Ignacio María Doñoro: “Hacerme pasar por traficante de órganos fue la única opción para salvar al niño”
Ignacio María Doñoro de los Ríos (Bilbao, 1964) ha sido capellán militar en misiones de paz en Bosnia, Kosovo o El Salvador, y hoy está nominado al Premio Princesa de Asturias de la Concordia por su labor educativa y de cuidados del alma y el corazón de los niños del Amazonas del Perú en el Hogar Nazaret. El fallo se conocerá el próximo día 30 de junio, un día en el que si el jurado falla a su favor, podrá saber que dará de comer durante algunos meses más a los 300 niños y niñas que viven en Hogar Nazaret. “Nosotros vivimos de un crowdfunding que, de alguna manera, es como mendigar pero de una forma más moderna. Antes ibas casa por casa, ahora lo haces por internet. Para nosotros este premio sería comer cada día, así de claro y así de fuerte”.
Doñoro de los Ríos se sumergió en el mal, participó del mismo y logró salvar al menos una vida. Se hizo pasar por traficante de órganos, pagó 25 dólares por un niño al que sus padres vendían con desesperación y lo salvó de las garras de una muerte segura. Manuel se llamaba aquel niño, un pequeño que subió a la furgoneta gritando con desgarro y que el padre llevó de nuevo a la vida.
Relata, además, que el impulso definitivo para cumplir el sueño de Hogar Nazaret se lo dio Carme Chacón cuando era ministra de Defensa. “Me dijo, casi me gritó, que los sueños debían cumplirse rápido, sin demora, porque el tiempo se iba. No sabía que tenía una enfermedad y que ella vivía cada día sabiendo que podía ser el último. Cuando murió, lloré desconsolado”, explica con cariño.
¿Qué supondría para usted este Princesa de Asturias?
Comer, significa comer porque vivimos de un crowdfunding en una página web. Es importante poner bien la dirección, además.
Tranquilo, la pondremos. ¿La gente es generosa?
Sí, los españoles somos solidarios. Cuando comencé a ir a las misiones de paz con el Ejército español vi muy de cerca cómo los soldados españoles ayudaban a la población donde estábamos de una manera súper empática. Tanto es así, María, que los americanos nos pidieron el manual de actuación de los españoles para trabajar como lo hacíamos con la población y lo cierto es que ¡no teníamos ningún protocolo! La única respuesta a aquello es que los españoles somos tremendamente solidarios.
¿Cree que somos más solidarios que otras nacionalidades?
Sí, sí, lo creo. Somos un pueblo abierto al mundo, un cruce de culturas y llevamos la solidaridad muy dentro. Pero, ¿sabes qué pasa? Que hay tantas ONGs, asociaciones, etc, que muchas personas me comentan: “Padre, yo le mando el dinero. Pero, ¿le llega?”. Vamos a ver, claro que llega, es que la cuenta la manejo yo, no hay ninguna persona más. Por eso digo, el Princesa sería, y es así de fuerte, comer todos los días. Hogar Nazaret no tiene ninguna ONG detrás, ni tampoco ninguna orden religiosa o diócesis territorial. No tenemos nada, a pesar de que soy sacerdote.
¿Y por qué?
Pues no lo sé. Habría que preguntarles a ellos. Lo cierto es que sin nada de nada, a través de un crowdfunding, que es mendigar pero de forma moderna, es la única forma que tenemos de salir adelante. Tenemos un gasto de 8.000 euros al mes, necesitamos esa financiación y, además, necesitamos que el proyecto se conozca porque nadie ama lo que no conoce.
No hay nada de campañas de marketing detrás, entiendo. Nada de nada.
Nada. Con este premio el mundo nos conocería, claro, no tenemos equipos de marketing, sólo un perfil de Facebook que manejo yo mismo como puedo y cuando puedo. Hogar Nazaret acoge a los últimos de la tierra, a los más necesitados, a los más dañados. El esfuerzo, el trabajo y la victoria de estos niños merece la pena.
¿Están allí hasta los 18 años?
Esto es curioso. Nosotros somos una gran familia, en principio están allí de paso, pero no hay día de salida o de partida, igual que en casa de una familia a un hijo no se le echa nunca. Normalmente, ellos regresan a sus comunidades cuando están sanados, no con aquellos que les han maltratado, pero sí con familiares a los que aprecian.
Leo que en Hogar Nararet sólo tienen empleadas a mujeres.
