Sánchez y la destrucción de España

Sánchez Puigdemont

Pedro Sánchez va camino de convertirse en el destructor de España, tanto desde el punto de vista histórico, como legal, como de convivencia entre todos sus ciudadanos, que todavía seguimos llamándonos españoles, aunque a algunos no les guste. Todavía podría dar marcha atrás en su delirio, rectificar y no cometer las graves acciones que pueden destruir España con sus pactos con los independentistas, pero si no rectifica, destruirá España, la España constitucional y de libertades que tenemos.

España, una de las naciones más antiguas del mundo, con una realidad cultural más o menos homogénea desde la Hispania romana, con una realidad política más sólida en la España visogoda y con una unión clara desde los Reyes Católicos, que fue solidificándose a lo largo del tiempo y que en 1812 proclama la Constitución liberal de Cádiz, que la convierte en una nación moderna, está siendo empujada hacia su destrucción por la ambición y el interés personal de un personaje que no admite haber perdido las elecciones y ceder el poder, sino que se aferra a la alianza con todos los grupúsculos enemigos de España para mantenerse en la cabecera del banco azul, humillándose ante ellos para obtener su apoyo, que se convierte en una humillación para España, primero, porque el que se humilla, aunque no le importe España, como vemos cada día, es el presidente del Gobierno en funciones; segundo, porque todo lo pactado con cada uno de esos grupos, y lo que les queda por pactar, son heridas de muerte que se inflige a nuestro país.

Sánchez acepta una ley de amnistía, cuando es inconstitucional, ya que no se recoge en la Constitución; se prohíbe en ella una medida de menor alcance a la amnistía, que son los indultos generales, con lo que quien no puede lo menos, no puede lo más; y porque los constituyentes debatieron esa posibilidad y las dos enmiendas que hubo al respecto fueron rechazas. Y no tiene cabida tampoco porque la amnistía es una herramienta que se emplea para borrar todo delito de carácter político, que se da sólo en dictaduras, no en democracias. Por eso, la amnistía de 1977 tenía sentido y toda lógica, pues se transitaba de un régimen autoritario a uno democrático. Ahora, no, porque vivimos en una democracia, aunque Sánchez intente rebajar su calidad cada día. Una amnistía, si se produjese, que se producirá si Sánchez es investido, pues ya la ha pactado con ERC y la está negociando también con Junts, significará que España, en 2017, se comportó como un Estado represor, como una dictadura, sin garantías jurídicas, en lugar de la democracia que es desde hace casi cincuenta años.

Dentro de esa aceptación de la amnistía, se encuentra el descrédito internacional, como bien ha señalado algún diplomático, ya que éstos se esforzaron en hacer ver a nivel internacional el intento de golpe de Estado que perpetraron muchos independentistas, y ahora, el propio gobierno de su país viene a decir, de manera bochornosa, que el Estado actuó ilegalmente.

La foto con los herederos del antiguo brazo político de ETA constituyen otro insulto y ataque a España y a los españoles. Reunirse con una condenada por enaltecimiento o colaboración con el terrorismo y con ese partido que sigue sin ayudar a resolver tantos asesinatos de ETA como están pendientes de esclarecerse, son un insulto a las víctimas directas, a sus familiares, que también son víctimas, y a todos los españoles.

El perdón de una parte de su deuda a Cataluña, la cesión de los cercanías de esa región, acompañados de financiación y la infraestructura, el reconocimiento de Cataluña como nación, la aceptación de la celebración de un referéndum de independencia -lo vistan como lo vistan, se trata de eso- y la aceptación del llamado «relator» del proceso, como si España tuviese que tener observadores internacionales porque fuese una dictadura, componen otras de las más graves cesiones de Sánchez a cambio de recibir los votos de todos esos grupos.

Y lo que nos quedará por ver, ya que si Puigdemont eleva la apuesta, lo más probable es que Sánchez acepte, con un PSOE moldeado ya a su antojo, que respalda sus decisiones porque anteponen seguir cobrando un sueldo a la lealtad a la Constitución y a la democracia, al que se une el rencor de las bases a cualquier cosa que no sea la izquierda, porque desde Zapatero el PSOE se ha convertido en un generador de odio, fomentando, de nuevo, la división en las dos Españas, que es otra forma de destruir la Constitución y la Transición, que se realizaron desde la concordia, que Sánchez dinamita, tras iniciar ese trabajo perverso Zapatero. Todo ello, además, en medio de una situación económica que se vuelve cada vez más adversa, que se verá perjudicada por esta inseguridad jurídica que Sánchez fomenta al realizar todas estas cesiones a los independentistas.

Sánchez, por un puñado de votos para seguir siendo presidente del Gobierno, vende España, o, mejor, dicho, la lleva a la destrucción, buscando fórmulas y nombramientos que le digan que es constitucional, lo que no lo es, ya sea en el Tribunal Constitucional, en la Fiscalía General o en el nombramiento del Letrado Mayor del Congreso. Sánchez se olvida de que prometió «guardar y hacer guardar la Constitución», pero lo que hace es socavar sus cimientos para perpetuarse en el poder, sea como sea. La Historia lo pondrá en su lugar, al nivel de felonía de Fernando VII, pero quizás incluso entonces ya se hable de España en pretérito, desgraciadamente, porque haya terminado de ser destruida gracias a todas estas cesiones de Sánchez.

Lo último en Opinión

Últimas noticias