El camello que el PSOE de los ERE enchufó en Vitalia: «Yo era cocainómano, me pagaban por hacer el tonto»
El testigo, cocinero de profesión, no tenía "ni idea" de lo que hacía en una consultora económica
Un «cocainómano» enchufado en Vitalia que cobraba por «hacer el tonto». Así se ha definido el camello de Juan Francisco Trujillo, el chófer de la coca, que este miércoles declaraba como testigo en el juicio que se celebra en la Audiencia de Sevilla por las ayudas millonarias que el socialista Francisco Javier Guerrero, ex director general de Trabajo, desvió a las empresas ficticias de su chófer para fundírselas en droga, alcohol y fiestas.
El testigo, cocinero de profesión, ha dicho ser «amigo» de Guerrero «desde pequeñito», ya que él era de Cazalla de la Sierra y el socialista de El Pedroso, municipios vecinos de la provincia de Sevilla. Tras quedar en paro, recurrió al ex alto cargo del Gobierno andaluz, condenado por el caso ERE, y éste le enchufó en Vitalia Vida, donde trabajaba sin tener «ni idea» de lo que hacía allí (la consultora económica elaboraba para la Junta las pólizas de seguro de rentas financiadas irregularmente por el departamento de Guerrero).
«Yo entonces era adicto a la cocaína. En alguna ocasión la había consumido con Guerrero y él me metió en Vitalia. Allí hacía el tonto, no tenía ni idea de qué era ese grupo y no entendía nada de aquel trabajo, yo era cocinero», ha reconocido. Estuvo «un año y pico» en la empresa, pero «no sabía cómo funcionaba». «Notaba que algo raro había, porque no era normal meter a un tío que no entendía nada de nada de nada de nada de aquello». «Me tenían para echar horas» y poder justificar así su sueldo. «Tonto no soy, yo veía que ahí metía Guerrero a gente de los ERE», ha admitido. Antonio Albarracín, ex directivo de Vitalia, figura también como acusado en el juicio.
Un buen día, recibió una llamada de Trujillo «de parte de Guerrero» para preguntarle «dónde podía comprar cocaína». Y desde entonces pasó a ser el camello de confianza de ambos: el chófer recurrió a él en «tres o cuatro ocasiones» y pagaba siempre «con billetes de 500» para comprar droga en grandes cantidades, «10, 15 o 20 gramos».
«Una vez me dijo que si podía llevarle diez gramos a una fiesta en el hotel Alfonso XIII (en Sevilla), pero yo no tenía dinero para tanta droga», ha afirmado, evitando que su viejo amigo, fallecido en 2020 víctima de un paro cardiaco, quedara en mal lugar: «Guerrero nunca me dijo ‘compra’. Que tú, como drogadicto, veas que él se ha metido… Bueno, yo ahí no juzgo».
Trujillo era por tanto el encargado de requerir sus servicios y de saldar cuentas con el dinero de los andaluces. La confianza era tal que el chófer incluso le pidió viajar a Sudamérica para comprar cocaína a mejor precio. Rechazó la proposición: «Yo entonces era cocainómano, pero no gilipollas».
25.000 euros al mes en cocaína
El juicio arrancaba este pasado lunes con lo que parecía un intento de Trujillo por forzar la suspensión del juicio, renunciando a su abogado y solicitando otro de oficio: «No confío en él». El tribunal denegó su petición al considerar que está «perfectamente representado». Ya en su comparecencia, el chófer ratificó «totalmente» lo que declaró ante la Policía y ante la juez que investigó el caso, Mercedes Alaya. En 2012 aseguró que se gastaban 25.000 euros al mes en cocaína y que entre su jefe y él esnifaban más de cinco gramos al día cada uno. «Sigo diciendo que soy culpable», aseveró.
Cabe recordar que el proceso judicial que atraviesa Trujillo lleva desde 2017 a la espera de un juicio en la Audiencia Provincial de Sevilla. Y ha pasado por cuatro jueces: dos jubilados, uno que solicitó el traslado y otro que se abstuvo por haber sido alto cargo de la Junta. La Fiscalía Anticorrupción reclama para el chófer de la coca 14 años de cárcel, 30 años de inhabilitación y el pago de una indemnización de más de 1,47 millones de euros.
Por su parte, Guerrero, en su día principal implicado en la trama de los ERE de la Consejería de Empleo, negó siempre las acusaciones que pesaban sobre él. «Ni he sido un putero ni me he dedicado a la drogodependencia», se defendió, recalcando que sus únicos vicios eran fumar Marlboro y beber Beefeater «de postre».