Mariló Torres, astronauta análoga, tras 14 días en un búnker: «Salir fue una explosión de colores»
La cordobesa ha completado con éxito la misión, antesala del próximo viaje a la Estación Espacial Internacional
El 2024 de la astronauta análoga cordobesa Mariló Torres ha sido intenso. En febrero viajó al volcán más grande del mundo, en Hawái, para simular un viaje a Marte. Y a mediados de julio se encerró 14 días en un búnker nuclear de Polonia con un mexicano, un suizo y dos estadounidenses. Confinados y aislados bajo tierra, se han puesto al servicio de la ciencia y han ejercido como «conejillos de Indias» en una ambiciosa investigación de la Agencia Espacial Europea que gira el foco a la salud mental.
Su claustrofóbica experiencia en LunAres servirá para un próximo viaje a la Estación Espacial Internacional, donde, por cierto, dos astronautas permanecen atrapados desde hace dos meses por problemas técnicos. Pero Torres rebaja el alarmismo: estos imprevistos son «parte de su trabajo». La NASA espera traerlos de vuelta en una cápsula en febrero de 2025.
Tras dos semanas sin ver el sol, sin brisa, sin café ni intimidad, la cordobesa recordó «lo que era la vida» en el autobús de vuelta a Varsovia, viendo el verde de los árboles y las bicis pasar. Y Torres ya sabe lo que es vivir varias vidas en una: es piloto, periodista, funcionaria y astronauta análoga. Y en esta última misión ha ejercido como oficial de comunicaciones.
PREGUNTA.- ¿Qué es LunAres y por qué se ha elegido esa localización?
RESPUESTA.- LunAres es un análogo en Europa. Su particularidad es que es un búnker bajo tierra donde se pueden realizar misiones simuladas en un marco que se asemeja a lo que sería un módulo o nave espacial, es decir, con sensación de confinamiento y aislamiento. Es un lugar totalmente cerrado y hermético, entre comillas, respecto al exterior.
P.- ¿Cuánto tiempo estuvieron encerrados en el búnker?
R.- Fueron dos semanas, del 18 al 31 de julio, aunque tuvimos tres días de entrenamiento previo, el preflight, y luego un día de postflight a la salida. Es decir, 18 días inmersos en la experiencia.
P.- ¿Se puede decir que la misión M6 Zulawski ha sido un éxito?
R.- Para mí lo ha sido a muchos niveles: en conjunto, en cuanto a rendimiento y consecución de objetivos, y a nivel personal, porque creo que ha sido mi mejor misión, en la que más he aprendido. También la más técnica, porque los EVAs (actividad extravehicular, por sus siglas en inglés) se hacían minuciosamente. El éxito personal es porque he podido desarrollar exitosamente mi experimento en base a la medición de la contaminación acústica en el espacio a través de dosímetros. En estos momentos el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) está llevando a cabo el vaciado de datos y la desencriptación de información. Todo lo que arroje será de mucho interés para mi informe final. Y a nivel de misión ha sido también un éxito porque hemos tomado parte como sujetos de estudio en una investigación oficial de la Agencia Espacial Europea (ESA) llamada AstroMentalHealth, realizando un experimento de corte neuropsicológico, con una primera parte desarrollada en LunAres y una segunda que tendrá lugar en la Estación Espacial Internacional (ISS) en el año 2025, a través de los integrantes de la misión Axiom 4, un estudio muy ambicioso que vincula a la NASA, la Agencia Espacial Europea, la JAXA (Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial), Roscosmos y la Agencia Espacial Canadiense, aunque va a ser una misión con un marcado carácter europeo, porque el estudio y la base principal de los experimentos van a ser coordinados por la ESA. Y aunque la comandante va a ser una astronauta estadounidense (Peggy Whitson), en la misión habrá un astronauta húngaro (Tibor Kapu) y uno polaco (Sławosz Uznański).
Durante los tres días de entrenamiento tuvimos la inmensa suerte de conocer a este último, que como especialista de misión llevará toda la parte científica y coordinará nuestro estudio. Fue una gran sorpresa y un gran honor recibir su visita. Y es un orgullo poder usar ese parche como colaborador de la Agencia Espacial Europea.
P.- Antes de partir hacia Polonia nos contó que la convivencia con la tripulación no iba a ser «placentera». ¿Qué ha sido lo peor?
