El triángulo de la Cibeles

Cibeles
El triángulo de la Cibeles

Desde que el equipo municipal de cultura en tiempos de la alcaldesa Manuela Carmena invitara a una empresa de cerrajería a concursar para la restauración de la piedra y el mármol de la fuente de la Cibeles, no se conocía un misterio mayor en torno al simbólico monumento de la capital de España.

Muchos miles de ciudadanos que asistimos el pasado sábado a la manifestación en la plaza de Cibeles por la Constitución, nos sentimos como aquellos pilotos de la escuadrilla de la US Navy que la leyenda del Triángulo de las Bermudas considera desaparecidos en otra dimensión dentro de aquella mítica zona de supuestos fenómenos paranormales.

La inquietante sensación de ser borrado de la contabilidad oficial no es para menos. Entre tantas decenas de miles de manifestantes, medio millón según el centenar de asociaciones y entidades cívicas convocantes, muchos adquirieron el don de la invisibilidad en el recuento de participantes comunicado por la Delegación del Gobierno.

Según informó el organismo que dirige la socialista Mercedes González, la manifestación del sábado reunió a 31.000 personas. Un dato aderezado con ese toque refinado al mejor estilo Tezanos, añadiendo esa pizquita de mil manifestantes más para que quedara como más científico, porque el redondeo de los 30.000 parecía demasiado grosero para los master chef del conteo partidista.

Es de rigor reconocer que estos fenómenos han sucedido bajo todos los gobiernos y han afectado a manifestantes de todos los colores políticos. Pero también es de rigor señalar que lo del pasado sábado se les fue de las manos sin pudor alguno. En la concentración del 13 de noviembre por la sanidad pública, la Delegación del Gobierno comunicó la asistencia de 200.000 personas, mientras que los convocantes dieron la cifra de 670.000. A la vista de las imágenes de una y otra manifestación, entre los 200.000 del 13 de noviembre y los 31.000 del pasado sábado hay un proceso de reducción contable en el segundo caso que ya quisieran para sí los legendarios jíbaros del Amazonas para menguar las cabezas de sus rivales.

En los servicios a la causa de la delegada del Gobierno en Madrid, despreciados por un ingrato Pedro Sánchez que la ha borrado sin contemplaciones del cartel de cabeza de lista en la capital, destaca sobremanera aquel dato de la manifestación por la sanidad pública que tuvo lugar el pasado 22 de octubre. Los organizadores, modestos y precavidos, dieron la cifra de 23.000 personas, pero a la Delegación del Gobierno debieron de parecerle pocas porque, cosa inaudita, no dudó en subir la estimación hasta los 50.000, según la información de Europa Press.

Interesado por estos recuentos de manifestantes, requerí en noviembre pasado al Portal de Transparencia del Gobierno la información sobre “los cálculos y/o procesos matemáticos y/o informáticos empleados en la Delegación del Gobierno en la Comunidad de Madrid para calcular los aforos de las manifestaciones de ciudadanos en los espacios públicos”.

Lo que me ha sucedido con esta pregunta es por sí solo todo un fenómeno paranomal. Dirigida mi solicitud al Ministerio del Interior, desde allí me notificaron que no era competencia suya y que la responsabilidad de la respuesta correspondía al Ministerio de Política Territorial, quien a su vez me contestó que, según la propia Delegación del Gobierno en Madrid, ésta «no realiza ningún cálculo o actuación para determinar los aforos de las manifestaciones en los espacios públicos y que quien realiza dichos cálculos o estimaciones son las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado».  Es decir, que el asunto era competencia del Ministerio del Interior, que a su vez negaba que lo fuera.

Aparte de lamentar que no quisieran informarme del método que se utiliza para estos cálculos, creo que los avances tecnológicos permitirían establecer un sistema transparente, conocido y aceptado por todos, para estas mediciones, dada la relevancia que, acertadamente o no, se da a los números de estas manifestaciones en nuestro debate político. Quizás nos libraría de tener siempre nuestras opiniones atezanadas por el uso partidista de estas estadísticas.

La falta de contestación del Portal de Transparencia a mi solicitud de información me confirmó que en el Triángulo de la Cibeles no sólo se pierde el rastro de decenas de miles de manifestantes volatilizados de manera inexplicable en la contabilidad oficial: también sucede que las preguntas sobre el modo de contarlos no cesan de rebotar sin respuesta entre unas y otras dimensiones del espacio-tiempo.

Me preocupa esto sobremanera. Porque con la inquietante fenomenología a que nos está acostumbrando este gobierno, uno teme que estando en una manifestación crítica con Pedro Sánchez pueda ser teletransportado de pronto a otro lugar, pongamos un parque desierto de Coslada a la hora de comer durante la partida de petanca del jefe de Gobierno con una plantilla selecta de ex cargos y afiliados del PSOE, a los que hicieron figurar como unos amables vecinos anónimos que pasaban por allí, igual que podían haberlos presentado como unos pilotos reaparecidos en el misterioso Triángulo de las Bermudas.

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