La misión espacial de una española en Hawái: «Pasé 7 días en un volcán simulando la vida en Marte»
Mariló Torres es la primera española en participar en una misión de este tipo en el módulo diseñado por la NASA
Su objetivo, recrear condiciones de vida extraplanetaria para allanar el camino a próximos astronautas
Mariló Torres es astronauta análoga y viene de pasar una semana en Hawái, pero no han sido unas vacaciones. Allí ha estado aislada y confinada simulando condiciones de vida extraterráquea para impulsar la ciencia y la tecnología que requerirá la futura exploración espacial. El objetivo: recrear en un campo de pruebas, lo más fielmente posible, el escenario que los astronautas se encontrarán en próximos viajes a la Luna o Marte.
OKDIARIO Andalucía ha charlado con esta piloto cordobesa (puede ver aquí la entrevista completa) sobre su misión en la ladera del volcán más grande del mundo. Siete días inmersa en un escenario hostil, llevando su cuerpo y su mente al límite, con el fin de desarrollar un manual de operaciones que será clave en posteriores misiones análogas.
Acompañada de otros cuatro tripulantes, Mariló ha tomado muestras de minerales, desarrollado un sistema de cultivo acuapónico para crear vida vegetal sin tierra y colaborado en la puesta a punto de un traje espacial experimental, además de someterse a duras pruebas que evalúan el rendimiento humano bajo el estrés del entorno espacial. Es la primera española reclutada para una misión en este hábitat que la NASA diseñó hace 15 años. Ésta ha sido su asombrosa experiencia.
PREGUNTA.- ¿Cuál es la labor de una astronauta análoga? ¿En qué consistió la misión?
RESPUESTA.- Las misiones análogas humanas son simulaciones de actividades espaciales realizadas desde tierra en diversos entornos para recrear diferentes aspectos de la exploración espacial fuera de la Tierra. Estas performances se llevan a cabo en escenarios hostiles como desiertos, cuevas o volcanes que comparten características similares a la Luna o Marte. Los astronautas análogos nos aislamos y confinamos en estos lugares extremos para evaluaciones físicas y psicológicas, testar tecnología, probar prototipos experimentales… siempre en un contexto controlado y de seguridad. Los resultados de nuestro trabajo son importantes para agencias espaciales, universidades y programas ya en marcha de cara a esas actividades futuras de esos astronautas que, al contrario que nosotros, sí abandonarán la Tierra. Aportamos nuestro pequeño grano de arena para equivocarnos aquí y que ellos, en un entorno arriesgado y peligroso, no se equivoquen y aprendan de nuestra experiencia.
La vocación me viene desde pequeña. Siempre me fascinó la exploración espacial, pero no he llegado aquí como científica, sino como piloto. Lo que más me atrajo de la aviación fueron los procedimientos de emergencia, la seguridad en vuelo… Y las operaciones espaciales son dignas herederas de las aeronáuticas. Empecé a formarme en otras materias afines como la astrofísica o la astrobiología, y sobre todo en procedimientos espaciales. Así nació mi idea de llevar a cabo estos experimentos de evaluación y de efecto psicológico en las tripulaciones espaciales. En este caso llevé mi investigación personal a HI-SEAS, el análogo de exploración espacial en Hawái, que está situado en el volcán Mauna Loa, el más grande del mundo, a 4.500 metros respecto al lecho marino y 2.500 respecto al nivel del mar. Y allí, junto con mis compañeros, llevé a cabo todo este estudio, que duró una semana, del 22 al 28 de febrero.
P.- ¿Qué equipo le acompañó en la misión? ¿Cómo transcurrió esa semana?
R.- Íbamos a ser seis tripulantes, pero había un chico pakistaní, vinculado al centro de tecnología espacial de Bruselas, que no consiguió el visado. Al final fuimos cinco personas: el comandante escocés Mason Robins; yo en calidad de vicecomandante, era la segunda a bordo; la ingeniera espacial a nuestro lado, Catalina Sánchez, de Costa Rica; y dos estadounidenses, Sarah Shields, que era la geóloga, y Kenny Chao, nuestro oficial médico.