Sí, Hogar Nazaret es una gran apuesta por la mujer y empoderamiento de la misma. Además, y en esto somos muy estrictos, hay líneas que no se pueden cruzar, por eso tenemos tarjetas amarillas y rojas para calificar actitudes de los niños para con sus compañeros y cuidadoras. Cuando hay una actitud de racismo discriminación o machismo, y perdona la palabra, asqueroso, es motivo de expulsión inmediata y vuelven al infierno del que salieron. Es así de duro, lo sé, pero el despreciar o maltratar a una mujer es imperdonable. Por eso digo que Hogar Nazaret es una apuesta real por la mujer, no sólo para que crezcan físicamente, que muchas de ellas llegan con grandes problemas, sino también para impulsar sus capacidades.
Ahora con las niñas, ¿en qué trabajan?
Estamos trabajando, pero con todos, en algo que va a ser una revolución absoluta. Estamos cogiendo a niñas que han vivido lo peor, que están destrozadas, que las entregan porque no las quiere nadie, y las vamos a formar como ingenieros agrónomos. De aquí a dos años tendremos una escuela de ingeniería agrónoma sobre todo para las mujeres. Imagínate lo que supondrá esto en un pueblo, supondrá, no sólo que una niña será ingeniero, sino que será líder de su comunidad y eso es un agente de cambio bestial.
No he estado en esa zona de Perú, pero imagino que cambiar los esquemas en una sociedad tan machista es muy complicado.
Cuando llegué a la Amazonía escuché: “Mi hembrita”. A mí esto me suena a animal, me sonaba fatal que los hombres se refiriesen así a sus parejas. Porque, además, ellos defienden que como son “sus hembras” pueden hacer con ellas lo que quieren, mientras ellas creen que lo normal es que deben asumir cualquier cosa porque así es el papel de la mujer allí. De hecho, nos llegan chicas con las caras hinchadas de palizas y golpes, así como embarazadas por violaciones. Pero, claro, así lo han visto en sus madres o abuelas, no lo ven extraño y romper con ese esquema es complicadísimo.
Ahora está en España por el Princesa de Asturias, ¿cómo están ellos ahora allí?
Todos hemos pasado el Covid, una enfermedad que en el tercer mundo ha sido terrible porque allí simplemente te mueres, tienes que ir al mercado negro a por paracetamol. Esta mañana me han mandado unas fotos con tortillas españolas que han hecho los chicos, son ellos los que cocinan y hacen la limpieza de Hogar Nazaret. Todos saben hacer de todo, yo les he enseñado a cocinar y ¡lo hacen muy bien! Date cuenta de que allí los hombres no entran en la cocina, prefieren quedarse sin comer, pero aquí todos cocinan. Llevan muy bien ese papel aquí, eh.
¿Ha tenido casos de expulsión?
Pues debo decirte que no, porque cuando las cosas se enseñan de una manera sencillo y con el ejemplo, todo va mejor, ya que al primero que ven cocinar es a mí.
El germen de Hogar Nazaret está en algo muy fuerte e increíble, pero cierto 100%. Usted se hace pasar por un traficante de órganos para salvar a un niño al que sus padres habían vendido por 25 dólares. ¿Cómo fue aquello?
Fue en El Salvador. Me lo contaron y no pensé que fuera verdad pero lo era absolutamente. Así que no vi más solución que hacerme pasar por un traficante, tenía que actuar muy rápido porque ya lo habían vendido y yo, sencillamente, pagué un dólar más de la cifra cerrada y me lo llevé.
¿Recuerda qué sintió en ese momento?
Sí, lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Es que esto ocurrió hace alrededor de 30 años mientras colaborábamos en El Salvador en misión humanitaria. Como dices, eran los propios padres los que vendían al niño, y esto puede llamar la atención y pensar que es un horror. Lo es, pero este es el primer error, nosotros no juzgamos a las personas, esos padres estaban desesperados porque tenían cuatro hijas a las que no podían alimentar y un hijo muy enfermo que iba a morir. Fue muy duro ver a aquella criatura que no paró de chillar desde que entró en la furgoneta.
Manuel se llamaba, ¿verdad? ¿Vivió?
