Dos zaragozanos dan de comer a los afectados por la DANA: «No nos iremos mientras nos necesiten»
Desde el inicio de la DANA han distribuido más de 70.000 raciones de comida, a una media de 5.000 diarias
Los fines de semana han llegado a distribuir hasta 15.000 raciones en un día para alimentar a afectados y voluntarios
A Saúl y a Antonio se les heló la sangre este 29 de octubre, cuando conocieron la tragedia que asolaba Valencia en forma de una devastadora DANA, que ha dejado ya 219 fallecidos. Ambos viven en el conocido barrio de La Jota, en Zaragoza. De inmediato, se lanzaron a recaudar fondos para ayudar a las víctimas. Sintieron que aquello era poco y que debían hacer algo más. Y llegaron como pudieron a la zona cero, donde ahora coordinan el menú diario y gratuito de miles de afectados, una tarea que no piensan abandonar hasta que todo acabe: «No nos moveremos mientras nos necesiten», sentencian ambos con firmeza.
Saúl y Antonio han distribuido desde su llegada más de 70.000 raciones. Primero, en colaboración con un restaurante aragonés. Y siempre gratuitamente. Y, luego, ya como coordinadores de esos mismos menús con la ayuda de cientos de voluntarios: «A nosotros nos han cogido un plato de lentejas llorando. Eso es lo que nos ha llenado de fuerza para salir adelante».
Algo de lo que ha sido testigo directo OKDIARIO, que les ha acompañado a distribuir menús a los afectados. Incluso, han repartido chuches entre los niños que aún siguen en una Paiporta devastada.
Cada día distribuyen una media de 5.000 raciones de alimento. Los fines de semana, esta cantidad se dobla. Y, en alguna fecha han llegado distribuir hasta 15.000 raciones para afectados y voluntarios. Todo es gratis.
El butano lo pagan de su bolsillo. Son más de 200 euros por las bombonas que necesitan. Los ingredientes los han obtenido de una serie de proveedores de la Comunidad Valenciana y Aragón que contribuyen igualmente de modo solidario a la causa.
Entre ellos, Víctor Salvo, un reputado carnicero aragonés que ha aportado kilos y kilos de materia prima, ha hablado con otros empresarios de Aragón para que colaboren y hasta se desplaza personalmente para que su producto llegue a los afectados. Y, también los responsables del matadero de Gil, otros que se han volcado para que los afectados tengan la materia prima con que elaborar sus alimentos.
Esa ola de solidaridad ha conseguido reunir a proveedores locales de Valencia. Y a otros desde Zaragoza. Cada cual pone lo que buenamente puede para que ningún afectado padezca los efectos del hambre.
Antonio y Saúl se desplazaron a Valencia con una maleta ligera y una despensa abundante para repartir comida a quienes todo lo habían perdido. Como herramienta de trabajo trajeron sendas palas para desterrar el barro de las calles. Se llenaban cada mañana de lodo. Y cada mediodía distribuían los alimentos.
Pero seguían pensando que toda esta tarea era poca para lo que los valencianos necesitaban. De modo, que se pusieron en contacto con los responsables de Birolla, un afamado restaurante zaragozano que en esos días repartía comidas desde Alacuás también entre quienes todo lo habían perdido.
Ese restaurante había montado su cuartel general en una nave industrial reconvertida en enorme cocina, donde profesionales que hasta hace nada diseñaban menús hasta para restaurantes mundialmente reconocidos, elaboraban guisos para miles de personas con el hambre a flor de piel.
Saúl y Antonio habían traído desde Zaragoza a Valencia sus propios utensilios de cocina. Y tanto esos mismos utensilios como su propio trabajo los pusieron desinteresadamente al servicio de aquella enorme cocina de la DANA. El objetivo era poder alimentar a todo aquel que no tuviera qué comer.
En el tiempo en que los profesionales de la restauración y los dos jóvenes voluntarios coincidieron, los primeros ejercieron de jefes y maestros. Y, los segundos, de aventajados alumnos que en tiempo récord absorbieron conocimientos, porque ganas no les faltaban: «Nos enseñaron un montón. Gracias a ellos, pudimos retomar este proyecto».
Entraron en contacto con tres ayuntamientos de la zona. Y asumieron el relevo de Birolla cuando el afamado restaurante zaragozano se tuvo que ir. Todo de modo desinteresado. Y todo para ayudar y colaborar. Ahora dirigen un equipo de cientos de voluntarios, al que ponen constantemente en valor: «Sin su trabajo, nada hubiera sido posible».