‘As bestas’ arrasa con nueve goyas, incluido el de mejor película, en una gala sosa y politizada
As bestas, un thriller rural dirigido magistralmente por Rodrigo Sorogoyen, ha arrasado en la 37 edición de unos premios Goya que quizás han pecado de exceso con la ganadora y de defecto con otras obras excepcionales como Alcarrás, que se ha ido de vacío, o Cinco lobitos. En una gala sobria y politizada, también, en una noche en la que el cine español presentaba grandes películas.
Merecidísimos premios para las actrices y actores que recibieron el cabezón: una Laia Costa y una Susi Sánchez en estado de gracia que están maravillosas en Cinco lobitos, el drama emotivo sobre la maternidad desde un doble punto de vista, el de la joven madre y la ya veterana a la que hace abuela. Los actores Denis Ménochet y Luis Zahera, con sus inquietantes interpretaciones en As bestas, son dignísimos merecedores también de los galardones.
Como resumen de urgencia, se puede decir que no han faltado las pullas de siempre por parte de los de siempre, como es el caso de Jordi Évole y su llamamiento a asistir este domingo a la manifestación contra Ayuso y su sanidad. Se ha dejado escuchar algún comentario más sobre la sanidad pública, otro de los mensajes que la gente del cine parece que tiene necesidad de destacar para señalar siempre a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Los conductores de la gala han citado la sanidad pública entre otras pullas a dirigentes políticos, como la situación de la valla de Melilla o «haber dejado tirado al Sáhara», le han lanzado a Sánchez, presente en la gala. También Clara Lago, en otro momento, ha aludido a que la salud mental «no puede ser un privilegio para unos pocos y es necesario reclamar una sanidad pública».
Los equipos ganadores en categorías como mejor corto documental o en dirección de producción también han tenido palabras para la proclama sanitaria, si bien de lo más destacado han sido las palabras de Eulalia Ramón, quien ha dado las gracias «a todo el personal sanitario y también al equipo de paliativos domiciliario de Villalba» por el cuidado de Saura.
Curioso ha sido, sin embargo, que en la gala que contaba 20 años desde aquella otra del No a la guerra de 2003, apenas haya habido un par de alusiones a la contienda actual por la invasión de Rusia en Ucrania. Si pecamos de malpensados, quizás podemos concluir que en aquel tiempo en Moncloa estaba Aznar, del PP, y ahora es el socialista Pedro Sánchez quien pasea por los jardines monclovitas. Eso, quizás, haya influido para que el mensaje podemita contra esta guerra haya brillado por su ausencia.
Pero pasemos ya a la gala. Una gala un poco sosa y demasiado sobria que no ha alumbrado como debía las películas que presentaba. No merecía el cine español de este año que los premios con peso y alguno de los otros se fueran casi todos con Sorogoyen y compañía. Quizás un reparto más equitativo hubiera sido más justo. Sin quitarle, ojo, nada de poderío a la salvajemente buena As bestas. Dicho quede.
Quizás cambios de última hora obligados por la muerte de uno de nuestros grandes cineastas, Carlos Saura, hayan motivado la supresión de algún número. Lo cierto es que ha habido mucho Saura; claro, ¿quizas, excesivo? Y ha habido también mucho olvido para otros grandes desaparecidos del celuloide en el último año, como por ejemplo Agustí Villaronga o Juan Diego. Y si queremos ya dar la estocada con querencia, no estaría de más sugerir que el premio Goya de Honor a Saura, igual la Academia se lo pudo dar antes, no al llegar a sus 91 años. Que ha hecho más de 50 películas, muchas de ellas grandes obras del cine español, como La caza, Cría cuervos, ¡Ay Carmela!, Flamenco, y tantas otras.
Una gala de los premios Goya tan sobria y a veces desangelada que ha quedado algo distraída por la parte masculina de sus conductores. Un sorprendentemente nervioso Antonio de la Torre no hilaba chistes divertidos y hasta el que empezó bien de que no recordaba si salía en Modelo 77 al pasar tanto tiempo entre rodaje y estreno en España, quedó desangelado al alargarlo con lo de Javier Gutiérrez. Su compañera Clara Lago, sin embargo, estuvo más natural, más divertida y sin artificios. Resultó graciosa, sobre todo cuando hizo la alusión a que ya ni ella misma se acordaba de que salía en la gala, tanto retrasaron su speech. Incluso supo salir airosa del choque, literal, con una invitada que apareció en plano llegando a su asiento tras la pausa.
Cuatro canciones se dejaron escuchar sobre el escenario del Palacio de Congresos de Sevilla en la noche de los premios Goya: la inicial de Manuel Carrasco, una versión de Cantares de Serrat y Antonio Machado, con una troup cuya ausencia a lo mejor se hubiera agradecido. Una versión de la mexicana Natalia Lafourcade cantando Por qué te vas, de Jeanette, en un críptico homenaje a Carlos Saura (la canción aparecía en Cría cuervos); la versión de Ay pena, penita, pena, de la inigualable Lola Flores cantada por su hija, una nerviosa Lolita que homenajeaba a la Faraona por su centenario; y el dueto de Israel Fernández y Pablo López, con su gustosa interpretación de Alegría de vivir, de Ray Heredia. Pero no hubo ni un número musical coral en los premios Goya de este sábado, de esos que otros años han sido tan aclamados y tan agradecidos por los espectadores y más por el público.
Medido fue el discurso del presidente de la Academia, Fernando Méndez-Leite. Medido hasta que soltó una de las frases de la noche ya casi al final de su intervención, dirigiéndose a las autoridades presentes; «Ministro Iceta, querida directora del ICAA, ministras y ministrables, como pueden ver este año no pedimos nada. Estamos muy contentos. Para las rogativas, los matices y las protestas ya nos veremos en los despachos». El comentario fue acompañado de las risas indisimuladas de Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, entre otros. No se ocultaba en esas sonrisas la sorpresa de una confesión descarada: ¿despachismo para conseguir financiación para las películas?
Está claro que cada vez más, los Goya se hacen por y para la gente del cine. No tanto para los espectadores que, año a año, van dejando de verla. Aunque luego se les reclame que vayan a las salas. Y van, en un ejercicio digno de aplauso y en unos tiempos en que las plataformas copan las producciones y los guiones. Pero muchos creadores españoles aún siguen rodando grandes y pequeñas obras, obras que reconocen y premian, por ejemplo, en el Festival de Berlín, que hizo brillar a Alcarrás al darle el Oso de Oro a su directora Carla Simón. Esta noche; sin embargo, la película independiente se ha ido de vacío en la gala de los premios Goya. Y además, faltó emoción hasta en los discursos de agradecimiento. Y faltó glamur. Capítulo aparte es la emoción que inundó la sala del Fibes sevillano con la familia de Carlos Saura al recibir la estatuilla.
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