‘Isabel Preysler: mi Navidad’: las fiestas más aburridas de la televisión
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Ya se ha estrenado en Disney + la serie documental Isabel Preysler: mi Navidad, producción que muestra las fiestas de fin de año más aburridas de la televisión. Este es un producto sin ritmo, sin sustancia, demasiado autocomplaciente, sin pizca de humor, crítica o ironía. Un constante devenir de imágenes muy bien fotografiadas pero vacías de contenido en las que la abeja reina de la alta sociedad española habla de lo extraordinariamente generosa que es con el servicio, lo orgullosa que está de sus hijos, de lo humilde que es, de lo mucho que quiso a Miguel Boyer y lo que le molestan los paparazzi. Todo para narrarnos los preparativos de una cena de Nochebuena que nunca llega. De hecho, la serie termina con ella sola, mirando a cámara, con luces doradas de fondo y hablando de la paz mundial y de los niños que sufren.
Está muy de moda entre los ricos y famosos tener un docureality propio como el que se compra un coche de lujo. Ahora, si eres alguien, has de protagonizar tu propia serie. Esto da mejores (Beckham, en Netflix) y peores ( Pombo, en Amazon Prime) resultados, pero hay gente que nunca debería aparecer en un producto de estas características, no porque no interese, sino porque pueden cargarse su propia marca. Este es el caso de Isabel Preysler, un personaje que funciona muy bien como mito pero que se diluye con la introspección. Cuanto más se sabe de ella, menos interés causa. Isabel es de esas divas que sacan un partido increíble a su leyenda y misterios. Esa exposición tan pop a la que la ha arrastrado, principalmente, su hija Tamara Falcó, no le sienta bien.
A priori, un producto como Isabel Preysler: mi Navidad tiene toda la lógica del mundo. Ella, de hecho, es un icono de estas fiestas gracias a los míticos anuncios de los bombones Ferrero Rocher o de Porcelanosa. La aristócrata siempre ha cuidado mucho esa imagen de elegancia elitista y familiar que tan bien encaja en esta época del año. Se podría esperar, pues, que esta serie de Disney + fuese una especie de manual de estilo para tener una Navidad perfecta (aunque inalcanzable económicamente) pero no, al final se ha optado por un docureality al uso en el que la ex mujer de Julio Iglesias cuenta anécdotas de su vida (las que le interesan, lógicamente) y se promociona mucho a sí misma.
Isabel, caminando sola por Villa Meona (así se conoce popularmente su casa) es la imagen más destacada de la serie. Pero Preysler no está sola, además de sus hijas Tamara Falcó y Ana Boyer (que también aparecen en pantalla), la acompaña un amplio personal de servicio- una asistenta, una cocinera, un mayordomo y un chófer-. De hecho, son sus trabajadores los que mejor hablan de su señora. «Es muy buena persona y, la verdad, siempre se preocupa por nosotros. Cuando yo me fui a Paraguay, en el 2015, murió mi madre. Entonces la señora me llamó y me dio mis vacaciones del año siguiente, cosa que no ocurre normalmente en una casa. Y yo le estoy muy agradecida», dice Ramona, la cocinera, sin demasiado entusiasmo (no deberá estar acostumbrada a hablar ante la cámara).
Y al final, Isabel, lo único que desea para Navidad es que acaben las guerras. Así termina una serie que no tiene un objetivo claro más allá que el de mostrar hermosa y bien encuadrada a su protagonista. Y cierto es que, técnicamente, la producción es hermosa pero si las imágenes, por bonitas que sean, no tienen contenido, al final aburren. Pero es la única forma que Isabel tiene de mostrarse públicamente, decidiendo ella lo que se ve y lo que no. Es más, en la presentación de la serie, la diva se negó a ser entrevistada por los medios escritos (tal vez sea por su acuerdo con Hola), lo que demuestra lo muy medidos que tiene sus movimientos. Lástima que aquí, en la serie, su misterio se convierte en pereza.