Sostenella y no enmendalla

Sostenella y no enmendalla

Sostenella y no enmendalla

-Iván, Iván, ¿Cómo no se te ha ocurrido antes? Todos los líderes del trifachito con corbata negra y yo fuera de juego, hasta el Rey se la ha puesto. Y mira que tengo una chula, de esas estrechillas que me quedan tan bien; me la regaló Begoña para el aniversario de la muerte de John Lennon.

-Tranquilo presidente, ahora no podemos recular, parecería que les copiamos y eso nos perjudicaría. Lo aprendí en un curso de mercadotecnia y escaparatismo, que es mi especialidad.

-Ya lo sé Iván, por eso te fiché. Además, tienes razón, si copiamos, copiamos a lo grande, una tesis por ejemplo, pero no corbatas… Aunque quizá podríamos, al menos, declarar el luto nacional.

-Si me permite, presidente, es mejor evitar todo lo que visibilice a las víctimas. Por eso dije a las teles que menos ataúdes y más canciones, y parece que está funcionando. Ahora ya, a sostenella y no enmendalla. Ni corbata ni luto.

Este diálogo es ficción (conviene decirlo, no vaya a ser que algún ministro que no conozca el género satírico, me ponga en la lista de ‘fake makers’ o buleros), pero bien representa la situación actual.

Cuando los hidalgos castellanos desenvainaban la espada, su honor les impedía recogerla sin haberla utilizado. De ahí lo de sostenella y no enmendalla, una frase que en política se ha convertido en norma general, una norma que impide mostrar que el contrario se ha adelantado con una buena propuesta y que lleva a enrocarse en posiciones erróneas antes que corregirlas.

Alguien pensará que el luto sólo es una cuestión formal, simple protocolo, que lo único importante es la gestión. Pero también son importantes los gestos; Pedro Sánchez lo sabe mejor que nadie, la forma habla del fondo, retórica y estética deben ir unidas. Y la estética del luto, desde tiempos de los romanos, expresa el duelo ante la muerte. Un dolor que puede ser colectivo cuando afecta a un pueblo o nación.

Hoy, cuando han fallecido más de 20.000 españoles, nos preguntamos por qué el Gobierno se resiste a decretar el luto oficial, un luto que mostraría el respeto y afecto a las miles de familias que no han podido acompañar y coger de la mano, antes de su último respiro, a sus seres queridos. Un luto que también homenajearía a las decenas de servidores públicos (sanitarios, policías y guardias civiles) que forman parte de esa lista de fallecidos.

Pero en política todo tiene una respuesta, y como satirizaba en el diálogo anterior, esta parece ser la de no visibilizar a las víctimas, no vaya a ser que ello nos lleve a más preguntas. Pero es difícil esconder el dolor, y aunque España no esté hoy de luto ‘de derecho’, lo está ‘de hecho’, lo declare el Gobierno o no, se ponga nuestro presidente corbata negra o no. Cuando la estética no sigue a la retórica esta deja de ser creíble, y no está usted, señor presidente, para perder credibilidad.

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