Sánchez, el ‘mal menor’ para un Rufián mutante

Sánchez, el ‘mal menor’ para un Rufián mutante

Esquerra Republica es un partido imprevisible, una organización tendente a pegarse tiros en el pie llevada por su propia falta de estabilidad. A lo largo de la historia ha tomado decisiones que no le convenían, y que podían acabar mal, o peor. Desde el fallido intento golpe de Estado de Companys en octubre de 1934, durante la Segunda República, y que acabó con el entonces president en la cárcel; hasta la presión a Puigdemont para que no disolviera el Parlament, y que acabó con la DUI del 27 de octubre de 2017 y con más de medio gobierno autonómico en prisión preventiva.

La trayectoria de ERC tiene hechos como el viaje de  en 2004 a Perpiñán para reunirse con ETA aprovechando que era presidente de la Generalitat en funciones, por estar Pasqual Maragall de viaje oficial en Turquía; y decisiones alocadas como impedir que Miquel Iceta fuera senador, simplemente porque sí. Pero este partido, a pesar de su comportamiento imprevisible, quiere hacerse mayor y ser la fuerza central del tablero político catalán. Es la dualidad de Esquerra: desea ser la heredera de la pragmática Convergència pujolista, pero sigue empeñada en la alianza con los herederos de Batasuna. Quiere la hegemonía, pero mantiene como líder a Oriol Junqueras, el defensor de que el ADN catalán es más próximo al francés que al español.

Esa división entre lo lunático y lo práctico le lleva a protagonizar mitines, a escasos días de la investidura, en los que delante de las juventudes de su partido Pere Aragonès y Roger Torrent claman por la República catalana, mientras que Gabriel Rufián aseguraba en Madrid que si Podemos y PSOE llegaban a un acuerdo para la investidura, ellos no la iban a impedir.

A pesar de la escasa fiabilidad, ni política, ni emocional, ni de ningún tipo, que transmite Esquerra, una poderosa voz resuena de fondo en los cuarteles de mando de esta formación secesionista. Es el “la alternativa a Pedro Sánchez es mucho peor” que dijo en enero de este año la ex consejera Dolors Bassa desde el centro penitenciario de Puig de les Basses. Es “mucho peor” para ellos, los políticos en prisión preventiva, porque una vez sean condenados, y tengan que apechugar con sus penas, no es lo mismo tener influyendo sobre el Gobierno de España a los que no ven mal los indultos, que tener en La Moncloa a Pablo Casado o a Albert Rivera.

Junts per Catalunya está destinada a ocupar un papel cada vez más residual en la política catalana. Si Pedro Sánchez se atrevió a llamar “inútiles parlamentarios” a los diputados ex convergentes en el Congreso, es porque es así. En las últimas elecciones dónde se jugaron las cosas de comer, generales y municipales, ERC arrasó en Cataluña. A Puigdemont le quedó el consuelo de ganar las europeas. Triste papel para la antigua fuerza hegemónica en Cataluña, que gracias a personajes como Laura Borràs o Miriam Nogueras raya la irrelevancia en el parlamento nacional. Por eso han escogido el ‘no’ en las dos votaciones de investidura. Ni cuentan, ni se les espera.

Y en ese papel menguante de los ex convergentes está la clave. Esquerra se siente ganadora, quiere que se convoquen elecciones autonómicas en Cataluña lo antes posible y quiere ser la fuerza decisiva en Madrid. Tanto para reforzar su poder en la Generalitat, como para poder negociar gestos que facilite el retorno a la vida política de sus dirigentes encarcelados, como para intentar evitar que otros acaben entre rejas. De ahí el nuevo papel de Rufián.

A Don Gabriel ha habido que domesticarlo para que puede ejercer de puente, y no de foso lleno de caimanes, hacia el PSOE. En el nuevo tablero en el que Esquerra domina en Cataluña y hereda la tradicional influencia de los convergentes en Madrid, hay que intentar la tarea casi imposible de convertir a Rufián en una mezcla de Miquel Roca y Josep Antoni Duran i Lleida. Por eso se impuso el “por Esquerra no será” y han vendido que son un partido razonable que solo quieren un pacto de izquierdas. La abstención en la votación decisiva, desmarcándose de JxCAT, deja claro que ERC sí que cuenta, y que se les espera.

El único problema es que el alma autodestructora de Esquerra Republicana pugna continuamente por salir. La pregunta es, ¿cuándo cometerán los de Junqueras el próximo acto de suicidio político que hará imposible que nadie del PSC ni del PSOE pueda pactar nada con ellos?

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