Sánchez sólo da sin que se lo pidan cuando le interesa

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El populismo del personaje no tiene límites. El presidente del Gobierno se ha ido a Río de Janeiro a la reunión del G20 y lo primero que ha hecho, además de comprar las recetas del presidente brasileño, Lula da Silva, es comprometer 400 millones de euros destinados a la entidad del Banco Mundial que presta ayuda a los países más pobres. «España está dispuesta a predicar con el ejemplo»,  dijo.

La contribución de nuestro país aumentará de este modo un 40%, un incremento que contrasta con la cicatería exhibida con motivo de la tragedia de Valencia. Y es que gran parte de las ‘ayudas’ a los afectados por la DANA será en forma de créditos, que por muy bajos que sean obligarán a devolverlos. El concepto de ayuda es muy relativo y varía según tenga o no que reintegrarse lo prestado. Y no se trata de cuestionar que España colabore en la erradicación de la pobreza, por supuesto, sino de subrayar que una cosa es prestar y otra regalar y que los damnificados por la tragedia de Valencia merecerían un mejor trato por parte de este Gobierno tan solidario con los de fuera y tan reacio a dar sin contrapartidas a los de dentro.

Lo cierto es que Sánchez sólo da sin que se lo pidan cuando le interesa, porque ese «si necesitan ayuda, que la pidan» que le lanzó al presidente valenciano, Carlos Mazón, contrasta con la generosa contribución de 400 millones a los países pobres. El decidido apoyo de Sánchez a la Alianza contra el Hambre y la Pobreza que vio la luz oficialmente al inicio de la reunión del G20 a instancias del presidente brasileño es la prueba del nueve de que para el presidente del Gobierno es más perentorio anunciar 400 millones de euros a fondo perdido contra el hambre en el mundo que entregar cantidades a fondo perdido a quienes lo perdieron todo en la tragedia de Valencia.

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