Sal del armario, Pedro

Pedro Sánchez

Yo te amaría, Pedro, si salieras del armario de la simulación de repente. Y a lo loco.

Sí, te amaría, y no me avergüenzo, y no sólo yo, muchísimos otros, si una mañana te levantaras con el ritmo cambiado y el ánimo de abandonar la fábula. Si decidieras, por ejemplo, mirándote a los ojos, mientras te cepillas los dientes en el baño, dejar de fingir, que para qué.

Te amaría Pedro, como lo haría Steven Spielberg, como Polansky y Woody Allen e incluso tu tocayo Almodóvar, y Akira Kurosawa (R.I.P) e igual que te amaría Robert Rodríguez si abandonaras la comedia burlesca -que ya no tiene público para más representaciones- y abrazaras el verdadero show, como un mariachi.

Porque todos te amaríamos, la Reina Letizia y la Reina emérita, e incluso la Reina Isabel II desde el más allá sonreiría evanescente. Y hasta Madonna, si te viera en una serie, la de un hombre demasiado resiliente. Que nos tienes agotados de verte agotar. ¿Tuviste algún ideal alguna vez que no fueras tú mismo?

¡Salta, Pedro! Que ya no respiras en este clima infecto con el que has gaseado España: error en el sistema, lucha cutre y polarización mezquina sin fondo, solo el grosero empoderamiento artificial de la sensibilidad del tonto. Que el tonto manda en España, gracias a ti, así en genérico: el tonto. Y el tonto te manda a ti, y se te ve cansado de hacer malabares, de poner caritas y, sobre todo, de impostar la voz.

Yo te amaría Pedro, y Gloria Fuertes, y Kant, y Mozart y Blanca nieves, yo te querría, no, amar, con la candidez de un personaje converso de Dickens, si te levantases ese día, el día de tu Breaking Bad, con más agallas, y con más jeta, e incluso más guapo, e inteligente, con la belleza y la inteligencia que solo proporciona la autenticidad… Si te encaminases a dar el giro radical, el rapidísimo giro de guion sublime. Y no precisamente motivado por la pseudo bondad o la elevación política, ¿eh? Nooooo.

Tendrías amor y aplausos, los de todos, si te levantases por la mañana, o por la tarde, de tu sillita; si sacaras las Rayban de la mesilla, y te pusieras de negro, rumbo a Torrejón. Y una vez allí, te subieras al Falcon y te dedicaras a dar vueltas por el territorio nacional parando de norte a sur y de costa a costa a hacer peinetas a los viejos y sacar la lengua a las señoras, mientras te sujetas las orejas, descalzo. Y todo venga a hacerte fotos y selfies sin pudor, y sin control, con ambas manos, sonriendo, poniendo morritos, tirando besos, con la boca abierta y con la boca cerrada.

Yo te amaría, Pedro, y cuántos otros, si entonces te quitaras las gafas y echando mano de las sombras y pinceles de tu esposa, y un espejito, te ahumaras los ojos y pintaras los labios de verde, y te arrancaras la camisa, sólo antes de levantar el brazo con ella y darle vueltas como un helicóptero, como un vaquero en un rodeo… Para aventarla después tan lejos como la farsa.

¡Sí! Fotos y más fotos, y tu directora de prensa llamando con un TOC, y tú más loco que ella le haces un calvo y se lo envías grabado con música de Los del Río o Muse… ¡Qué obra de arte, Pedro! Si esas fotos las fueras subiendo a las redes sociales de la Moncloa, si se las enviaras a Pablo Iglesias, a Yolanda Díaz, pero también a Feijóo y Abascal, cada uno con un mensaje personalizado y sincero: «Dejen la farsa amigos, que no vale la pena, ni la cordura».

Y que miraras por la ventanilla del avión, y que vieras España, esta España que te tiene hastiado, agresivo, ¡opistótonos!, esta España que fue y será sin tu ayuda, sin todo ese esfuerzo tuyo en no sé qué cosas que no nos interesan ni los españoles ni a ti.

Ya no. Mírala, Pedro, te amaría para siempre, si confesaras, si te quitaras la careta y el corsé. Y si cogieras un lanzallamas o un bidón de gasolina y rociaras Moncloa como en Las verdes praderas…Y te sentaras riendo sobre el planeta tierra, en pelotas.

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