Xenofobia escolar

Xenofobia escolar

La dictadura lingüística llega a tal punto en Cataluña que los cuadernillos para examinarse de selectividad están exclusivamente en catalán. Ni en los sueños más radicales de Quim Torra se podría concebir una xenofobia escolar tan grande como para ignorar la otra lengua oficial: el español. Especialmente porque más de la mitad de la población catalana lo utiliza como lengua habitual según la «encuesta de usos lingüísticos». Los separatistas, que dominan y manejan a su antojo la Educación en Cataluña, tienen un objetivo por encima de cualquier otro: que las personas que hablen español acaben estigmatizadas, apartadas de una sociedad que Ray Bradbury o George Orwell habrían denunciado en sus libros. El adoctrinamiento sin tregua llega hasta un momento tan esencial en la vida de cualquier alumno como es la prueba de ingreso a la universidad.

Los examinados tan sólo encuentran las pruebas en catalán. Si quieren hacerlas en español, han de levantar la mano, perder un tiempo esencial y señalarse como hispanohablantes. Algo que en una comunidad autónoma cualquiera sería lo más normal del mundo, pero que al otro lado del Ebro sólo sirve para segregar, cautivos como están de unos ideólogos que parecen salidos de la Inquisición del siglo XV y a los que sólo les falta exigir una prueba de limpieza de sangre. Desgraciadamente, los escolares catalanes viven esta sinrazón desde que entran a formar parte de la comunidad educativa. Los sucesivos líderes separatistas siempre han tenido claro que controlar las mentes en la escuela supone controlar la ideología y, por tanto, el futuro de la región. Es más fácil así sembrar los prejuicios y el odio a España.

En OKDIARIO hemos denunciado episodios como los acaecidos en noviembre de 2017, cuando niños de cuatro y cinco años fueron obligados a gritar “¡Independencia!” en un colegio público de Barcelona. Aberraciones que se repiten a diario desde las edades más tempranas hasta personas casi adultas como las que se presentan a la selectividad. Practicas que, además, se extrapolan a otros órdenes de la sociedad como, por ejemplo, el comercio, donde rotular en español ha sido motivo de persecuciones y multas. Ni siquiera el artículo 155 ha logrado mitigar este enorme atraso en el que los golpistas tratan de sumir a la ciudadanía. Una sociedad cerrada sobre sí misma es una sociedad muerta. Más allá incluso de la inexorable legalidad, está la tragedia humana, social e intelectual que supone todo esto para Cataluña.

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