¿Tiene un plan el PP para Cataluña? Al menos Cayetana sí

¿Tiene un plan el PP para Cataluña? Al menos Cayetana sí

Sábado 26 de junio. El Gobierno ha decretado arbitrariamente que se puede salir a la calle sin mascarilla. Como soy un ‘perro’ he de reconocer que me la he puesto lo menos posible durante la pandemia, no por ánimo de contagiar sino por desobedecer al poder socialista, que es un bien superior. Tampoco he utilizado jamás esos geles repugnantes que están en todos los bares y lugares públicos, que te dejan las manos pegajosas, y por los que pugnan los señores mayores e incluso los jóvenes como si les fuera la vida. En este sentido, estoy más o menos virgen, y además vacunado con la Janssen, que es la de los privilegiados. Pero mi sorpresa es que el sábado 26 salgo sin mascarilla a la calle en Madrid, capital de la libertad, y soy el único. Contrasto este gran acontecimiento y veo que se repite a diario, y no todos los que no aprovechan la magnanimidad del líder supremo son unos cretinos. Algunos tienen estudios y leen, así como trabajo recurrente.

Otros sí son cretinos. El pasado domingo, sin ir más lejos, observé a varios señores y otros jóvenes en bici vestidos de ciclistas como del Tour de Francia y también llevaban mascarilla. Escribo un tuit dando cuenta de los hechos porque no tengo en qué ocupar mejor el tiempo. Digo lo que pienso. Primero que me parece que esta conducta podría ser la palmaria demostración del éxito de la dictadura de Sánchez, de la sugestión y de la imposición del terror a gran escala. Luego sobre los ciclistas, escribo que Sánchez ha conseguido implantar incluso en Madrid, capital libertaria, el masoquismo, y que el número de tontos por centímetro cuadrado es creciente e imparable.

Pero rápidamente me corrige el gran periodista Luis del Pino, y otros muchos que piensan como él, asegurando que si esto sucede -igual que ocurrió con las vacunas de AstraZeneca, que los que recibieron la primera dosis querían inyectarse la segunda de la misma marca a pesar de las recomendaciones contrarias del Gobierno-, la reacción tiene a su juicio el mismo origen: la falta de credibilidad de Sánchez: basta que diga que no lleves mascarilla para que te pongas dos.

Podría ser. No lo dudo, pero yo continúo con mis reservas. Soy tenaz e incorregible. Creo que el daño que ha causado la pandemia gestionada por un embustero patológico, y al mismo tiempo un dictadorzuelo a tiempo completo en las televisiones vendiendo su mensaje corrosivo ha prendido en gran parte de la población. Y la mejor prueba de ello son los indultos. La mayoría no, pero una porción notable de la opinión pública del país ha comprado los argumentos del psicópata. Ya saben, lo del reencuentro, lo de la concordia, lo del perdón, lo de la oportunidad histórica. Las cadenas de televisión adictas a Sánchez trabajan a destajo a su servicio ofreciéndonos tertulianos a granel para encomiar la doctrina oficial. El País, el diario oficial del Régimen, no pierde la oportunidad de aportar su grano de arena. La tesis es que la cerrazón y el encrespamiento de la derecha está cohesionando más que nunca al progresismo doméstico. También lo decían con motivo de las elecciones de Madrid y fueron arrasados.

La estrategia que han encontrado para persuadir a los incautos es hacer un rastreo entre representantes de variadas profesiones, aunque del mismo color -que ellos hacer pasar por la sociedad vibrante de este país-. Por ejemplo, un obrero metalúrgico de 75 años cree que los indultos son una oportunidad para acabar con la desidia secular de la clase política para arreglar el problema catalán y poner fin a la división y el odio. Otra señora que gestiona un taller de empleo con 53 años asegura que “es un ejercicio de madurez democrática, porque hay que ponerse en la piel de los habitantes de Cataluña”. Un administrativo de 52 años piensa que debe primar el sentido de Estado, y otro de la misma edad, militante del Partido Socialista de Cataluña, opina que el ejercicio de la gracia es una necesidad, y que se ha sido muy valiente.