R.- Pues debo decirle que mis cálculos fueron totalmente erróneos. También ha sido mi mejor misión porque he tenido mi mejor tripulación. Desde el minuto uno ha habido una afinidad y una coordinación asombrosas pese a ser un grupo heterogéneo de personas, con distintos orígenes y distintas edades (entre 32 y 53 años). Y aunque había compañeros que no habían tenido nunca una experiencia como astronautas análogos sabíamos bien a lo que íbamos. Era una tripulación apasionada y abnegada. Nos entendimos muy bien desde el principio. Todos sabíamos nuestras cualidades y nuestros puntos fuertes, quién debía tomar las riendas en qué momento. El primer día supe que no iba a haber ningún problema, pero es que al final incluso nos sentimos familia. En el ecuador de la misión nos dieron un día libre y era como pasar un domingo entre amigos, que te sientes en casa.
Ha sido una tripulación con la que no sólo he estado cómoda y me he sentido a gusto, sino que dentro de la exigencia física y mental también ha habido momentos de risas, bromas y anécdotas. No sé, a veces suceden estas cosas, ¿no? Es algo mágico. Y no exagero. Así ha sido.
P.- ¿Volveréis a veros?
R.- Pues sí, sin duda. El comandante Hassan (Hassam Guevara, de México), que es ingeniero espacial de la ESA y trabaja en el laboratorio de propulsión de Países Bajos, me ha dicho que quiere realizar el año que viene una misión aquí en España, en Astroland, con su pareja, que es especialista en navegación espacial. Han sido dos semanas, pero podríamos haber estado dos meses. Son personas con las que perfectamente podrías irte a la Luna.
P.- ¿Cómo era una jornada de misión? ¿Qué rutinas seguían?
R.- Había media hora para desayunar, media hora para almorzar y media hora para cenar. A las 8:00 teníamos que estar ya funcionando, y en teoría antes de las 23:00 horas debíamos estar ya descansando, aunque luego la realidad era otra. El día no daba de sí para finiquitar todos los asuntos asignados en el cronograma. Al levantarnos había siempre, mínimo, cuatro chequeos médicos: por la mañana, por la noche, y antes y después de la meditación. Y los días que teníamos EVA sumábamos dos chequeos más. La persona encargada era la doctora Linda Delgado (EEUU), especialista en fisiología espacial. Normalmente desayunábamos, luego había un briefing y una reunión de la tripulación y ya empezábamos a trabajar, chequeando el sistema y los dispositivos del hábitat. Luego teníamos hora y media de entrenamiento físico a través del programa Max Force, que implementó en su día el primer español en ir a LunAres, Guillermo Rojo (astronauta análogo y guía del campeón paralímpico de 400 metros en Tokio 2021, Gerard Descarrega). Luego teníamos media hora de meditación con plantas de lavanda, almorzábamos, y a continuación trabajábamos con nuestros experimentos personales: cuestionarios, test y tareas relacionadas con AstroMentalHealth. También debíamos grabar un vídeo diario, tú sola a cámara, de unos 15 minutos, hacer una serie de pruebas intelectuales y tareas domésticas que debíamos repartirnos entre nosotros. Y cuando había EVA al día siguiente teníamos mínimo dos horas de preparación previa. El último EVA que hicimos se prolongó durante siete horas, con los trajes puestos. Tuvimos que salir con pañales.
Los días se alargaban. Pero he estado muy contenta con mi rol de oficial de comunicaciones. Ya había sido comandante en mis dos primeras misiones y subcomandante en la tercera, y el peso de la responsabilidad estresa bastante, te impide disfrutar al máximo de la experiencia. Aquí mi labor ha estado más relacionada con mi profesión (periodista). El oficial de comunicaciones se dedica a la divulgación, a la documentación gráfica, a tomar notas y redactar un cuaderno de bitácora con tintes periodísticos, informativos y de difusión científica para dejar testimonio de nuestra misión.
P.- Cuéntenos alguno de los EVAs.
