La psicología del miedo: cómo el cerebro reacciona ante situaciones amenazantes
La psicología del miedo es un campo fascinante que nos permite comprender cómo el cerebro reacciona ante situaciones amenazantes.
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El miedo es una emoción natural que tiene como propósito mantenernos a salvo ante una posible amenaza. Siempre que una persona se encuentra en una situación de peligro, se desencadenan una serie de respuestas que le hacen reaccionar de cierta manera sin darse cuenta. Al sentir miedo, es posible que la persona grite, corra despavorida, apriete sus puños o sienta el corazón en la garganta como una respuesta del cerebro ante esa situación amenazante.
¿Cómo reacciona el cerebro cuando siente miedo?
La reacción natural fisióloga del cuerpo cuando una persona se halla ante un posible peligro es pelear o huir. Es decir, enfrentar la situación o salir corriendo. El mecanismo que da lugar al miedo comienza en el cerebro reptiliano, encargado de regular las acciones básicas de supervivencia, y en el sistema límbico, que regula las emociones y las funciones de conservación. A continuación, se propaga a través del cuerpo con el fin de prepararlo para su mejor defensa o su reacción de huida.
La amígdala, presente en esta área del cerebro, recibe constantemente información de los sentidos. Cuando esta detecta un posible peligro, desencadena sentimientos de miedo y ansiedad. La amígdala alerta al hipotálamo y la pituitaria, que segrega una hormona llamada adrenocorticotrópica, mientras que la glándula adrenal libera epinefrina, un neutrotransmisor.
Ambas sustancias químicas aumentan los niveles de cortisol, una hormona que tiene como fin aumentar la presión sanguínea y el azúcar en sangre, y a su vez de suprimir el sistema inmunitario. Al activar todos estos mecanismos, el cerebro intenta generar un subidón de energía en caso de que la persona tenga que reaccionar ante la amenaza.
¿Qué le sucede al cuerpo cuando está ante un posible peligro?
Las hormonas que libera el cerebro cuando uno se siente asustado genera cambios que preparan al cuerpo para una acción muscular violenta, bien sea para huir o pelear en un momento de peligro. Esto es lo que el cuerpo hace como respuesta:
- La respiración se acelera para transportar el oxígeno a todos los músculos.
- La frecuencia cardíaca y la presión arterial aumentan.
- Los vasos sanguíneos se contraen, de ahí que la persona se ponga pálida o muy colorada.
- Los órganos del sistema gastrointestinal, se ralentiza o incluso se detiene.
- Los esfínteres se ven afectados y la vejiga se relaja, provocando ocasiones una pérdida de control. Por el contrario, la respuesta que causa las erecciones se inhibe.
- Las glándulas lagrimales y las que producen saliva se inhiben, por eso es común que se seque la boca durante un gran susto.
- Las pupilas se dilatan y se genera una visión con efecto túnel, además hay una pérdida de audición.
¿Por qué ocurre todo esto en el cuerpo?
Los fenómenos que se producen en el cuerpo tienen como objetivo lo siguiente:
- Incrementar el flujo sanguíneo hacia los músculos, por esta razón, se detienen el resto de las funciones secundarias corporales en ese instante.
- Proporcionar niveles de energía extra al cuerpo, para ello se aumenta la presión sanguínea, el ritmo cardiaco y el azúcar en sangre.
- Prevenir una gran pérdida de sangre en caso de resultar herido, por lo que se potencia la función de coagulación.
- Fortalecer al cuerpo lo más rápido posible, aumentando la tensión muscular.
¿Existen los miedos adquiridos?
Los temores más comunes entre las personas, como el miedo a la oscuridad, a los payasos, a las arañas o a la muerte, son adquiridos a partir de experiencias personales o ajenas. El cerebro aprende a temerle a este tipo de cosas porque te ha hecho daño en sentido literal o figurado.
No obstante, existen miedos que los humanos tienen más presentes que otros. Según un experimento llevado a cabo por la Universidad de Virgina, los adultos fueron capaces de detectar las serpientes en una serie de imágenes mucho más veloz que cuando se les pedía señalar las flores. La prueba se repitió en niños pequeños y, para sorpresa de los investigadores, la reacción era la misma.
Esto puso en evidencia que los humanos hemos aprendido a identificar ciertas amenazas potenciales, transmitiendo esa alerta de generación en generación.
Otros de los miedos que se adquieren en la adultez se desarrollan por asociación. Un ejemplo de ello son los espacios cerrados, los aviones o las multitudes, las cuales dan miedo no en la niñez, pero sí pueden asustar a muchos adultos que suelen asociarlos con contextos negativos.
Estrategia a seguir
Una estrategia eficaz para gestionar el miedo es la exposición gradual a las situaciones que nos generan ansiedad. Esta técnica, conocida como exposición progresiva, consiste en enfrentarse de forma gradual y controlada a las situaciones temidas, permitiendo que el cerebro aprenda a regular la respuesta emocional al miedo. Otras estrategias útiles incluyen la práctica de técnicas de relajación, la meditación y la terapia cognitivo-conductual.
A través del conocimiento y la práctica de estrategias de afrontamiento, podemos aprender a convivir con el miedo de forma equilibrada y constructiva, potenciando así nuestra salud mental y bienestar emocional. ¡No dejemos que el miedo nos paralice, aprendamos a gestionarlo y a superarlo!
Lecturas recomendadas
Temas:
- Psicología