Trump desmantela USAID, la gran farsa humanitaria del globalismo
![Trump desmantela USAID, la gran farsa humanitaria del globalismo](https://okdiario.com/img/2025/02/10/opinion-jorge-mestre-interior-15-635x358.jpg)
USAID, esa agencia que durante décadas nos vendieron como el brazo humanitario de Estados Unidos, ha quedado al descubierto. Lo que comenzó como una organización presuntamente dedicada al desarrollo humanitario con dinero público se fue convirtiendo en el símbolo perfecto de cómo se manipulan conciencias y se moldean gobiernos extranjeros a medida. Da igual si hablamos de Ucrania, Afganistán o cualquier país africano que haya tenido la «fortuna» de recibir su ayuda. Allí donde llegó el dinero de USAID, la estabilidad se desmoronó, la soberanía se convirtió en un decorado y los gobiernos, en simples marionetas de los Obama o Biden de turno.
Ucrania, Afganistán o cualquier rincón de África han compartido siempre el mismo patrón: intervenciones quirúrgicas disfrazadas de solidaridad que dejaron tras de sí un reguero de dependencia y caos. Pero esto va más allá de Ucrania.
USAID ha sido el caballo de Troya de la inestabilidad desde el fin de la Guerra Fría. En Europa del Este, sus fondos sirvieron para incitar revoluciones «de colores» que desestabilizaron gobiernos y alimentaron la fractura entre Occidente y Rusia. Los ucranianos vivían en paz antes del Maidán de 2014. Yanukóvich, elegido democráticamente, cometió el error fatal de disparar contra su propio pueblo en febrero de 2015, pero el proceso para derribarlo comenzó mucho antes, movido desde los despachos de Bruselas y Washington por su cercanía con Putin. Lo que vendieron como un levantamiento popular fue, en realidad, un golpe de Estado cocinado por USAID y otras ONG financiadas desde EE.UU., Noruega, Suecia y Alemania.
En África, los llamados «proyectos de desarrollo» de USAID se tradujeron en dependencia económica, gobiernos títeres y la perpetuación de conflictos étnicos. En Asia, sus intervenciones fueron el preludio de crisis que, curiosamente, siempre beneficiaron los intereses geopolíticos de Washington.
Desde la Revolución Naranja en Ucrania hasta las Primaveras Árabes, el rastro de USAID es un mapa de tensiones y fracturas. Su «ayuda» en Libia y Siria no trajo democracia, sino vacíos de poder que los extremistas llenaron con kaláshnikovs y banderas negras. La promoción de valores democráticos tenía sentido en países con regímenes totalitarios, pero, fuera de esos casos, la intervención de USAID ha dejado más sombras que luces, más escombros que escuelas.
Lo que hoy se denuncia no es más que la última escena de una obra que lleva representándose décadas. La diferencia es que, ahora, el público ha empezado a despertar. La indignación en redes sociales no es casualidad; es el reflejo de un hartazgo colectivo hacia una burocracia globalista que vive del cuento, alimentándose de la ingenuidad de los pueblos y de los impuestos de los ciudadanos.
Trump no ha perdido ni un minuto. Ha encargado a Musk, flamante responsable de la Comisión de Eficiencia Gubernamental, el desmantelamiento progresivo de USAID. No es un gesto simbólico; es una declaración de guerra contra el aparato globalista progre. Se ha propuesto reducir el personal de la agencia de 10.000 a apenas 294 empleados y ha congelado la mayoría de los fondos destinados a la ayuda internacional. ¿Para qué mantener una agencia que ha demostrado ser más eficaz en sembrar enfrentamientos que en la construcción de la paz?
USAID no es solo una agencia gubernamental, es el emblema de una política exterior fallida que ha confundido injerencias con liderazgo. Su historia está escrita en las ruinas de países que, lejos de prosperar, han quedado atrapados en el ciclo de la dependencia y el conflicto. Si la administración actual cumple su promesa de desmantelar este aparato de propaganda de postulados progres, dará un paso hacia la recuperación de la dignidad política y la verdadera soberanía.
La pregunta no es si USAID debe desaparecer, sino cuánto tiempo más permitiremos que instituciones como esta actúen con impunidad. El telón woke ha caído. Es hora de cerrar el teatro. Porque la verdadera ayuda no se mide en millones desviados ni en selfies con presidentes en zonas de guerra. La verdadera ayuda empieza por poner orden en casa, limpiar las instituciones de basura ideológica y devolver a los ciudadanos la confianza en su gobierno. Con Musk al mando y Trump en la Casa Blanca, la función ha terminado. Y esta vez, no habrá bis.