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Julia Navarro: «La Historia no la deben escribir los políticos»

julia navarro
La escritora y periodista Julia Navarro. @JuanManuelFernández.
María Villardón

Escritora y periodista. Julia Navarro (Madrid, 1953) ha escrito De ninguna parte, una novela donde relata cómo un joven libanés que sueña con ser ingeniero se termina convirtiendo en un sanguinario terrorista radical del Daesh. “No todo el mundo que vive en un campo de refugiados al sur del Líbano termina poniendo bombas, a mí me gusta ponerme en la piel de los demás y conocer los porqués de sus decisiones, aunque eso no quiere decir que los exculpe”, aclara.

Cree que al fenómeno de la inmigración se le debe dar una respuesta “urgente”, aunque reconoce que ella no tiene ninguna: “A mí no me pagan para eso, para eso pagamos a los políticos”. Navarro, además, con dulce voz, pero férrea determinación, afirma que la disminución de las Humanidades del sistema educativo español “es un desastre” porque “son esenciales para construir ciudadanos críticos”. Y añade: “Y no, no es una decisión inocente de los Gobiernos”.

¿Qué opina de la venganza, Julia?

Que ha sido –y es– el motor de la historia al igual que lo es la piedad, el odio o la ira. Los grandes defectos y virtudes que anidan en el ser humano son los motores de todo y, desde luego, la venganza también. Al final, estamos hechos de retazos, buenos y menos buenos, por eso me interesa muchísimo hacer una indagación de la naturaleza humana a través de mis novelas. Al escribir me ayuda a viajar a esos claroscuros de la persona que tenemos solapados.

Tengo un amigo que dice que las personas tenemos una vida pública, una vida íntima y una vida secreta. Afirma, además, que en ésta última no es capaz de entrar nadie.

Bueno, no sé, desde luego es una teoría en la que nunca he pensado, pero es posible, claro. Yo busco los porqués de determinados actos, conocer qué hay detrás de las decisiones que tomamos. En el caso concreto de Abir, por ejemplo, me pregunto cómo llega un adolescente que sueña con ser ingeniero a ser un terrorista. Evidentemente, los porqués no son exculpatorios porque al final la última palabra la tenemos nosotros. Lo cierto es que las respuestas son distintas dependiendo de la persona, ¿no? No todo el mundo que nace en un campo de miseria en el sur del Líbano termina poniendo bombas; pero cada uno lleva unas piedras en la mochila y creo que las circunstancias nos pesan y, a veces, no sabemos gestionarlas bien.

Abir, ese adolescente que se convierte en un terrorista del Daesh tras un proceso de radicalización que comienza en su propio entorno familiar, como si no hubiera otro camino para él.

Siempre hay otro camino, pero cada uno gestiona su odio y frustraciones de manera distinta.

Busca porqués, intenta encontrarlos, pero no exculpa.

En absoluto. No busco hacer una novela en la que mi misión sea exculpar a los personajes, sólo cuento hechos y los lectores buscan sus conclusiones. No hay moraleja, no se trata de eso, se trata de la indagación de nuestro interior, por eso expongo con crudeza los hechos.

En la película de Icíar Bollaín, Maixabel, también se trata el terrorismo, la esperanza, la generosidad, la culpa, etc. Usted que ha escrito sobre todo ello ahora en su novela, ¿qué opina de que la viuda de una víctima de ETA acceda a hablar con el asesino de su esposo?

Que es una opinión muy personal, eso creo; pero también creo que es una opción absolutamente respetable. La decisión de Maixabel de reunirse con esa persona me resulta un acto de valor y me parece durísimo. Seguramente habrá personas que no serán capaces de enfrentarse con el asesino de un ser querido y otras que sí, ambas cosas, ya te digo, me parecen algo respetable. De todos modos, tiendo a juzgar muy poco a los demás.

¿Y siempre lo consigue?

Lo procuro. Pienso que no soy nadie para juzgar a los otros, la razón por la que alguien hace algo o no eso solo lo sabe uno mismo.

Muchos jóvenes no han conocido el terrorismo de ETA. ¿Cómo explicar este pasado tan reciente?

La Historia hay que conocerla, pero la deben escribir los historiadores y no los políticos. Es la única forma de acercarnos a los hechos, no a las emociones o a los sentimientos de unos y otros. Los jóvenes deben conocer nuestra historia para entender lo que somos.

Dice que en este momento hay muchos prisioneros de hechos que no han vivido, imagino que en política y en la vida, pero tienen afán de venganza.

Quizá tú no, pero sí parte de tu familia. A veces el odio o la venganza se realimentan durante generaciones. Eso es tan viejo como el mundo.

Una semilla que crece.

Eso es.

¿Por eso el personaje de un terrorista radical ha sido el que más le ha costado? ¿Por intentar empatizar o cómo?

No, no tanto eso. Era complicado buscar los porqués en él, esta novela se escapa de la primera página de los periódicos, lo que cuento es lo que ha contado muchas veces la prensa. Pero yo me pregunto: ¿Por qué sucede eso? ¿Qué le lleva a determinadas personas a hacer estas atrocidades? ¿En qué momento pierden el control de su propia humanidad? De alguna manera, tú tienes que deshumanizar al otro para poder matarle, salvo que seas un psicópata.

