Crítica de ‘El poder del perro’: Jane Campion y la tortuosa deconstrucción del western
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De entre todos los géneros cinematográficos que existen, el western es quizás el que dispone de una mayor presencia de la otrora masculinidad salvaje, acorde a una imagen fundamental en la conquista del oeste. El poder del perro, la nueva película de Jane Campion no huye de todos los convencionalismos. Sin embargo, sí que deconstruye a sus personajes masculinos.
El poder del perro está basada en la novela homónima escrita por Thomas Savage. Ambientada a principios del siglo XX, dos hermanos muy diferentes Phil y George Burbank (Benedict Cumberbatch y Jesse Plemons) poseen uno de los ranchos más importantes de Montana. Su relación, al ser tan contrapuestos, nunca parece haber sido buena del todo. Phil es terriblemente cruel en sus formas, mientras que George es amable y educado. Esa frágil fraternidad comienza a romperse del todo cuando George se casa en secreto con la viuda del pueblo (Kirsten Dunst) y la lleva junto a Peter (Kodi Smit-McPhee) su ahora hijastro, a vivir al rancho.
La represión en lo salvaje
Cumberbatch convierte a la cinta en un tensiómetro constante a medida que sus apariciones, toscas y llenas de desprecio cargan contra su hermano, el hijastro de este y la nueva mujer. La represión de su sexualidad se evidencia en cómo Phil endiosa a Bronco Billy, siendo la limpieza de la silla de montar de este, el único acto que realiza con extrema delicadeza. Es de justicia recalcar que todo el reparto está esplendido, tanto en sus momentos de lucimiento personal como en la química de los encuentros. El cenit de esto es Cumberbatch. Una presencia indomesticable e imponente, incluso cuando aparece fuera de campo, silbando aquella melodía que Kirsten Dunst no es capaz de tocar con el piano.
También se muestra explícitamente la adoración sexual que Phil tiene, en esa especie de santuario natural donde se desnuda y autocomplace con un pañuelo de Billy. A diferencia de él, está el contrapunto con Peter, a quien no parece importarle mostrar su sensibilidad, pero que esconde una violencia oscura que llama su atención. Entre ellos, surge una aparente relación sádica. Al principio Phil quiere utilizarlo para molestar a su madre, sin embargo Peter tiene sus propios intereses. Dos perfiles masculinos atípicos; el reprimido y el naturalizado que confluyen entre reses, caballos, vísceras y muerte.
Diseccionando detalles
La narración de Campion parece viajar desde la grandeza del paisaje, hasta los rincones oscuros que rodean el deseo y la destrucción. Al igual que Peter disecciona a animales muertos con la excusa de sus estudios, la directora coloca la mirada del espectador en la distancia, para luego acercarse de lleno a la intimidad reveladora de una naturaleza voraz, escondida en la inmensidad, como la imagen del perro amenazante de las montañas que Phil y Peter reconocen al instante.
El poder del perro desmitifica el amor idílico y la vida en un páramo, donde no sobrevive el que pega más fuerte o dispara más rápido. En este poswestern la muerte no avisa, acecha desde los detalles.