Verónica Alcanda: «Nos vemos un 37% mejor de lo que somos y por eso no encontramos pareja»
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En 2022, hubo en nuestro país 81.302 casos de nulidad, separación y divorcio, muchas más crisis e incontables rupturas de algo que parecía ser y no fue. Las cifras son desoladoras: de cada diez matrimonios que se producen en España, siete acaban en ruptura. Tiempo de amores aciagos. Parece que lo de perdurar es complicado y más a medida que transcurre el tiempo y avanza la edad. Lo de arrancar, también. Entre almas limpias se mezclan las Peter Pan, las quemadas, las solitarias, algunas que tienen que pasar un duelo y otras que no se encuentran en su momento vital, si es que no acontece todo junto, revuelto, a la vez. Y, sinécdoque de la vida, llamamos amor a cualquier “amor”. Ahí llegan las confusiones, los ritmos desacompasados, las frustraciones y algún que otro llanto. Algunos creen morir de amor; a otros les pasa aquello que narró García Márquez de no sentir la conmoción del amor sino el abismo del desencanto. Algunos otros, en cambio, los menos, sin miedos, sin traumas ni resquemores (o apartándolos a un lado), sienten y viven, se empapan; incluso hablan almibarado, confiando plenamente en la casualidad de haberse conocido (que se mantendrá o no. El tiempo lo dirá).
Sea como fuere (y por lo que fuere), encontrar pareja, esa persona a la que admiramos y deseamos, con la que conversamos y reímos y carcajeamos, pero también susurramos, guardamos silencio y simplemente nos abrazamos, no parece asunto fácil; al menos mirando los datos de solteros. Según el INE, en España hay más de catorce millones de solteros, de ellos algunos convencidos de origen, otros por decepciones sombrías; de ellos, gran parte buscando encontrar “la persona” y casi todos comprando o vendiendo historias de uno o tres ratos; deslumbrantes fallas que arderán. Diversión y mascletá. Después, con frecuencia, cenizas. Augurio de augurios. Presagio fatal.
Para este crisol de solteros, turbamulta de deseos: numerosas aplicaciones de citas y matchmaking sentimental, libros, blogs y artículos con tácticas y estrategias. Consejos y consejos para, con frecuencia, anquilosarse en lo que no funciona. Frecuente empeño humano éste de obviar el sencillo axioma de que si no funciona, no tiene sentido. Dicho de otro modo: donde duele, no es. Donde te ignoran, tampoco.
Afectos exiguos, juegos envenenados
Una buena opción podría ser cultivarnos en inteligencia emocional. El simple dónde sí y dónde no. Quizá, cuando de niños aprendemos a sumar, multiplicar, dividir y restar, estaría bien que nos enseñaran a todos un poquito sobre cantidades mínimas en lo sentimental para tener claras las deficiencias, los ahora todo, luego nada, y demás mareos que resquebrajan el alma. Y, por supuesto, huir. Falta recordar que el amor es torrente, tsunami, terremoto que todo lo cambia. Lo insuficiente tiene poco de amor.
Quizá fallan las lentes para ver lo que hay que ver; quizá los radares que no detectan aquello de lo que hay que escapar o, directamente, el perfil frecuentado. Nosotros, humanos, seres de ficción y narración, creamos la mitología, Disney y Hollywood. Todos esos cuentos han limitado las paciencias y construido quimeras inalcanzables casi indestructibles. Hombres y mujeres aparentemente pluscuamperfectos por los que podrían sentirse tórridas pasiones, a los que se admiraría, con los que se reiría y a los que se querría de manera desmedida, invaden las películas para aumentar ese espejismo de un amor que no es tal. Si tiene dudas, piense en La princesa prometida o en Richard Gere en Oficial y Caballero o con su Pretty Woman.
Con ellos, con esos ideales de ficción y la alegoría de las redes (hipérbole de la vida), la sensualidad y los apetitos del instinto se disparan, también las exigencias, elevadas en ocasiones a lo inexistente. Verónica Alcanda, prestigiosa headhunter sentimental, la número 1 de España, lo deja muy claro en esta entrevista. Para encontrar pareja hay que ser flexible y realista. Cuando una persona se pone expectativas no realistas, muy por encima de lo que puede alcanzar, encontrar pareja se convierte en un imposible.