La novela, dice, no tiene moraleja, ¿pero sí reflexión?

Sí, diría que sí. Me preocupa ese desencuentro permanente entre Occidente y Oriente, esa brecha crece cada día y me parece una catástrofe para todos porque tenemos más en común que diferencias. Tiendo a ponerme en la piel de los otros, pienso en esas personas que salen de sus casas y emprenden un camino huyendo de la guerra, la violencia, de la miseria. Vienen a una sociedad totalmente distinta, con valores y costumbres radicalmente distintos a los suyos. ¿Los insertamos en la sociedad? Creo que no se lo ponemos nada fácil.

¿Cree que no se aborda el problema de la inmigración con humanidad?

Creo que debe abordarse tratando a esas personas con dignidad. Por ejemplo, cuando salen esos chicos en la periferia de París airados, enfadados y destrozando todo, creo que deberíamos preguntarnos: ¿Por qué? ¿Qué les pasa a esos chicos para llegar a esa desesperación y violencia? En el fondo es un grito de socorro. No es sólo un problema de orden público, es algo mucho más profundo. Mucha gente llega a Occidente con lo puesto y a sociedades que no les reciben con la dignidad que merecen. Ver esas colas llenas de familias que llegaban a unas y otras fronteras y se las cerraban, o ver a los niños llorando, no sé, me rompía por dentro. No estamos haciendo las cosas bien, no se está abordando este problema con las herramientas que den respuestas.

¿Usted tiene alguna respuesta?

No, yo no tengo las respuestas. Pero también digo que a mí no me pagan por buscar las respuestas, pagamos a los políticos para que las busquen.

Ahora escribe, antes se dedicaba al periodismo. ¿Lo echa de menos?

Llevo más de 15 años fuera del periodismo, veo los toros desde la barrera. Al dejarlo tenía la sensación de angustia, pensando que dejaría de contar lo que pasaba. No fue una decisión fácil, pero soy una persona que cuando cierra la puerta, la cierra para siempre.

¿Seguro?

Seguro. Ya he pasado muchos años trabajando en la actualidad, eso sí, no te escondo que cuando pasa algún acontecimiento importante me entra el gusanillo de estar contándolo. Pero, bueno, luego se me pasa, me dura poco.

¿Fueron años apasionantes los suyos?

Creo que sí, a mí me lo parecían.

¿Lo que más le emocionó contar?

La aprobación de la Constitución. Tuve la suerte de vivirlo como periodista y como ciudadana.

¿Tiene alguna imagen concreta de aquel día?

Más que imágenes, creo que lo que aún percibo ese halo de emoción compartida de todos los que estábamos en el Congreso, tanto los diputados como los periodistas, el personal de la Cámara o los invitados. Era la vivencia de un momento extraordinario, ahora decimos que cualquier momento es histórico y no, mira, aquello sí que lo fue.

¿Lo mira con nostalgia?

No, no soy dada a eso, nunca digo aquello de que los tiempos pasados fueron mejores; pero sí que digo que la Transición fue un periodo apasionante, aunque también complicado porque había fuerzas dispuestas a que no saliera adelante. Pero creo que la gran mayoría estuvo a la altura de las circunstancias, de lo que se esperaba de ellos y eran conscientes de que la sociedad española no les habría perdonado que no llegaran a un terreno de acuerdos.

En aquel momento había una relación estrecha entre prensa y políticos. ¿Deben ser los periodistas y los políticos amigos?

Yo creo que no se puede sentar cátedra con respecto a esto. Es decir, cada momento es diferente y aquel era un momento en el que todo un país caminaba hacia la democracia y en el que todos estábamos aprendiendo sobre la marcha.

También se dice que había mucho romance entre periodistas y políticos.

Nunca me interesó ni me metí en la vida personal de nadie. Entrar en la vida privada de las personas es inaceptable, aunque sean políticos.

Bueno, en ese aspecto creo que en España, en el asunto romances y demás, no se entra demasiado en sus vidas, ¿no cree?

Seguramente no, pero en los países anglosajones en eso son muy hipócritas. Son capaces de bombardear un país, pero luego se hacen cruces si descubren a alguien que ha tenido una historia. Pero, de verdad, yo en las vidas privadas ni me meto ni opino.

¿Recuerda el día que votó?

Sí, claro. Uno de los días más bonitos de mi vida.

La historia, la filosofía, el arte, ¿sirve para…?

Hombre, para poder entender el presente a través del pasado. Siempre he pensado que la disminución de las Humanidades en el sistema educativo es un desastre porque son asignaturas fundamentales. Y no, no es una decisión inocente de los Gobiernos. Las Humanidades son esenciales para construir ciudadanos críticos, si les quitas esas herramientas tienes a ciudadanos moldeables que no son capaces ni de interpelar a los demás ni a sí mismos.

Es que, dicen, las Humanidades no dan trabajo.

Es que soy muy critica con esto. Está bien que las universidades estén pendientes de las demandas de trabajo, pero no debemos olvidar que las universidades son un lugar donde adquirir conocimientos y ese debe ser el primer objetivo. En la Grecia clásica se daban nociones de todo, aunque más tarde hubiera especializaciones, pero al menos tenías cultura general para poder moverte con criterio por la vida y entender lo que pasa alrededor. Un desastre.

@MaríaVillardón

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