Inmigración

Trabajadores del CETI de Ceuta acusan al director de llevar a inmigrantes a El Príncipe a comprar droga

También denuncian que ha permitido la entrada al centro de un guineano menor de edad

CETI Ceuta
Un grupo de inmigrantes subsaharianos en el CETI de Ceuta. (Europa Press)
David García de Lomana

La relación que el director del CETI de Ceuta, Jesús Bautista Fernández, mantiene desde hace meses con los inmigrantes está generando recelos entre los trabajadores del centro. Acusan al responsable de mantener un compadreo excesivo con los residentes, a quienes intenta ganarse con distintos favores. Incluso aseguran que les acompaña a la conflictiva barriada de El Príncipe a comprar droga. También critican que se salte las normas del CETI permitiendo el ingreso de menores de edad.

«Subió a un residente con problemas psiquiátricos en la furgoneta del centro y lo llevó a la barriada de El Príncipe. ¿Para qué? Dijo que iban a merendar a una cafetería y a por tabaco, pero aquí sabemos que en realidad fueron a pillar droga. El residente sufrió un brote, rompió el cristal de la furgoneta con la cabeza y se escapó. Lo tuvieron que estar buscando por el barrio», explican trabajadores del CETI a OKDIARIO Andalucía. El episodio tuvo lugar hace un mes, según apuntan, y el estado en que quedó la furgoneta corrobora el incidente.

El Príncipe Ceuta
Barriada de El Príncipe, en Ceuta. (Europa Press)

El pasado 24 de marzo, un guineano de 19 años mandó al hospital a cuatro vigilantes de seguridad y una cocinera tras una trifulca en el comedor del centro. Tras un juicio rápido por lesiones, se le condenó a una multa y se le prohibió acercarse al CETI, por lo que el inmigrante quedó a su suerte. El pasado jueves se zanjó el problema con su traslado a la península. Mientras se tramitaba su envío a  un centro de acogida a refugiados (CAR) de Andalucía, el director le habría estado pagando «un hostal de su bolsillo». Los trabajadores lamentan que el castigo por protagonizar una agresión múltiple sea dormir en un hostal y ser trasladado a la península.

Otro de los asuntos que ha provocado «revuelo» entre los trabajadores es la entrada al CETI de un guineano de 17 años. El centro admite inmigrantes menores de edad siempre que en el CETI haya algún familiar o tutor legal, en cuyo caso se les asigna un número de familia que se anota en su tarjeta identificativa. Este guineano dijo ser hermano de otro residente, pero luego se comprobó que los lazos familiares no eran tales. «Nos sorprendió comprobar que no tenía asignado ningún número de familia en su tarjeta. Hablamos con su supuesto hermano y al final resultó que no se conocían», relatan las citadas fuentes.

El menor entró al CETI a mediados de marzo y cumplirá la mayoría de edad a finales de abril. Los trabajadores no comprenden este trato de favor: «Se lo comunicamos a la dirección y nos pidieron que lo registráramos como mayor de edad. No entendemos nada».

El pasado octubre, con Bautista recién llegado, los trabajadores denunciaron a este periódico que el director había convertido el CETI en un «hotel» donde los inmigrantes eran «clientes», disfrutando de «taxis para ir a la mezquita» y montando zocos dentro del centro para hacer negocios. Meses después, la deriva sigue siendo la misma: «Apunta a los residentes a clases de rugby y artes marciales y le pide al dueño del gimnasio que no les cobre por ser inmigrantes».

Bautista, capitán de la Guardia Civil, fue elegido director del CETI tras la dimisión de José Durán, ex directivo de Cruz Roja que llevaba desde 2018 al frente del centro. Conocido por su «paciencia» con los internos y su «vocación por servir al inmigrante», Durán dio un paso al lado tras varias peleas entre magrebíes y subsaharianos. Además, el centro estaba totalmente saturado: albergaba a casi 800 inmigrantes pese a tener 512 plazas. «Salen 10 y entran 80, parece que regalan golosinas en la puerta», denunciaban en su día fuentes cercanas al CETI. El perfil social de Durán dejaba paso a uno más castrense, el de Bautista, quien tenía la misión de coger las riendas del centro y templar las aguas. Los inmigrantes parecen agradecer el cambio, pero no tanto los trabajadores: «Tiene a protegidos entre los residentes, pero ahora los desprotegidos somos nosotros».

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