R.- Salen dos tripulantes, uno como líder y otro de apoyo, y dentro se quedan los otros tres: el líder de las comunicaciones, el ayudante y el Leo driver, que maneja el rover (un vehículo de exploración espacial) a través del terreno de simulación lunar. Desde el búnker accedíamos a estas zonas por túneles. Y rotábamos, es decir, los cinco tuvimos que desempeñar los cinco roles. Era muy realista. Las comunicaciones eran idénticas a las que puede tener un astronauta. También aprendimos su lenguaje de signos, porque llevando casco y traje no hay posibilidad de escucharse. Hicimos millones de cosas: desde sufrir un pico de radiación y tener que cubrir unas antenas para protegerlas hasta tener que rescatar un tripulante incapacitado, que era un muñeco de simulación con el peso de una persona real. Con tiempo cronometrado, había que acarrear con él con un sistema de poleas y llevarlo a una zona segura para su asistencia médica. Era durísimo. También tuvimos que reparar un panel solar, limpiar un satélite…
El último EVA fue el más largo y duro. Pasamos unas siete horas y media en el refugio con los trajes puestos. Sólo pudimos quitarnos el casco, pero no podíamos hablar entre nosotros. Sólo comunicarnos por radio con el exterior. Ahí se simuló que perdíamos el contacto con el hábitat y se producía una despresurización dentro del búnker. Se simulaba una hecatombe y se cobijaban en el refugio con las máscaras antigás. En caso de que hubiera humo había que usarlas. Fuimos llamados por el control de misión externo a socorrer a nuestros compañeros incapacitados. Había que dar con ellos y ofrecerles primeros auxilios, además de restaurar los soportes vitales y volver a presurizar el hábitat en un tiempo estipulado. Era un trabajo muy físico, sumado al estrés mental de las comunicaciones, que tenían todas las palabras medidas. Conseguimos hacerlo. Fue muy exigente, muy profesional. Realmente parecía un EVA fuera de la Tierra.
P.- También entraron en directo en un programa de televisión de divulgación científica y fabricaron un robot…
R.- La intervención en un programa de la televisión pública polaca se debe a que nuestra misión se llama M6 Zulawski en honor al escritor de ciencia ficción polaco (Jerzy Żuławski). Este año se cumple el 150º aniversario de su nacimiento. Por eso la misión ha tenido cierto componente literario: una de nuestras tareas ha sido leer sus libros y conocer las obras maestras polacas de ciencia ficción. También veíamos cine de este género al final de la jornada. En la conexión en directo reseñamos la opinión de las obras que habíamos leído y las películas que habíamos visto, estableciendo un paralelismo entre lo que era nuestro día a día, nuestra rutina de astronauta dentro del hábitat, y las rutinas de trabajo de los escritores de ciencia ficción, así como la relación entre lo que se escribe en ciencia ficción y los protocolos y procedimientos que se siguen a nivel espacial. Fue interesante y nos dijeron que tuvo bastante audiencia.
Y con respecto al robot… Cada uno tenía sus experimentos personales, aunque fruto de la sinergia proponíamos cosas nuevas. Mis compañeros ingenieros eran verdaderos talentos, me tenía que poner mucho las pilas para trabajar a su nivel. Estamos hablando de un ingeniero espacial de la ESA, un ingeniero civil norteamericano especializado en robótica y en inteligencia artificial, y un ingeniero biotecnólogo suizo especialista en materiales de nueva generación. Pusimos en común nuestras ideas: ellos hicieron la parte técnica del robot y yo hice la parte teórica y de funcionalidad. Nos sirvió para implementar y mejorar las luces de nuestro rover y para conectarlo a la red que manejaba los soportes vitales dentro del búnker: consumo de agua, energía, ventilación, calidad del aire…
P.- ¿Dónde dormían?
R.- En un espacio común con seis literas. Cada una tenía su punto de luz, de carga, un espacio donde poder sentarse, un pequeño estante… Era nuestra zona de descanso. Evidentemente, mucho mejor que la de un astronauta en una nave espacial. En el búnker no existe la microgravedad y dormimos en horizontal, así que necesitamos más espacio. Había cierta intimidad, pero no demasiada. Y no hay que olvidar que ha sido un Gran Hermano, un reality. Todos los espacios contaban con cámaras, excepto la zona del aseo y de la ducha.
P.- La investigación ha hecho hincapié en la salud mental. ¿Cuán importante es en el mundo laboral?
