Sánchez tiene lo que merece: humillación
“Las propuestas de diálogo del Gobierno no han sido aceptadas por independentistas”, así de taxativa ha sido la vicepresidenta Carmen Calvo al anunciar el fin de las conversaciones con Quim Torra y compañía. Las palabras de la socialista, que han sonado tan concluyentes como cargadas de pesadumbre al presentir el previsible final de la legislatura, tienen una lectura entre líneas sobre la que sería interesante detenerse. Atendiendo a las explicaciones de Calvo, se percibe que los miembros del Ejecutivo, no sólo han dado a los secesionistas todas las facilidades de negociación con tal de conseguir su apoyo a los Presupuestos, es que, además, ni siquiera han tenido las agallas suficientes para ser ellos los que acabasen con semejante dislate. Es más, envalentonados ante la debilidad del Gobierno, los separatistas han retado a Pedro Sánchez a volver a sentarse en la mesa “cuando recupere la valentía” o, mejor dicho, cuando esté dispuesto a aceptar lo inaceptable: el derecho de autodeterminación y la intromisión en la Justicia para auxiliar a los golpistas del 1-O.
No obstante, y a pesar de la humillación a la que ERC y PDeCAT han sometido a los socialistas al negarles las condiciones para constituir la controvertida mesa de partidos, esa en la que estaría presente la figura del relator, que ahora se ha denominado “persona encargada de facilitar el diálogo”, el Gobierno no ha tenido rubor en usar el chantaje casi emocional al advertir a los separatistas las consecuencias que tendría una convocatoria electoral para la izquierda española. Ha apelado al miedo a la llegada de la derecha al poder como estrategia para que, tanto los de Oriol Junqueras como los de Quim Torra, reconsideren su posición a sólo cuatro días de que comience en el Congreso el debate de las cuentas públicas y el juicio del procés en el Tribunal Supremo.
El tiempo de Sánchez en La Moncloa se está agotando, de hecho, hace tiempo que el socialista debería haber convocado las elecciones generales para que las urnas hablaran, tal y como se comprometió. Son múltiples los errores en los que el Gobierno ha incurrido desde que sacaron adelante la moción de censura en el mes de junio, sin embargo, la mesa ideada por el Govern con la presencia de un mediador y sólo los partidos independentistas, ni rastro de constitucionalistas, han sido la puntilla final para disparar el hartazgo de los españoles, y las voces críticas dentro del PSOE. Por responsabilidad, Sánchez jamás debería haber sido presidente con 84 escaños y el apoyo de golpistas y proetarras, era una certeza en junio y es un hecho ahora, sólo siete meses después de erigirse en el poder.