Los grandes pintores alemanes y la Escuela de Dusseldorf
Al igual que en una carrera de relevos, de un corredor a otro, pasándose el testigo a toda velocidad, la historia del arte transmite la concepción de la genialidad de un lugar a otro, creando pequeños puntos de ebullición artística con una limitación geográfica muy precisa. Desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, Alemania se ha presentado como uno de los países con más fuerza creativa, con un gran abanico de artistas que están fuertemente posicionados en el mercado del arte internacional.
Este “testigo de genialidad” cuenta con importantes creadores que surgen de la escuela de Düsseldorf, donde, junto con la tradición de la escuela de Bauhaus, nacieron y se forjaron grandes figuras de la corriente nominada como “nueva objetividad”, surgida de los movimientos y posturas artísticas del matrimonio Becher en 1960. De esa tradición, mientras se iba perpetuando la escuela, salieron grandes figuras cuyos nombres aún resuenan en la actualidad. Desde Paul Klee, Joseph Beuys, Gerhard Richter, Silmar Polke, a Tony Cragg, célebres figuras del arte del siglo XX que fueron profesores en la academia de Dusseldorf, contribuyendo a la creación y asentamiento de lo que hoy conocemos como esta gran escuela alemana. El reconocimiento de esta escuela llegó hasta Estados Unidos, no solamente influyendo a varios de sus artistas locales, sino también convirtiéndose en una parada obligatoria en la cual artistas americanos conceptuales como Richard Serra o Michael Asher impartieron seminarios.
Otros nombres cotizados en la actualidad son Imi Knoebel, o Wolf Volstell, los cuales también pertenecen a la misma escuela. Sin embargo, el gran maestro transcendental de esta es “el aprendriz” de Joseph Beauys: Anselm Kiefer. Kiefer es un referente en la pintura alemana. No solamente por la fuerza de sus obras sino también por ser uno de los artistas más comprometidos, en un sentido de conflicto, puesto que llega a tocar temas que actualmente se consideran tabú en la reciente historia alemana, como puede ser el nazismo y el desastre del Holocausto. Fuertemente influenciado por la mitología alemana, y mezclando esa inspiración con algunas pinceladas del ocultismo judío de la cábala a lo largo de la década siguiente introduce una de las características más reconocibles de su obra: letras, siglas, nombres de personas, figuras mitológicas o nombres de personajes con una fuerte carga histórica. De esta manera pone de manifiesto el peso de la historia y los elementos que contribuyeron a crear una escuela alemana como componente cultural reconocible. A principios de los 90, Kiefer pasará a una pintura algo más general, aunque igualmente basados en la simbología, la religión y la historia, pero tratando a la humanidad como un conjunto susceptible de ser expresado.
Es por tanto una realidad que la escuela de la pintura alemana es una de las que generan uno de los artes más influyentes, tanto en el pasado siglo como en éste. Es debido a su conocida capacidad de entrega al trabajo, la tradición que les otorga uno de los romanticismos más influyentes de su momento y su enorme capacidad para la innovación, lo que les convierte en grandes maestros, capaces de crear, en palabras de Wagner “obras de arte totales”. Es decir, expresiones artísticas definitivas.