Sí, y no sólo vivió, sino que, además, se recuperó en días. Era simpático, divertido. Trafican con ellos porque no tienen un registro, así que registré a la familia y a Manuel con una partida de nacimiento. Eso niño regresó con sus padres totalmente curado. Más tarde, con los años, me mandó una carta dándome las gracias, una carta llena de amor y agradecimiento: “Gracias a ti estoy vivo, toda la vida lo recordaré y se lo contaré a mis hijos. Que tú fuiste la persona que se adentró en la selva y me dio de nuevo la vida”.
¿No tuvo miedo?
Tuve terror, María, terror. Estábamos los dos aterrados. Cuando fuimos al médico para que lo examinaran y le dijimos que se quitara la camiseta… La cara era de auténtico terror. Ahí sentí que un tren, el tren de la vida, paraba delante de mí y podía salvar la vida de las personas.
¿Aquellas personas que quieran viajar a ayudar a Hogar Nazaret pueden ir?
¿Voluntarios?
Sí, voluntarios. Es decir, ¿yo podría ir un mes allí a ayudar?
No, no, no. Ni de broma, además.
¿Por qué?
Porque yo no necesito voluntarios, Hogar Nazaret no es un juego.
¿Usted cree que el voluntariado es un juego?
Sí.
Es dura esta afirmación, ¿es consciente?
Si, lo sé y que conste en acta. Por desgracia, pensamos que vamos a ayudar, ¿no? Te pondré un ejemplo: nosotros ayudamos a niños que están en un proceso terapéutico tremendo de recuperación y eso mucho más complicado que hacer un reloj de última tecnología. ¿Cómo ves que dijera que voy a tu fábrica a ayudar porque voy a colocar unas piezas aunque no tengo idea de lo que hacéis y que lo hago gratis y con mucho amor?
¿No se trata de amor acaso?
No se trata sólo de amor, María. Sino de tener capacidad de hacer algo de forma profesional, aunque lo haga voluntariamente. Hablamos de niños que están entre la vida y la muerte. Nadie ayudaría en un quirófano porque sí, hay que tener preparación, pasar por la universidad. En definitiva, hay que tener una formación para sanar el corazón.
¿Cómo fue aquella conversación con Carme Chacón que le marcó tanto?
Fue en Kosovo, estábamos en misión de paz, y ella anunció que las tropas españolas se retiraban. Aquello fue un bombazo porque nadie sabía nada. El avión de vuelta se retrasó, ella estaba tomando un café en la cafetería con más personas y al verme entrar, y reconocer el distintivo de sacerdote que llevaba en el uniforme militar, me cogió del brazo, me apartó del grupo y me contó muchísimas cosas de su marido, de su hijo Miguel. La imagen, además, era estéticamente algo cómica porque ese día hacía muchísimo frío y ella llevaban un chaquetón militar que le estaba enorme. Parece que la estoy viendo –Hace una pequeña pausa y sonríe–. Tenía una mirada muy especial, yo sólo la escuchaba y, de repente, me dice: “Pero, bueno, ¿qué me ha pasado que no paro de hablar? Cuéntame tú algo de tu vida”.
Y le contó entonces la historia de Manuel, el niño que salvó, ¿no?
Así es. Le conté que al jubilarme lo que quería era tener mi propia casa de rescate para niños y poner mi experiencia a su disposición. Entonces, muy enérgica y casi de forma inesperada me gritó: “¡Estás equivocado! Los sueños hay que hacerlos ya, el mañana no existe, no puedes esperar”.
Hombre, cuando tienes una enfermedad con la que vives cada día esas palabras toman todo el sentido.
Claro, cuando te enteras más tarde de que Carme tenía las horas contadas te das cuenta de que el mañana no existe, existe el hoy. “¡Hazlo, hazlo, atrévete a realizar tus sueños!”, me decía todo el tiempo.
Pero, ¿usted podía dejar el Ejercito así como así e irse a montar este Hogar Nazaret?
No, claro, no era tan sencillo y se lo dije. Me dijo que pidiera una excedencia, yo le decía que aquello no podía hacerse, así que exclamó divertida: “¡Cómo que no! ¡Si soy la ministra! Te voy a ayudar”. Se me saltaban las lágrimas y, la verdad, nunca más la vi. Cuando volví a España, pedí la excedencia, me la concedieron y a los meses de aquello falleció. Lloré desconsolado. Aquella mujer sabía perfectamente que los sueños hay que hacerlos ya, ese espíritu está muy presente en Hogar Nazaret. Tenemos que ser felices en el hoy, María, en el hoy, no lo olvides.