‘Feud: Capote contra los Cisnes’, una obra de arte sobre venganza, literatura y mujeres
Es la historia de la enemistad entre el escritor Truman Capote y las mujeres más poderosas de los 70
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5 episodios y en el top 1 de Netflix: la miniserie que te enganchará desde el primer minuto
Con sólo tres capítulos emitidos en HBO Max, se puede confirmar que la segunda temporada de Feud (antología creada por Ryan Murphy sobre grandes enfrentamientos de la historia), titulada Capote contra Los Cisnes (Capote vs. The Swans) es, con toda posibilidad, la mejor serie de la temporada . Una venganza muy disfrutona basada en la enemistad entre el genial escritor Truman Capote y las mujeres más poderosas del Nueva York de los años 70. Puede que, para los no entendidos, esta trama les de pereza o les parezca demasiado lejana en contenido y fecha pero la miniserie es, en realidad, una gozada y una delicia audiovisual que reflexiona sobre la autodestrucción, la conciencia de clases, la lealtad y esa necesidad que ha acompañado siempre al colectivo LGTBI de inventarse personajes para ser admitidos en sociedad. Una joya que va a triunfar en la nueva temporada de premios.
De cómo Truman Capote vendió su alma
Es más que recomendable que, antes de ver Capote contra los Cisnes, se descubran o se vuelvan a disfrutar dos películas: Capote (2005), famosa cinta que le valió el Oscar como Mejor actor a Philip Seymour Hoffman y, sobre todo, Infamous (traducida aquí como Historia de un crimen), producción de 2008 mucho más directa y entretenida que la anterior. Ambos filmes cuentan lo mismo: cómo Truman Capote vendió su alma al diablo para poder escribir A sangre fría. Una historia tortuosa que debería tenerse en cuenta antes de enfrentarse a la nueva serie de HBO Max.
Por si acaso, pongámonos en contexto. En las primeras horas de la mañana del 15 de noviembre de 1959, en un pueblo de Kansas, los cuatro miembros de la familia Clutter fueron asesinados. Hasta esa población rural de la América profunda se acercó Truman Capote (en ese momento un prestigioso escritor y periodista) junto con su buena amiga Harper Lee (quien luego escribiría el clásico Matar a un ruiseñor). Capote consiguió hablar con los dos asesinos, Richard Eugene «Dick» Hickock y Perry Edward Smith, llegando incluso a tener una relación muy estrecha con uno de ellos (Perry) mientras estaban presos y esperando la horca.
Truman sabía que no podía terminar su obra maestra hasta que los asesinos muriesen. Prometió ayudarles a cambio de información pero el escritor no movió un dedo por ellos. Es más, deseaba su muerte por el bien de la novela. Esto ocurrió el 14 de abril de 1965. Tal y como dijo la propia Harper Lee: “Esa noche murieron tres personas: Richard, Perry y Truman». Y es que Capote alcanzó la gloria con A sangre fría pero, a partir de su publicación, cayó en una espiral de alcoholismo y autodestrucción.
La guerra con los Cisnes
Capote contra los Cisnes comienza en 1975, con un Capote destruido física y moralmente. Sigue siendo el autor vivo más brillante de Estados Unidos, amigo íntimo de muchas celebrities y apadrinado por las mujeres más ricas e influyentes de Nueva York, a las que, por esa época, apodaban como Los Cisnes (por su belleza y poder). Truman era el mejor amigo de esas diosas o, más que eso, era su bufón; se reían con él y le hacían tesorero de sus intimidades. Pero el escritor estaba, profesionalmente hablando, en horas bajas. Las deudas le comían y no tenía inspiración. Todo cambió cuando decidió escribir Plegarias atendidas, su última novela inacabada.
Para promocionar su obra, Truman publicó el primer capítulo en la revista Esquire en 1975. No se daban nombres reales pero no hacía falta. Todo el mundo sabía que Capote estaba narrando los secretos más inconfesables de sus amigas, sus musas, sus cisnes. Truman volvió a traicionar y a traicionarse así mismo por el bien de su arte. Esto provocó que la alta sociedad le diera de lado y muriese prácticamente solo en 1984 con 54 años de edad.
Glamour y flagelación
Después de deslumbrar en 2017 al público con la primera temporada de Feud (que versaba sobre la guerra entre las actrices Joan Crawford y Bette Davis), Ryan Murphy ha vuelto con esta antología sobre enemistades célebres con una historia que tiene muchas más capas de lo que puede parecer a priori. La miniserie, sólo por escoger esta trama, ya es un riesgo en sí misma y es por eso que se pone toda la carne en el asador para ofrecer un producto casi perfecto. Aquí no se ha reparado en gastos. Siete de los ocho capítulos han sido dirigidos por Gus Van Sant (El indomable Will Hunter, Milk o Elefant), lo que ya da una idea del nivel artístico que se puede encontrar en Capote vs. The Swans.
Y luego tenemos un casting de campanillas absolutamente maravilloso: Naomi Watts da vida a la socialité Babe Paley, a su vez esposa del director de la cadena de televisión CBS William S Paley. Chloë Sevigny es CZ Guest, musa de Warhol y Dalí. Diane Lane, a su vez, interpreta el papel de Slim Keith, otra dama de la alta sociedad, y Calista Flockhart es, en esta ocasión, Lee Radziwill, la hermana pequeña de Jackie Kennedy. Ellas son los Cisnes, víctimas y verdugos de un Capote interpretado magistralmente por el actor inglés Tom Hollander.
Al final del primer capítulo de Capote vs. The Swans, el personaje de Babe Paley (Naomi Watts) se refiere a Truman Capote como “un bufón marica” desesperado por entrar en la alta sociedad. No lo dice tanto como insulto sino como epitafio trágico. Ese es uno de los principales temas de la miniserie: el cómo la marginalidad crea monstruos. Se debate sobre la necesidad (y eso pasa mucho en el colectivo LGTBI) de inventarse personajes para encajar en el entorno, de ese deseo por ser queridos que nos lleva a mentir, manipular y traicionar. También se reflexiona sobre la culpa y la expiación, sobre cómo los mecanismos de autodestrucción se alimentan de nuestro ego.
¿El arte es más grande que la vida?
Pero el tema principal de la serie es el precio de la genialidad. Truman vendió su ética y a sus seres queridos por la inmortalidad que le dieron sus obras. Sin su amoralidad no tendríamos varias de las novelas más importantes del siglo XX. Pero hay otra vía. Una vez, al gran Orson Wells le preguntaron si solía contratar a amigos en sus películas y él respondió: “Sí, muchas veces y siempre me arrepiento, pero el arte no puede ser más grande que la vida”. ¿Quién tiene razón, el director de El tercer hombre o el autor de A sangre fría? Esta es la pregunta. Cada uno elige.
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