Le Senne y el fracaso del catalán estándar oral

Le Senne y el fracaso del catalán estándar oral

El magnífico discurso de Gabriel Le Senne con motivo del Dia de les Illes Balears ha hecho rabiar a las mesnadas catalanistas a quienes no les caído en gracia que les digan a la cara que llevan torturándonos 40 años tras convertir un tesoro como el vernáculo en un castigo. Tampoco les debe haber caído en gracia la defensa de Le Senne de las modalidades insulares que aparecen por casualidad en nuestra normativa lingüística y estatutaria sin que hasta el momento nuestras autoridades se hayan dado por enteradas.

Si a estos dos detalles anecdóticos les sumamos su firme defensa de la libertad en el orden económico, su ironía respecto a la fatal arrogancia de los políticos a la hora de entrometerse en las decisiones que afectan a la esfera privada de las personas y el realce que le otorgó Le Senne a la familia como institución básica de toda sociedad sana, una importancia que como el aire que respiramos sólo se la damos cuando carecemos de él, como saben todos los maestros de estas islas que se ven obligados a educar en todo aquello donde antes ya se venía educado de casa, el discurso de Le Senne no podía sino disgustar al catalanismo, señal inequívoca de que ha sido sumamente acertado.

El hecho de que Le Senne, castellanohablante, haya utilizado el mallorquín en su alocución al referirse precisamente a la espinosa cuestión lingüística ha merecido algunos comentarios que denotan la mala fe y la pereza de pensar tan propia por estos pagos entre cierto periodismo militante. Maria Llull, periodista de mi digital favorito arabalears.cat, decía en su crónica que Le Senne «ha parlat gairebé tot el temps en castellà, llevat d’unes línies en un mallorquí ple d’incorreccions, i no en el registre lingüístic formal que s’hauria de fer servir a la Cambra».

Ignoro a qué se refiere Llull cuando habla de «incorrecciones» o a este «registro formal que se debería utilizar en la cámara balear». Ignoro si se refiere al mallorquín oral empleado por Le Senne o al mallorquín escrito de la transcripción del discurso enviado a los periodistas donde hace un uso irrestricto del artículo salado, los pronombres mallorquines («noltros» en vez de «nosaltres», «mos» en vez de «ens»), los posesivos («nostro» en vez de «nostre») o de léxico mallorquín sospechosamente castellanizante pero incluido en el diccionario Alcover-Moll («descuidar», «garantitzar», «disfrutar»). Supongo que Llull se refiere a estas «incorrecciones».

La razón de fondo es que el catalanismo tiende a confundir el ámbito oral con el escrito y no se da cuenta o no quiere admitir el fiasco de su propuesta de «catalán estándar oral». La aceptación unánime de su propuesta de «catalán estándar escrito (literario)», en cambio, ha sido un éxito para ellos gracias a la escuela. En su parte de discurso pronunciado en mallorquín Le Senne empleó el mismo registro que utiliza en la tribuna parlamentaria el latinista Lluís Apesteguia, el mismo que utiliza Marga Prohens, el mismo que utiliza Maria Ramon, el mismo que emplea María José Verdú, el mismo que utiliza Antònia Estarellas, el mismo que emplea Mercedes Garrido o el mismo que usa Toni Vera, filólogo catalán para más señas. Ninguno de ellos utiliza este «registro lingüístico formal que tendría que emplearse en la Cámara», como denuncia Maria Llull.

Seguramente todos ellos, si tienen necesidad de escribir su texto discursivo, lo escriban de forma distinta a Le Senne ciertamente y sí utilicen el catalán estándar escrito aprendido en la escuela, dándose a menudo la incoherencia de que al leer un discurso ya preparado lo lean en «catalán estándar» y en las réplicas, cuando tienen que improvisar sin estar apoyados por ningún texto, se pasen con total normalidad al mismo mallorquín oral que hablan fuera de la Sala de las Cariátides o de la Sala Verde.

En este sentido Le Senne, lingüísticamente, es más coherente que todos ellos, que cambian de registro en función de si leen o no un texto. De lo que estamos hablando en el fondo es del enésimo fracaso de los expertos lingüísticos de la UIB en su intento, fútil e inane, para que nuestras élites políticas, profesionales y académicas (médicos, políticos, periodistas, profesores, representantes sociales, portavoces de la sociedad civil) dejen de usar este infecto «dialecto del catalán» que acostumbramos a hablar los mallorquines para pasar a utilizar el catalán estándar oral para los registros más formales y elevados.

Hace 25 años algunos insignes profesores del departamento de Filología Catalana de la UIB hicieron una serie de propuestas para el uso público del catalán. En ellas se hacía hincapié en que «donde el problema [para la normalización del catalán] es más peliagudo es el caso de la lengua espontánea oral formal, demasiada alejada de la lengua escrita, demasiado confundida con las formas de hablar caseras y demasiado interferida por el castellano». El estándar, cabe recordarlo una vez más, no sólo es la variedad lingüística que escribimos sino también la que deberíamos, a juicio de nuestros sociolingüistas, utilizar oralmente en los registros más formales y elevados. No hay que olvidar que el estándar pretende ser un modelo ideal al que de forma espontánea estamos destinados a converger los catalanohablantes, abandonando nuestros rasgos más dialectales como el artículo salado, la morfología verbal y pronominal mallorquina o el léxico mallorquín más genuino por uno más amplio y general. Dos décadas después podemos certificar que nuestras élites, incluso las más catalanistas, han dado la espalda a la tentativa de asumir este «catalán estándar oral», considerada en su día como «urgente» y «prioritaria».

En nuestra universidad pública, tal vez con la excepción del departamento de Filología Catalana, la inmensa mayoría de profesores que dan clase en catalán utilizan el mallorquín de toda la vida, el mismo que hablan fuera de clase. En las aulas de enseñanza primaria y secundaria los mismos profesores que claman contra la «segregación» lingüística también dan las clases en mallorquín. En el parlamento balear, la cumbre que representaría la máxima formalidad del país, todos hablan mallorquín, menorquín o ibicenco, nadie habla este estándar oral al que aspiraban nuestros sociolingüistas hace 25 años. Ni siquiera los diputados de Més per Mallorca -no siempre ha sido así, recuerden a un Damià Pons que siempre lalaba en sus intervenciones- hablan este ortopédico catalán estándar oral auspiciado por nuestros sabios de la UIB.

De aquel proyecto de estándar oral espontáneo que, según nuestras autoridades lingüísticas, tenía que superar «el coloquialismo» y «acercar la lengua oral formal a la lengua escrita», incluyendo el uso del artículo estándar o literario, «las formas verbales y pronominales normativas o una sintaxis ajustada a las normas de la gramática», no ha quedado ni rastro. En los noventa las «incorrecciones» lingüísticas de Le Senne habrían abierto portadas en condotieros del catalanismo como son Última Hora y Diario de Mallorca. Todo indica que, frente a la cruda realidad de la progresiva latinización del catalán a la que aludía Le Senne en su discurso, el catalanismo ha decidido evitar polémicas contraproducentes. Menos para los últimos resistentes como Maria Llull.

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