nutrición

Cuando el cuerpo habla a través del apetito: las enfermedades que dan hambre y las que la quitan

A veces comemos por ansiedad, otras por rutina o placer, pero en muchos casos es el primer síntoma de que algo no va bien en nuestra salud

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Un hombre dispuesto para comer en plena calle.
Diego Buenosvinos

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El apetito no sólo depende de lo que comemos, sino también de cómo está funcionando nuestro cuerpo. Muchas enfermedades, algunas muy comunes y otras más desconocidas, pueden alterar la sensación de hambre. Detectar estos cambios a tiempo es clave para un buen diagnóstico.

La relación entre el cuerpo y el hambre es compleja. A veces comemos por ansiedad, otras por rutina o placer, pero en muchos casos el apetito es el primer síntoma de que algo no va bien en nuestra salud. Hay enfermedades que aumentan las ganas de comer y otras que las reducen de forma drástica. Escuchar esas señales puede ser tan importante como tomarse la temperatura o medirse la tensión.

Por otra parte, el apetito es una función compleja regulada por múltiples factores físicos, emocionales y hormonales. Existen ciertas enfermedades que pueden provocar un aumento exagerado del hambre, mientras que otras pueden hacer que desaparezca casi por completo. Sin embargo, es importante recordar que cada organismo responde de manera diferente, por lo que estos efectos pueden variar significativamente de una persona a otra. Este repaso tiene un carácter orientativo y no sustituye en ningún caso el diagnóstico o seguimiento médico profesional o lo que cada enfermedad provoca.

Enfermedades que provocan más hambre

Hipoglucemia
Una de las causas más directas del aumento de hambre es la bajada de azúcar en sangre. Cuando el cuerpo detecta que los niveles de glucosa están bajos, activa una alarma que genera sensación urgente de comer, especialmente algo dulce o energético.

Esto puede pasar en personas sanas tras un ayuno prolongado, pero también es frecuente en personas con diabetes, especialmente si toman medicamentos como la insulina. La hipoglucemia puede venir acompañada de sudores, temblores y confusión mental.

Hipertiroidismo
El hipertiroidismo es un trastorno en el que la glándula tiroides produce más hormonas de las necesarias, acelerando el metabolismo. Uno de sus síntomas más comunes es aumentar el hambre, aunque muchas veces el paciente no engorda, porque su cuerpo quema calorías rápidamente.

Diabetes mal controlada
Curiosamente, la diabetes tipo 1, cuando no está bien tratada, puede provocar un apetito descontrolado. El cuerpo no puede utilizar bien el azúcar que circula en la sangre, y eso hace que envíe señales de hambre constantes, como si nunca fuese suficiente.

Trastornos psicológicos como la bulimia
En el caso de la bulimia nerviosa, hay episodios de hambre desbordada que llevan a atracones, seguidos de sentimientos de culpa y purgas. Aunque tiene un componente psicológico fuerte, también existen alteraciones hormonales relacionadas con el control del apetito.

Síndrome de Prader-Willi
Menos conocido, pero muy característico, este síndrome genético provoca un apetito insaciable desde la infancia, además de problemas de desarrollo y aprendizaje. Quienes lo padecen pueden llegar a sufrir obesidad grave si no se controla.

Enfermedades que quitan el hambre

Depresión y ansiedad
La salud mental tiene un impacto directo en el apetito. En casos de depresión, es común que las personas pierdan completamente el interés por la comida. Lo mismo ocurre con la ansiedad crónica, aunque en algunas personas se manifieste al revés (comer por ansiedad).

Cáncer y tratamientos oncológicos
Tanto algunos tipos de cáncer como los tratamientos como la quimioterapia o la radioterapia pueden reducir el apetito drásticamente. Náuseas, alteraciones en el gusto, fatiga y cambios hormonales contribuyen a esa pérdida.

Hipotiroidismo
A diferencia del hipertiroidismo, cuando la tiroides está poco activa el metabolismo se vuelve lento. Muchas personas con hipotiroidismo sienten menos hambre, aunque ganen peso por la retención de líquidos o el bajo gasto energético.

Enfermedades infecciosas
Enfermedades como la gripe, el covid o las infecciones gastrointestinales suelen venir acompañadas de una notable pérdida de apetito, que puede durar varios días. Es una respuesta del cuerpo para centrarse en combatir el virus.

Demencia y enfermedades neurodegenerativas
En personas mayores con Alzhéimer u otras demencias, es común que se olviden de comer o pierdan el interés por hacerlo. También pueden sufrir problemas para tragar o identificar sabores, lo que agrava la situación nutricional.

¿Cuándo preocuparse?

Un cambio repentino en el apetito, ya sea por exceso o por falta, siempre merece atención médica. Aunque en muchos casos puede deberse a factores temporales como el estrés o un mal descanso, si se mantiene en el tiempo o va acompañado de otros síntomas (pérdida o aumento de peso, fatiga, cambios en el estado de ánimo), conviene consultar con un profesional.

«El apetito es una señal vital que nos da información muy valiosa sobre lo que ocurre en nuestro cuerpo y nuestra mente», señalan desde el Colegio de Médicos.

Ni comer mucho es siempre un problema de fuerza, de voluntad, ni dejar de comer es necesariamente una cuestión de dieta. Detrás de los cambios en el hambre puede haber una enfermedad silenciosa, y reconocerla a tiempo puede marcar la diferencia. Escuchar al cuerpo sigue siendo uno de los mejores diagnósticos preventivos que existen.

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