída de pesos de hasta 70 kilos». Por otro lado, cubriendo a ésta, se colocará otra «malla tupida de color blanco, destinada a los fragmentos pequeños que pudieran desprenderse». En total, el período de tiempo en el que se espera que se complete esta obra es de cuatro semanas desde que se formalice el contrato. Hasta entonces, el riesgo de derrumbe y el peligro para los viandantes seguirá existiendo.