Descubrimientos

Los investigadores no dan crédito: creían que era un pedrusco embarrado y resultó ser una ardilla de 30.000 años

Ardilla, científicos, descubrimiento
Recreación ficticia de un pedrusco embarrado.
  • Betania Vidal
  • Redactora y analista de contenidos SEO especialista en bienestar, psicología, traducción, creación de sitios web y liderazgo de proyectos online.

A simple vista parecía un trozo de barro seco, sin forma definida, algo que cualquiera habría pasado por alto sin pensarlo dos veces. Pero bastó acercarse un poco para notar que aquel bulto no era lo que parecía.

El hallazgo ocurrió en una zona minera del Yukón, en el norte de Canadá, un territorio donde el hielo guarda secretos desde hace miles de años. Lo que empezó como una jornada más de trabajo acabó convirtiéndose en un descubrimiento científico poco habitual.

En este artículo te contamos qué encontraron exactamente, cómo se conservó durante tanto tiempo y por qué este tipo de restos antiguos pueden decir mucho sobre el pasado y sobre el presente.

El hallazgo de una ardilla congelada en el tiempo

El descubrimiento lo hizo un minero en Hester Creek, dentro de los históricos campos de oro del Klondike. Al recoger del suelo un bulto marrón, del tamaño de un pomelo grande, pensó que era tierra compactada con restos vegetales. Nada destacaba a simple vista.

Solo al observarlo mejor aparecieron pequeñas pistas: unas manos diminutas, uñas, pelo perfectamente conservado. Lo que tenía delante era una ardilla terrestre ártica, encogida sobre sí misma, como si estuviera dormida.

El animal había permanecido enterrado en el permafrost, un tipo de suelo que se mantiene congelado durante miles de años. Ese frío constante frenó la descomposición y permitió que se conservaran la piel, el pelaje e incluso la postura original. Los investigadores la apodaron ‘Hester’.

Para evitar daños, el ejemplar fue analizado con técnicas no invasivas, como radiografías, antes de cualquier otro estudio. El estado de conservación sorprendió incluso a expertos acostumbrados a trabajar con restos de la Edad de Hielo.

Lo que revela esta ardilla de hace 30.000 años

Hester pertenece a la misma especie de ardillas árticas que hoy siguen viviendo en el Yukón y Alaska. Esa continuidad permite comparar directamente cómo eran estos animales durante la última glaciación y cómo son ahora.

Este tipo de restos ofrece información que los huesos no dan por sí solos. El pelaje, la dentición o el contenido del nido ayudan a reconstruir el entorno, la vegetación y el clima de aquella época.

Además, el hallazgo confirma el papel del permafrost como un archivo natural. Bajo ese suelo congelado no solo hay animales antiguos, sino restos de plantas y microorganismos que quedaron atrapados durante milenios.

Este contexto abre varias líneas de interés para los científicos:

  • Ayuda a entender cómo sobrevivieron pequeños mamíferos a cambios climáticos extremos.
  • Permite estudiar ecosistemas antiguos sin recurrir solo a fósiles fragmentados.
  • Refuerza la idea de que el deshielo actual está sacando a la luz materiales muy antiguos.
  • Obliga a extremar precauciones, ya que algunos microorganismos antiguos pueden seguir activos.

Hester no es un caso aislado para los investigadores de la zona. En la misma región han aparecido en los últimos años un cachorro de lobo y una cría de mamut lanudo, todos conservados de forma excepcional. Juntos aportan una imagen más completa de cómo era la vida en el Yukón hace decenas de miles de años.

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