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El centro de Bilbao pierde uno de sus establecimientos más emblemáticos. El Restaurante Monterrey, ubicado en la Gran Vía 6 frente a El Corte Inglés, ha anunciado el cese temporal de su actividad por causas ajenas al propio local. La noticia, adelantada por El Correo y confirmada en la web del restaurante, supone la interrupción de una trayectoria que forma parte de la memoria gastronómica de varias generaciones de bilbaínos.
Durante décadas, el Monterrey ha sido el restaurante vasco que servía como punto de encuentro constante para quienes buscaban cocina tradicional elaborada con producto de temporada y sin artificios. Su ubicación privilegiada y su continuidad diaria lo habían convertido en uno de los locales más reconocidos del centro, frecuentado por trabajadores, familias, turistas y habituales que encontraban en su carta una propuesta clásica, sólida y coherente con la tradición culinaria del territorio.
El restaurante vasco que es todo un referente
El Monterrey destacó siempre por el respeto al producto. Entre sus platos más característicos figuraban las alcachofas, los perretxikos, el bonito, los hongos boletus o el espárrago natural, elaboraciones muy vinculadas a la estacionalidad y a la despensa vasca. También formaban parte de la identidad de este restaurante vasco, los pescados del día, los platos de cuchara preparados a diario y una selección de raciones y pintxos que mantenía un nivel constante a lo largo del año.
Su carta incluía propuestas tan reconocidas como las cazuelitas de pisto, los callos a la vizcaína, los pintxos de merluza y langostino o las populares patatas 3 gustos. Eran platos sencillos en apariencia, pero trabajados con la precisión de quienes llevan décadas detrás de los fogones. Buena parte de la clientela habitual acudía al Monterrey precisamente por esa confianza: sabían que cualquier día de la semana encontrarían una oferta estable y bien ejecutada.
Café y cerveza como señas de identidad
Uno de los aspectos más valorados del Monterrey era su manera de servir café y cerveza. El establecimiento se había ganado la fama de preparar uno de los mejores cafés de Bilbao, gracias a un control exhaustivo del grano, del tueste y de la consistencia final. Una persona especializada supervisaba cada servicio para garantizar que la calidad fuese siempre la misma.
La cerveza se trataba con idéntico nivel de exigencia. Tirarla era un proceso pausado, pensado para obtener dos dedos de crema y un carbónico equilibrado. Este tipo de detalles, mantenidos sin interrupciones a lo largo de los años, contribuyeron a forjar la reputación del restaurante y a consolidar una clientela fiel que apreciaba ese respeto por la hostelería clásica.
Un ritmo de actividad que marcaba la vida del barrio
El Monterrey abría sus puertas a las 07:00 de la mañana, adelantándose a buena parte de los establecimientos de la zona. A esa hora ya atendía a los primeros desayunos y, a las 09:00, comenzaba la oferta de pintxos fríos y calientes. Esta rutina, sostenida durante años, lo convirtió en un punto de referencia para quienes trabajaban en el centro o pasaban habitualmente por la zona.
Muchas de sus raciones más populares también podían pedirse para llevar, una práctica que reforzó la relación del local con los vecinos y con quienes buscaban una comida casera sin sentarse a la mesa. Esa convivencia entre barra, comedor y servicio para recoger contribuyó a crear una identidad muy reconocible dentro de la hostelería bilbaína.
Un cierre que sin embargo, es sólo temporal
Pese a que el comunicado oficial habla de una interrupción temporal motivada por obras ajenas al establecimiento, el cierre ha generado una sensación de pérdida en buena parte del vecindario y entre sus clientes de largo recorrido. El Monterrey llevaba tantos años formando parte del día a día de la Gran Vía que su ausencia se percibe como el final de una etapa, aunque exista la posibilidad de un regreso futuro.
El Monterrey representaba un tipo de restaurante vasco que se mantiene cada vez con más dificultad en los centros urbanos: cocina tradicional, servicio constante y una clientela que vuelve porque sabe exactamente qué va a encontrar. En un entorno en el que las aperturas y cierres son habituales, su continuidad había sido hasta ahora una excepción.
Para muchos bilbaínos, el restaurante formaba parte del paisaje sentimental de la ciudad. Un lugar al que se acudía sin cita previa, donde se desayunaba temprano, donde se comía un menú del día sin pretensiones o donde se tomaba un café preparado como en pocos sitios. Esa mezcla de tradición, cercanía y oficio es, en definitiva, la que explica por qué su cierre ha generado tanta reacción a pesar de que como decimos, sea del todo temporal pero sin saber tampoco cuándo va a reabrir. El tiempo dirá si el Monterrey vuelve a abrir sus puertas cuando finalicen las obras anunciadas. Por ahora, su ausencia confirma el impacto que puede tener la desaparición, aunque sea temporal, de un establecimiento que ha formado parte de la vida diaria de Bilbao durante más de siete décadas.