La corrupción de UGT

El fiscal dice que UGT usaba facturas falsas para pagar fiestas con el dinero de los más desfavorecidos

El fiscal entrega su informe final sobre la corrupción de UGT en Andalucía

Francisco Fernández Sevilla, ex secretario general de UGT Andalucía.
Francisco Fernández Sevilla, ex secretario general de UGT Andalucía.
Borja Jiménez

Difícilmente podrá sobreponerse UGT Andalucía (UGT-A) del golpe judicial que este miércoles le ha asestado el fiscal Anticorrupción, Fernando Soto, quien ha asegurado en el informe final del juicio contra la cúpula del sindicato que UGT usaba de modo «genérico» su mecanismo de «facturas falsas» para poder pagarse sus fiestas con el dinero de los trabajadores y de las personas desfavorecidas.

Así lo ha manifestado el fiscal este miércoles ante la Sección Tercera de la Audiencia de Sevilla durante la explicación de su informe final, donde considera que hay «indicios sobrados» de que los antiguos responsables de UGT-A encausados implantaron «un mecanismo de facturación falsa para defraudar a la Administración» andaluza, con un concierto con determinados proveedores para que los mismos generasen tales facturas para cargar las mismas a las subvenciones para cursos de formación por «conceptos que no respondían» a la realidad.

Los acusados, recordémoslo, son el ex vicesecretario de Organización y ex secretario general del sindicato Francisco Fernández Sevilla; el que fuera secretario general de Administración de UGT-A, Federico Fresneda; la ex secretaria de Gestión Económica, María Charpín; la ex responsable del departamento de Compras de UGT-A, Dolores Sánchez; y el consejero delegado de la entidad satélite del sindicato Soralpe I Mas P Asociados S.L., Enrique Goicoechea.

Cárcel

Con relación a todos ellos, el fiscal ha elevado a definitivas sus conclusiones provisionales, confirmando su petición de condena de siete años de cárcel y multa de 50 millones de euros para cada uno de ellos. Además, solicita que se les imponga el pago de una indemnización, conjunta y solidaria, de 40,7 millones de euros -que es la cantidad supuestamente defraudada- a la Junta de Andalucía, y a la responsable del departamento de Compras el pago adicional de 4,2 millones de euros.

El fiscal también ha ratificado su petición de tres años de prisión y multas de 3.650 euros respecto a la decena de empresarios otrora proveedores de UGT-A también acusados, con petición del pago de indemnizaciones comprendidas entre los 638 euros y el millón de euros; salvo en el caso del empresario Moisés Morillo y su entidad Viajes Macarena, pues con relación ha ellos ha retirado su acusación.

El representante del Ministerio Público ha detallado durante el despliegue de su informe final los aspectos al «bote» de dinero cosechado por la UGT-A, para sus «fines propios», gracias a las «diferencias» a su favor entre las facturas cargadas a las subvenciones autonómicas para cursos de formación, por conceptos «genéricos» o supuestamente ajenos a la realidad; y los servicios verdaderamente prestados por los proveedores emisores de tales recibos.

También ha señalado los «rápel» o descuentos aplicados por tales proveedores al sindicato por determinados «volúmenes» de compra con cargo a las ayudas autonómicas durante periodos concretos, descuentos que no eran comunicados a la Junta de Andalucía como órgano gestor de la fiscalización de estos fondos públicos.

Justificaciones

Al punto, Fernando Soto ha aseverado que UGT-A «tuvo que haber justificado ante la Junta el precio final» pagado por los productos o servicios comprados con cargo a la Junta de Andalucía y que cualquier rebaja debería haber redundado precisamente en los propios cursos de formación como objeto de las ayudas recibidas por el sindicato.

Y especialmente, el fiscal ha alertado de que durante el juicio han recaído «indicios poderosos» de que estos «instrumentos» de «bote» y descuentos fueron «usados de manera genérica» por estos entonces responsables de UGT-A y no sólo para las ayudas autonómicas para los cursos de formación. Esta mecánica, según ha destacado, fue convirtiéndose en «transversal» y «genérica» y habría sido utilizada para «más fondos» cosechados por UGT-A, que hizo de este sistema «su forma de ser».

Así, ha criticado que estos entonces dirigentes del sindicato, una organización destinada a «defender y ayudar a los trabajadores y los desfavorecidos», actuasen de esta manera y costeasen incluso «fiestas» con cargo a los fondos públicos.

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