Mi propósito de estudio se basaba mucho en la evaluación de mis compañeros, en sus interacciones, en su relación con los procedimientos espaciales, en su asimilación e integración de los procedimientos, tanto diarios como en situaciones de emergencia. En los dos últimos días de la misión llevé a cabo dos emergencias, una eyección de masa coronal con un pico de radiación y un PEM -pulso electromagnético-, que gestionamos exitosamente. También simulamos un impacto de micrometeorito en el hábitat y se solventó dentro del tiempo de soporte vital. El objetivo final de mi investigación sería confeccionar un manual de operaciones, una guía que fuese común a todos los análogos del planeta, que ayudará a la comunidad internacional de astronautas análogos a poder desenvolverse con sus estudios y sus experimentos en cualquier análogo del planeta.
P.- ¿Y por qué en Hawái?
R.- Aquí hay que tirar de un poco de historia. Son unas instalaciones míticas diseñadas por la NASA. Se pusieron en marcha hace ya 15 años con un experimento importante: vivieron seis personas durante un año. Luego se hicieron algunas misiones más y se abrió la puerta a que astronautas análogos trabajaran a nivel mundial. Ahora está regentado por EuroSpaceHub, EuroMoonMars y Blue Planet, y nosotros tenemos la oportunidad de beneficiarnos de un módulo, un hábitat diseñado por la NASA con todo su suministro energético de soporte vital. Para mí era una oportunidad fantástica de poder desarrollar mi trabajo.
En cuanto al volcán, es el escenario análogo, el entorno árido hostil donde poder llevar a cabo los EVAs -actividad extravehicular, por sus siglas en inglés-, donde nos colocamos los trajes espaciales, cascos, el suministro de oxígeno y salimos a llevar a cabo una misión, que puede ser recolección de muestras, detección de forma de vida, reconocimiento del terreno, probar un rover -un astromóvil o vehículo de exploración espacial-, una antena de comunicaciones, un dispositivo de comunicaciones… hay mil opciones. Fui principal colaboradora de la prueba de un traje espacial presurizado, un traje experimental que puede convertirse en el próximo traje espacial de los futuros astronautas de la Agencia Espacial Europea. Eso me encantó, igual que colaborar en entrenamientos de alta intensidad con nuestro oficial médico. También estuve muy vinculada a Sarah, la geóloga. Las dos protagonizamos un EVA juntas en el que tomamos un material maravilloso, de mucha trascendencia a la hora de estudiar la incidencia de estas erupciones volcánicas, que también pueden ser muy similares al tipo de roca que se encuentra en Marte. Y también pusimos en marcha el acuapónico, el sistema de hidroponía, y la posibilidad de crear vida vegetal sin tierra, a través de aire o agua, que quizás sería más factible fuera de nuestro planeta.
P.- ¿Cómo es la preparación física y psicológica previa y qué otras misiones tienen previstas en el futuro?
R.- La preparación tiene que estar en ti, no es algo previo a la misión. Vives preparado, hay un estado de forma física adaptado a este tipo de performance, y al mismo tiempo la clave está en la mente. Es el cerebro el que consigue que te sobrepongas a situaciones complicadas. En el caso del análogo que tenemos en España, en Santander, en Astroland, es de vital importancia tener experiencia en escalada o espeleología, pero cada misión es un mundo. En la de Hawái me encontré con momentos duros: gran altitud, menos oxígeno… se nota la diferencia. Casi cada noche tenía dolor de cabeza. Esto no son unas vacaciones, no es un campamento, hay que hacer ciertos sacrificios físicos. No podemos darnos una ducha, los váteres eran compostados, y a esto hay que sumar el frío, la falta de sueño y situaciones de cierta incomodidad. Es el cóctel perfecto para creer que no puedes hacerlo, pero vas aprendiendo de misión a misión. Una se pone a prueba y termina logrando cosas inesperadas. Y eso fortalece mucho. Ese bagaje se va acumulando y es muy valioso de cara a una nueva misión.
Mi objetivo ahora es la estación de Investigación LunAres, que está en Polonia, en un aeropuerto militar soviético abandonado. Bajo unos hangares nucleares hay un búnker subterráneo y allí se pone a prueba la situación de convivencia extrema que podría asemejarse a un viaje a la Luna o a Marte, en un espacio muy reducido donde no hay posibilidad de salir y todos deben hacer su trabajo. Una misión análoga es sinónimo de fidelidad. Se tiene que respetar todo aquello que hace que sea una experiencia totalmente extrapolable a la Luna o Marte. Y sobre todo teniendo en cuenta que nuestras necesidades particulares siempre se doblegan y están por debajo del objetivo último de la misión.