El confinamiento lejos de las capitales

El confinamiento en la Cañada Real: sus vecinos piden ayuda al Ejército para evitar contagios

Grandes y pequeños se pasan el día en la calle a sabiendas que la falta de policía en la zona, no amenaza a los vecinos de la Cañada Real con multas

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Joan Guirado

A menos de media hora del centro de Madrid, la Cañada Real es una de las zonas más pobres de España. Dividida por sectores, y ubicada justo en el centro de la España peninsular, chabolas y bloques de pisos se reparten entre los quince kilómetros que recorren Coslada, Rivas y Madrid. Ahí  se encuentra uno de los mayores asentamientos chabolistas del país. Con la mayoría de sus vecinos sin trabajo, ya que se dedican a los mercados, la calle se convierte durante estos días en la válvula de escape para todas esas familias. Pese al confinamiento.

Los vecinos de la Cañada Real piden ayuda a las autoridades para cumplir con las recomendaciones sanitarias para evitar la expansión de la pandemia. En el sector seis, por ejemplo, hay decenas de personas infectadas que se encuentran graves. Quieren que sea el Ejército el que acuda hasta el lugar para que hagan caso. Y es que, tal como reconocen algunos de sus habitantes, que no quieren dar la cara, «no cumplimos porque no queremos».

Optan por que sea la UME la encargada de hacer cumplir las obligaciones del Gobierno, porque en la Cañada Real son muchos los que le han perdido el respeto a la Policía. De hecho los coches patrulla no entran a la zona si no es para realizar una operación contra el narcotráfico o por llamadas de emergencia. Y lo hacen en grupo. Como a los periodistas, a los agentes, los vecinos nos invitan a marcharnos a gritos bajo la amenaza de lanzarnos una piedra.

De forma periódica una ambulancia del sistema madrileño de salud se desplaza hasta la barriada para dar asistencia a los que residen. El centro de atención primaria más cercano se encuentra en el Ensanche de Vallecas y el hospital, en Coslada. Pero en la Cañada Real pocos quieren ir hasta allí si no es por una cuestión de vida o muerte. Dos profesionales sanitarios, en un pequeño habitáculo de metro y medio por tres metros, pasan revisión a grandes y pequeños y les atienden en las curas que no requieren intervención hospitalaria.

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