Expectativas… Las redes las desbocan más. Nos narra en la entrevista anécdotas de potenciales clientes a los que rechazó ante la falta de realidad fantaseando (quizá) con aquel lugar de Cummings al que nunca han viajado, aquel en el que felizmente más allá de toda experiencia, los ojos de la persona anhelada tienen su silencio. Ella sólo acepta a aquellos que, de verdad, están preparados para tener pareja y están dispuestos a mejorar para conseguirlo (es decir, aquello de cambiar de estilo, hábitos y objetivos, cuando después de años los filtros y trucos de uno no han funcionado). Una sugerencia: mírese usted con realidad y aspire en consecuencia. Y otra pequeña recomendación nada baladí: dé usted oportunidad a quien no le ha partido en dos a primera vista, pero le aprecia grandes virtudes porque, según tiene comprobado como reputada headhunter sentimental, “las parejas que se enamoran con el conocimiento son las que duran y, en cambio, las que siguen el impulso más animal son las que al final no duran”.
Entretanto, el mundo real, el de la calle, el del abrazo, el beso, el arrumaco en el sofá y la compra en el supermercado, está poblado de almas concupiscentes que sólo buscan diversión o que, si ansían más, son sólo esos ideales idealizados tan escasamente reales. Amores macilentos, desnutridos, pálidos que ya poco tienen de amores.
Verónica Alcanda analiza el hoy amoroso y nos cuenta por qué se antoja tan complicado lo de encontrar los estróficos de los trovadores provenzales. Lo hace resumiéndonos su libro “¿Por qué no encuentro pareja?“. Desvela puntos ciegos, de mejora y lo más demandado por sus clientes en los más de diez años que lleva dedicada a analizar a miles de personas con el fin de encontrar la pareja que hará vibrar y complementará a sus clientes, entre los que se encuentran desde empresarios y directivos del IBEX 35 hasta deportistas o escritores. Preste atención: esencial tener claro lo que uno quiere. Sin eso, imposible seguir. Para continuar: observar qué quiere el otro. Y de ahí en adelante: ser flexible, fácil, auténtico, sincero, generoso, bueno y que no falte sentido del humor porque la risa y la sonrisa lo arreglan casi todo. Si me lo permite, le añado que deje de lado la testarudez y los orgullos, y no postergue eso de coincidir para otras vidas. Mínimos a ofrecer y demandar en ese especial bazar de sentimientos, inseguridades y certezas, que abstrae, remueve entrañas, tambalea cimientos, desnorta y orienta, altera y sosiega, lo llena todo y todo lo vacía. El amor. ¿Qué si no?
Eso sí, agregue usted una pizca de cautela (a poder ser, dos –por aquello de que conviene asegurarse que quien nos habla es fiel a sus palabras con sus actos–), aunque sólo sea por el nada desdeñable fin de evitarse sufrir.
La nota positiva ante tan abundante miríada de nubes: que si de amor hablamos, existir, existe (quizá no en la forma y tiempo que uno lo desea, pero por el mundo habita, ajeno al que dirán, a clases, razas, edades y demás sesgos que sólo sesgan. Eso sí, hace falta que nosotros abramos la puerta a aquel que descuella y le invitemos a entrar cuando pase por nuestro portal o se acerque a nuestro barrio). La experiencia de Verónica Alcanda lo cerciora. Almas huérfanas, desvanecidas ante el desahucio del desánimo, se encuentran o ella las hace coincidir en un amor que es amor; amor lejano a lo corriente, con todas sus partes, sin esquinas carcomidas ni piezas incompletas, con mariposas, hormigas y demás propulsores del revoloteo; pero sin angustias ni temores. Allá dónde hasta las discusiones inútiles son espléndidas, donde las carcajadas enmudecen las risas. Allá.
Si da con esa alma que es la suya, que no le pase aquello que narró Bukowski de que le han clavado tantos puñales que cuando le dan una flor no puede entender bien lo que significa. Las flores escasean. Colóquela en un lugar preferente, riéguela, huélala y contémplela, o lo que es lo mismo, disfrútela y cuídela.