Yo quiero ser amada como Sánchez ama

Sánchez elecciones
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

He amado, amigos. Si muriera este fin de semana, estaría satisfecha de haber amado con gula, con alevosía y temeridad, porque yo amo con todas las tragaderas y las compuertas del amar abiertas; incluso perdiendo el control, que es la forma más hermosa y sincera de amar y probablemente la única… Eso sí, no creo haber amado nunca como Sánchez es amado ni como ama. Donde todo ello es reflexivo y se refleja.

Insisto, la persona más querida del mundo es nuestro presidente, querido no, porque es amado, y lo es con la disparatada capacidad de amarse por sí mismo; el presidente que más se ha querido, él sólo, desde la Transición, que claramente, se ama de sonetos, se acaricia la mano izquierda con la derecha, se mesa el cabello y se tira besos en el espejo.

Y saben qué, me parece muy bien, al menos mucho mejor que lo contrario. A más de uno y de una yo le recomendaría amarse como Sánchez sabe hacerlo, que buena falta les hace a los temerosos del mundo, a los gazmoños temblorosos tomar nota de lo que es el amor. De lo que supone la verdadera admiración y complacencia. Vamos, ¡hagan la prueba, mírense al espejo!, ¿qué ven? Concéntrense en lo que sienten al mirarse, al escudriñarse palmo a palmo sobre el vidrio y después anoten esas emociones en un papel…. ¿Se gustan? ¿Se aprecian en lo que valen? ¿Se caen ustedes bien?

Como a la mayoría, Pedro el resistente me cae gordo -hartos como estamos ya de demagogos de salón que sólo buscan salir en Instagram dando una galleta a un niño negro- pero ¿eso qué importa, si tiene un molino infinito y generador de amor indestructible hacia sí mismo?

Ay, pero el resto de los políticos, sus rivales directos, qué falta de empuje y autoestima, ¿no? En efecto, por muy capaces o preparados que puedan resultar en determinadas áreas, pueden ser opacados, revolcados, zarandeados y rebasados por la energía frenética de Sánchez y las personas como Sánchez. Y digo frenética de frenesí. De esa forma de amor o ardor, de exaltación y arrebato con la máxima furia y excitación o locura… La de Sánchez.

Y eso es una baza, un talento, en política. Macarena también es muy Sánchez, gente que no se arredra, ni se achica. Gentes, que continúan caminando después de muertos, o apuñalados, como en Scream.

Ahora recuerdo su libro, Manual de resistencia, tenía que habérselo escrito yo, aunque a nuestro presidente es muy difícil creérselo.

¿Y qué más da si él se lo cree todo de sí mismo? Miedo me da que sus contrincantes no estén a la altura de la batalla, por tanto amor como hay en juego aquí. ¿Que qué amor? El de Sánchez, ¿A la silla? Nooo, ¡qué ordinariez! Sánchez no ama tanto la silla, como su carita de brillito en el diente, no es Irene Montero.

Reflexiono: ¿hay que tener cara para gobernar? Para ganar seguro que es necesaria. A veces pienso que sólo quedará el más jeta. Porque en la sociedad de hoy, los peores defectos, te acercarán al éxito; hablo del éxito del aplauso de los demás. El ganador de hoy es el que se abalanza sobre el trozo más grande de la tarta y se la zampa, mientras el resto de comensales se colocan la servilleta sobre las rodillas.

Sinvergonzonería. Cuanto mayor grado de impudicia, física y psicológica que uno despliegue, más papeletas tendrá para la gloria en cualquiera de sus formas.

La propuesta de debates diarios a Feijóo, que, bien aconsejado, no aceptó. El necio triunfará en las discusiones o debates (véase Telecinco), no por su argumentario, ni su dialéctica, sino precisamente por su falta de empatía, rigor y delicadeza. Y luego esa pesadez, que como dice mi amiga Paloma, que dice su padre, el mundo es de los pesados.

Podría titularlo «La política de amarse hasta la desfachatez», voz latina que hace referencia al descaro y la desvergüenza, en sumo grado, que llega a mi mente al observar la desinhibición con la que se conduce Sánchez, como si le gustara exhibirla, en un desembarazo total y absoluto, como el poder del amor que goza.

Y unas elecciones más de nuestro Sánchez, ¡unas menos!

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