R.- Es la gran olvidada. Parece que ahora la sociedad empieza a entender que es un punto clave. En aviación (Mariló también es piloto de acrobacia aérea) pasábamos los pertinentes reconocimientos médicos en el CIMA (Centro de Instrucción de Medicina Aeroespacial), pero la parte psicológica o psiquiátrica no se miraba tanto. Y todos hemos conocido casos, como el accidente de Germanwings, cuando un miembro de la tripulación técnica en seria situación de inestabilidad mental llevó a cabo un acto criminal. El factor psicológico es fundamental para la salud general. La atmósfera laboral ha de ser idónea a todos los niveles para que esa persona realmente pueda rendir, ya sea un astronauta, un maestro o un funcionario. Tanto a nivel sensorial como a nivel emocional. Si no, tenemos graves problemas: alteraciones de sueño, estrés, ansiedad… Y diría que eso es más incapacitante incluso que una enfermedad física o fisiológica. Por eso resulta tan interesante en el sector espacial.
Y mi experimento personal iba en esta línea: el estudio del impacto de la contaminación acústica que sufren los astronautas en sus espacios de habitabilidad. Hasta ahora se había estudiado mucho el momento de presión crítica grave, es decir, el lanzamiento, pero lo que yo he querido simular en el búnker es el efecto silencioso en una estación o en una nave espacial, recopilando el espectro sonoro de vibraciones, ruidos de fondo, impedancias, voces humanas… y la manera en que todo ello puede afectar a una persona.
P.- ¿Cómo ha sido ver de nuevo la luz del sol y volver a la rutina diaria? ¿Le ha costado mucho?
R.- En el búnker, al estar bajo tierra, el aire fresco del exterior iba insuflado por un sistema de ventilación artificial. Te entra aire del exterior, pero no sabes qué temperatura hace fuera. Hay momentos en los que sientes, escuchas y piensas que está lloviendo, pero no lo sabes. Y todo ello con luz artificial. Así que el momento de salir es como una explosión de colores, porque dentro todo es gris, pardo, azulado… Y de pronto, sales fuera. Cerca del búnker, en el aeropuerto, hay un bosque impresionante. El color verde de los árboles, el azul del cielo, el dorado del sol… Era una explosión de colores. Y la incorporación a la vida normal… bueno, todo es paulatino. Cuando sales de allí todavía sigues en la inmersión. Me metí en un bus camino de Varsovia y a lo largo del camino, varias horas, vas viendo vida, ciudades, gente que pasa en bici, gente que sale del trabajo, niños, un barquito en el río Vístula… y dices: «Bueno, pues ésta es la vida, ¿no? Ya estamos en la vida normal». Luego llegas a un hotel, haces turismo en Varsovia, y piensas: «Bueno, sensación de vacaciones». Pero todavía con ecos de la inmersión. Es tan intensa, antes, durante y después, que todavía hay flecos. De hecho, hablas con los compañeros por WhatsApp y es como si fueras a volver a entrar de nuevo al hábitat, como si esa noche no fueras a dormir en un hotel. Antes de volver a España tuve unos días para descansar. Y cuando llegas el lunes al trabajo te quedas con todo lo vivido, lo aprendido y la experiencia. Una misión más. Y ya pensando en la siguiente.
P.- ¿Qué será lo próximo?
R.- He tenido dos misiones muy seguidas, pero eran oportunidades que no podía dejar pasar. Aunque era duro hacer una misión a finales de febrero y otra a finales de julio, dije: «Me lanzo y ya está, este año será así». Mi plan el próximo año sería ir al análogo de la Mars Society en el desierto de Utah (EEUU). La tripulación Hypatia II, con científicas españolas (nueve mujeres), ya está cerrada. En todo caso iría en calidad de reserva, pero me gustaría postularme. Y si no es con la Hypatia II, con alguna otra misión internacional, de nuevo como mercenaria (risas). Todo eso al margen de los workshops, el CHASM de la Mars Society en Lausana (Suiza), la Conferencia Internacional de Astronautas Análogos Biosphere III o el evento New Space & Land, entre otros.
P.- ¿Qué opinión le merece que dos astronautas lleven ochos semanas varados en la Estación Espacial Internacional?
R.- No entiendo el alarmismo de las informaciones sobre este tema. Todo está bajo control. Son profesionales con mucha veteranía. Circunstancias como las que se están dando forman parte de su trabajo, es algo inherente a su actividad como astronautas.