Un funcionario de 40 años afirma que es muy importante la reconciliación entre catalanes después de años “devastadores emocionalmente”. E incluso un cardiólogo, profesión tan crucial y respetable, piensa que la traición de Sánchez es lo más sensato e inteligente para que las cosas vuelvan a su cauce, “porque las penas impuestas” a los delincuentes “han sido exageradas, ya que no cometieron actos violentos ni hubo víctimas” – a Dios pongo por testigo que hicieron lo posible para que hubiera muertos-. Finalmente, otro representante de este sentir patrio general con el que nos trata de conmover el diario del Régimen dice que “en Madrid no se entiende que territorios como Cataluña y la Comunidad Valenciana estén mal financiados”. El puto dinero. Un argumento completamente falso.

Pero lo que une a todos estos manifestantes nada casuales en favor de los indultos es que la derecha, que el Partido Popular, no tiene alternativa, que no ha propuesto nada, que carece de plan alguno y que su único objetivo es destruir, y aún más devastar, las buenas ideas del iluminado Sánchez. Y esto sencillamente es mentira. La derecha claro que tiene un plan. Este plan lo esgrimió el pasado 25 de junio en el diario El Mundo la diputada del PP por Barcelona Cayetana Álvarez de Toledo. Sí, ya sé que la marquesa fue defenestrada por Pablo Casado de su puesto de portavoz en el Congreso, pero sus palabras y sus propuestas me parece que no caerán en saco roto. Que son las que defenderá el presidente popular.

La alternativa que debe ofrecer Casado frente al programa revolucionario y temible de Sánchez es que en Cataluña se debe cumplir la ley, que el Estado debe volver a Cataluña con la mayor fuerza de que sea capaz y que se debe proteger a los constitucionalistas de allí, que son legión, y a los que la derecha ha dejado secularmente desabastecidos de pertrechos, impedimenta y alimento. La política del apaciguamiento que ha ensayado el Estado con Cataluña durante los Gobiernos de Rajoy, y la que ahora pretende llevar hasta el paroxismo Sánchez, ha sido un absoluto fracaso. El Estado debe regresar a Cataluña para que se cumpla la ley, que ahora se vulnera a diario, tanto en el sistema educativo como en otros ámbitos de la actividad económica y social. Y tiene que hacerlo aportando recursos financieros, con energía política y con paciencia sostenida en el tiempo.

Informa la señora Álvarez de Toledo en su artículo que hoy la Alta Inspección del Estado sólo cuenta con un funcionario para hacer cumplir las leyes educativas en Cataluña. Hay que poner fin a esta clase de atropellos a los que nos conducen los indultos y la próxima negociación con los golpistas y su Gobierno deletéreo. Hay que combatir la ideología egoísta, xenófoba y tribal que auspician los protagonistas del Procés y del golpe de Estado, y hay que hacer el mayor proselitismo que quepa del liberalismo, que es lo que distingue hoy a Madrid de Cataluña, lo que explica su crecimiento en renta per cápita, en felicidad común y en ausencia de victimismo. Lo que explica su efervescencia económica y cultural, lo que hace que los catalanes constitucionalistas y de sentido común sientan envidia sana de la capital de España y de su presidenta Ayuso.

“El reencuentro que predica Sánchez sencillamente no es viable a partir de la humillación de la mitad de los catalanes. Sólo será posible cuando la otra mitad, la de los constitucionalistas -la que respeta las leyes y las opiniones ajenas- tenga como mínimo el papel que le corresponde en la esfera pública y privada”. Claro que la derecha tiene un plan, o que este plan esbozado por Álvarez de Toledo, que sigue siendo diputada y miembro del PP, debería ser el esgrimido por Pablo Casado para que los que están sintiendo en estos momentos las andanadas salvajes de Sánchez y de sus medios acólitos -que son casi todos-, para que los que están padeciendo la explosión de las bombas de racimo, sientan y perciban que todavía hay un hueco para la esperanza.

 

 

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