La irresponsable gratuidad ‘sine die’ de la EMT

Parece ser que el 30 de octubre, ya mismo, se debatirá en el pleno de Cort si la EMT continuará siendo gratuita o, por el contrario, se volverá a pasar por la maquinita y apoquinar los 70 céntimos, el común, los 20 céntimos la tercera edad o los 2 euros si no tienes tarjeta ciudadana o asimilable. Sepan que el coste anual de la medida, tal vez necesaria cuando salimos del covid y en la actualidad mantenida por intereses electorales o sea populistas, sube a un total de 26 millones de euros y de los cuales el Gobierno Frankenstein de España aporta a las arcas municipales solamente 18 millones, cuando los paga. Pero sigue apuntándose el tanto estrictamente propagandístico de esta medida, hoy innecesaria. ¿No va la economía como un cohete? ¿Entonces?
Siendo bien pensados, la medida, de inicio, se impuso como gesto solidario y en consecuencia quiero pensar que de buena fe. Pero pasado el tiempo la cosa pinta de una paguita más de papá Estado aunque en parte a cargo de la tesorería municipal, y con la trompetería, señalando lo bueno que es papá.
Mientras tanto, la Empresa Municipal de Transportes (EMT) es deficitaria en grado sumo, necesitando de la inyección de dinero extra para afrontar el mantenimiento del servicio. La paguita empieza a ser algo insostenible.
Durante los tres años de vigencia del gratis total se ha comprobado que el comportamiento de los usuarios ha sido bastante peculiar, subiendo en una parada para bajarse en la siguiente en un ejercicio de pereza descomunal y de paso los llenos permanentes han perjudicado a usuarios que se quedaban tirados en la parada cuando habían fiado al transporte público la posibilidad de llegar a destino en la hora marcada y así poder llevar a cabo sus labores.
Qué decir de las bajas laborales por el estrés causado por la necedad de no pocos usuarios; llenos lamentables -por innecesarios- y esas peleas de vez en cuando que han sido parte del día a día. Tampoco es que el transporte público municipal sea un atraco, y además, Palma tiene recorridos que bien merece la pena a pie. Ya saben: el que mueve las piernas mueve el corazón.
Creo recordar que desde el otoño pasado el gobierno municipal de Palma le viene dando vueltas a regresar al pago de la tarifa correspondiente y un año después la duda sigue instalada o tal vez se va imponiendo regresar al pago que sería lo más natural. En ésas, la oposición de extrema gauche en Cort le exige al alcalde y su grupo (PP) que mantenga la gratuidad pese a que nada llegue de la Administración Central. Quieren instalarse en la paguita y no parece que ésta sea la idea del alcalde Martínez. O sí. El relato, ya saben.
Las medidas excepcionales se aplican por tiempo limitado y hace mucho que se cumplió el objetivo. Toca regresar a la normalidad y que se acaben los abusos del usuario –que vaya si los hay- y se regrese a una práctica con vocación de normalidad; también de responsabilidad. Está por ver qué va a ocurrir en el pleno del 30 de octubre. ¿Qué papel jugará Vox? ¿Alinearse con la extrema izquierda o entender que se acabó el cuento y es hora de ser ciudadanos responsables? Se verá en unos días de qué palo está cortado el centroderecha. ¿Paguita porque sí o responsabilidad ciudadana?
Palma tiene una dualidad maravillosa porque es una metrópolis con todo lo que ello significa, al tiempo que de dimensiones perfectamente asumibles y, en consecuencia, es la perfecta ciudad del cuarto de hora, en absoluto por exigencias de la Agenda 2030, sino porque la tenemos bien a mano. Por ello hay trayectos que no necesitan desplazamientos en bus. Pongamos un poco de cardio en nuestras vidas y mejoremos en consecuencia la salud.
Está por ver qué hará el centroderecha el 30 de octubre ante la presión de la extrema izquierda, podemita y socialista, y probablemente sumándose Més, que es parte inseparable de la tropa del Pacte de Progrés. Quiero pensar en el ciudadano medio, que probablemente está harto de tanto abuso. Del PP y de Vox dependerá acabar con una práctica que hoy no tiene ningún sentido.
El Estado y la administración local no están para dar paguitas sino ofrecer servicios públicos que faciliten la movilidad ciudadana asumiendo cada una de las partes el papel que le corresponde, en un ejercicio de responsabilidad plena y compartida. Que nada tiene que ver con la gratuidad del servicio.
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