«Mártir si Dios quiere»: condenado a internamiento el terrorista sirio que planeaba atentar en Sevilla
El menor se mostraba en redes sociales como un "cibersoldado" del Daesh "tremendamente homófobo y antisemita"
Deberá cumplir cuatro años y medio en régimen cerrado
La Audiencia Nacional ha condenado a cuatro años y medio de internamiento en régimen cerrado al joven sirio de 17 años que ideó un atentado yihadista con explosivos preparados en su casa de Montellano (Sevilla). El menor, que se definía como un cibersoldado de la yihad y guardaba en su habitación bombas listas para ser usadas, afirmó en Telegram que atentaría contra una comisaría.
El joven, hijo de una familia de refugiados, vivía con su madre y su hermana, de 10 años, en la calle Cuesta Bernardo de Montellano, un pueblo de la sierra sur de Sevilla de apenas 7.000 vecinos. La Policía ya lo tenía vigilado. Fue detenido el pasado 21 de enero mientras manipulaba material explosivo en un descampado.
En el posterior registro domiciliario se encontraron sustancias explosivas listas para su detonación, un machete, un chaleco militar con portacargadores similar al que utilizan los terroristas en actos suicidas, un cuaderno con fórmulas para fabricar explosivos caseros y una imagen de la bandera de Daesh enmarcada. El auto del juez lo calificó de «tremendamente homófobo y antisemita».
Ahora, tras un acuerdo de conformidad entre la defensa del joven y la Fiscalía, la sentencia dictada por el Juzgado Central de Menores de la Audiencia Nacional considera al menor responsable de un delito de integración en organización terrorista y tenencia de explosivos. Además de la pena de internamiento (la más alta hasta la fecha para un menor, según fuentes jurídicas), la resolución le impone cinco años de libertad vigilada y ordena al equipo técnico del centro de menores que elabore un plan concreto de desradicalización durante su estancia en el mismo.
‘La madre de Satán’
La sentencia acredita la progresiva radicalización del menor en Internet, a través de Facebook e Instagram, donde había asumido «su papel de cibersoldado o yihadista virtual». El joven recibía y difundía contenidos «radicales de carácter yihadista con la finalidad de adquirir los conocimientos suficientes» sobre Daesh, sus ideales y la forma de llevar a cabo ataques terroristas con explosivos.
Esta radicalización, detectada en febrero de 2023, fue evolucionando hasta que un año después, a principios de 2024, ideó un atentado mediante el explosivo TATP -conocido como La madre de Satán-, el mismo que preparó la célula yihadista que perpetró los atentados de Barcelona y Cambrils en 2017.
Fue una llamada anónima la que alertó a los agentes sobre la posibilidad de que el menor hubiese adquirido sustancias para la fabricación de explosivos.
En el marco de sus seguimientos, la Policía observó al menor el pasado 20 de enero tirar a la basura dos bolsas que contenían una caja con el rótulo «azufre en polvo», una máscara y gafas de protección, guantes reutilizables, un bote de masilla de poliuretano, dos garrafas y cinta aislante, entre otros productos.
Un día más tarde, junto a un amigo, se fue con una mochila al campo, donde efectuó diferentes detonaciones que confirmaron las sospechas de los investigadores.
«Mártir, si Dios quiere»
Fruto de ello, se solicitó la entrada y registro en su vivienda, donde la Policía encontró los tres elementos con los que se fabrica el TATP o La madre de Satán: acetona (seis botes), agua oxigenada (dos botes) y ácido sulfúrico, además de carbón y un bote de desatascador de desagües.
En una de las habitaciones, que un Tédax calificó como un «secadero de explosivos», se hallaron bandejas de secado con papel de cocina y restos de explosivos. En el escritorio se encontró parte de una bomba ya montada con metralla adosada a la misma, «lista para su uso», y a la que sólo le faltaba el explosivo para su detonación. En los cajones había más azufre y carbón, además de mosquetones y un botiquín.
También se incautaron cuadernos con notas manuscritas con la «receta» del TATP y documentos sobre la fabricación de explosivos y cohetes que acreditaban su «exhaustivo estudio» al respecto.
En su móvil había archivos que alentaban a la yihad global, entre ellos cánticos yihadistas o imágenes de armas y explosivos. Tras analizar el teléfono, se descubrió una conversación en Telegram en las que el menor aseguraba que iba a «detonar una comisaría de Policía». En otros chats se jactaba de haber fabricado TNT, pólvora o nitroglicerina, y mostró su deseo de «tener un misil de azúcar, nitrato de potasio o peróxido de acetona». «Mártir, si Dios quiere», escribió a uno de sus contactos junto a una foto suya.
Por último, el juez analiza la situación familiar y personal del menor, recalcando que «no tenía amigos ni apoyo social de su entorno» y acumulaba distintos «conflictos de convivencia». La sentencia indica que desde su infancia el condenado ha estado expuesto a «situaciones de violencia grave e importantes carencias de necesidades básicas», lo que ha configurado una personalidad con una «elevada dureza emocional y cognitiva y una normalización de la violencia».
El menor, concluye el juez José Luis Castro, se muestra «resentido» y presenta una «elevada percepción de injusticia y de conflicto social», lo que le lleva a tener «carencias en habilidades sociales, falta de empatía y un nivel elevado de indiferencia» hacia la sociedad.
Esta sentencia concluye uno de los 34 casos de yihadismo que han llegado al Juzgado Central de Menores en 2024, ocho más que el año pasado. En su última memoria la Fiscalía ya alertó del «importante repunte» de investigaciones a menores, principalmente por autoadoctrinamiento.