Siete años ya de república ‘fake’
La conmemoración del referéndum del 1 de octubre del 2017 ha pasado, en Cataluña, sin pena ni gloria. Siete años ya. Como pasa el tiempo. Se nota que todo fue fake.
En TV3 han mirado hacia otro lado. Y eso que fueron de los que más leña echaron al fuego. En el informativo del mediodía ni una palabra. Al menos en titulares: el ataque a Hezbolá en el Líbano; las obras en Rodalies y el próximo partido de Champions del Barça tras el último tropiezo en la Liga.
No sé si dentro han dicho algo más por qué he cambiado de canal. Pensaba que, al menos, pasarían algunas imágenes de las cargas policiales. Hasta ahora, a la mínima, las ponían. Igual es que se están resituando. Al fin y al cabo, mandan los socialistas en la Generalitat. Y con el pan de los hijos no se juega.
En La Vanguardia, tampoco nada. Portada y varias páginas interiores para unos premios otorgados por el propio periódico. Eso sí, con la plana mayor socialista presente: Pedro Sánchez, Salvador Illa, Jaume Collboni. Es decir, girando página. Lejos quedan las portadas del entonces director, José Antich. Como la de «Catalunya dice basta» del 2012. Aunque Rac1 sigue a su aire.
Los de Junts lo han celebrado con cierta nostalgia. Con un manifiesto. Recordando hazañas pasadas. Hablan incluso de «victoria colectiva». Y luego que si «persecución policial», la «brutal represión». E incluso «voluntad inamovible» de ser «un estado independiente». Pero lo cierto es que, como dijo un día un mosso, «la República no existe». Tanto Míriam Nogueras como Gabriel Rufián, entre otros, siguen cobrando del pérfido estado opresor.
Mientras que los de ERC han colgado un vídeo en su perfil de X pidiendo «fer pinya». «Cerrar filas» que, tal y como está el partido, tiene guasa. Creo que hoy no se han peleado las diferentes candidaturas en liza. Nunca llegué a imaginar que -cuando Marta Rovira decía aquello de «hasta el final» a las puertas del Supremo- se refería a terminar con Oriol Junqueras. A ambos les une desde hace meses, como se sabe, una enemistad manifiesta.
En fin, ¿cómo ha acabado el proceso? Pues ya lo ven pidiendo la amnistía. Que, además, ha embarrancado. Es cierto que Sánchez ha claudicado. Pero cuando reclamas la amnistía es que admites la derrota. Que es lo que les ha pasado. Significa que la república catalana es, en términos del Supremo, un «ensoñación». Tampoco parece que tengan ganas de volver a intentarlo.
En realidad, lo único que han conseguido es el catalán en el Congreso, que tampoco es mucho la verdad. Ello también confirma que no te vas. ¿Para qué vas a pedir el catalán en el parlamento del Reino de España si estás a punto de irte?
Lo bueno es que la independencia era imposible. Y lo sabía todo el mundo. El maestro Josep Pla (1897-1981) tiene un artículo de 1942 que predice la derrota de Hitler. Está recogido en el volumen XXXI de su obra completa. Lo hace, citando a un amigo, en febrero de ese año. Cuando los nazis todavía no habían perdido ni en El Alamein (julio del 42) ni en Stalingrado (febrero del 43).
«Hitler tiene la guerra perdida», afirma. Y añade la frase mágica: «Lo que no puede ser no puede ser». Lo mismo con el proceso. Sin ánimo de comparar, desde luego, un sistema totalitario con una reivindicación legítima.
Los independentistas se pensaron que sería coser y cantar. Cuando firmaron el acuerdo de coalición CDC y ERC en julio del 2015 preveían la independencia … ¡En 18 meses! El Estado, al parecer, se quedaría de brazos cruzados.
La Unión Europea abriría igualmente las puertas de par en par al nuevo estado catalán. Nos recibirían en Bruselas como a los hijos pródigos de Carlomagno. Obviando el hecho de que la adhesión de cualquier país se hace por unanimidad.
Sin embargo, si Cataluña no es independiente no es por el Estado o por la Unión Europea, que también. Es porque más de la mitad de los catalanes tampoco la querían. En un censo electoral de 5,5 millones, los independentistas solo consiguieron dos millones en los momentos de más excitación popular. Así no se puede declarar la independencia de un territorio. Es que ni siquiera de una comunidad de vecinos.
Les quedaba una última opción. La teoría de Lenin: una vanguardia revolucionaria. Una minoría decidida dispuesta a todo. Incuso a sacrificios personales. Las revoluciones las hacen los descamisados, los obreros de San Petersburgo, los mineros de Asturias.
No gente que veraneaba en la Cerdanya y hacía paellas en Cadaqués. Querían la República catalana. Pero gratis total. Y sin consecuencias personales o judiciales. El resultado es que Cataluña ha quedado institucionalmente arrasada. Diría que incluso anímicamente. Para este viaje no se necesitaban alforjas.