Cuadros

Una restauradora corrige el error que cometió Leonardo Da Vinci en ‘La última cena’

restauradora da Vinci
Pinin Brambilla. (Wikipedia)

Pinin Brambilla, una restauradora de cuadros, pasó más de 20 años restaurando el afamado cuadro de Leonardo Da Vinci, La última cena. Brambilla era una de las mayores autoridades en el ámbito de la restauración de cuadros renacentistas.

Pinin, que murió en 2020, dijo lo siguiente: «Cuando la vi por primera vez, no me lo podía creer. No podías ver la pintura original, estaba completamente cubierta por yeso y más pintura. Tenía cinco o seis capas encima. Me tuve que preguntar a mí misma si era un Leonardo o no, porque estaba completamente irreconocible».

Ella no fue la primera en tratar de salvar este mural de 4 metros y medio de altura que decora un muro del refectorio del monasterio de la Iglesia de Santa Maria delle Grazie en Milán, ya que todos los restauradores que lo intentaron no pudieron hacerlo correctamente.

«Desde que Leonardo finalizó la obra en 1498, seis restauradores trabajaron en la pintura. Y cada uno de ellos cambió la fisionomía, las características y las expresiones de los apóstoles», comentaba. «Lo que buscamos con nuestra restauración fue recuperar el carácter de cada individuo».

El cuadro se desintegraba

Y es que el gran problema del mural (que captura el drama de la cena de la Pascua judía y el momento en que Jesús revela a sus discípulos que uno de los ellos lo va a traicionar) es que comenzó a desintegrarse casi apenas terminado.

Esto era debido a las técnicas que se usaron al momento de ser creado. Ya que, por su perfeccionismo, Da Vinci desestimó la tradicional técnica de la pintura al fresco, en la que el artista aplica la pintura sobre una capa de mortero de cal aún húmeda. Esta metodología hace que el pigmento se fije a la pared, pero requiere trabajar con premura para finalizar los trazos antes de que se seque la pared.

Para evitar las prisas y dedicarle tiempo a cada detalle, Leonardo decidió aplicar una técnica experimental que se basaba en pintar con témpera u óleo sobre una superficie de yeso ya seca. Esto hizo que los pigmentos no quedaran adheridos de forma permanente a la pared. Y, con el tiempo, la imagen comenzó a descascararse.

Cómo enmendó el error de Da Vinci

Tras sellar inicialmente la sala para evitar la entrada de más polvo y suciedad, y tras montar enormes andamios frente al fresco, la restauradora y un pequeño grupo de asistentes hicieron pequeños agujeros en la pared para insertar cámaras diminutas y establecer cuántas capas de pintura cubrían la obra original.

Por su parte, con ayuda de lupas, instrumentos quirúrgicos y toneladas de paciencia, el equipo de Brambilla fue retirando las capas de pintura y pegamento para revelar los colores originales de la obra, mientras que dejaron otras partes al desnudo, retocadas levemente con acuarelas.

Finalizar cada sección del cuadro le costo al equipo muchos años. Además, múltiples interrupciones afectaron la continuidad del trabajo: desde dificultades técnicas y burocráticas hasta visitas de dignatarios extranjeros y miembros de la realeza europea.

Una vez que Pinin y su equipo terminaron la restauración del cuadro, Brambilla reveló que se sintió «vacía», ya que dedicó más de 20 años a restaurar la obra. «Por cada obra que restauro, una parte se queda conmigo, algo del artista. Distanciarme siempre es difícil. Es como si perdieses una parte de ti».

Actualmente, múltiples críticos de arte aseguran que Brambilla dejó la obra tal y como Da Vinci la pintó en el Renacimiento, mientras que otros creen que el trabajo que ella y su equipo realizaron sobre el cuadro fue excesivo, dejando la pintura muy fina y haciendo que pareciera que le falta color.

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