El sagrado secreto de los datos fiscales
El Gobierno de Sánchez se encuentra acorralado por varios flancos. Su coalición para mantenerse en el poder, que deviene en un chantaje permanente a Sánchez, que éste paga con cesiones inasumibles que humillan a España, rompiendo la Constitución y tratando de conceder toda suerte de privilegios a los independentistas, es tan frágil que hace aguas en cada votación. Ahora, son los presupuestos de Cataluña donde los aliados de Díaz han votado en contra, provocando su devolución y la anticipación electoral.
Aquí se enlaza con el siguiente problema para el PSOE, el calendario electoral. Además de las elecciones regionales vascas, donde puede ser castigado por su persistente blanqueamiento del antiguo brazo político de ETA, se le unen las autonómicas catalanas. En ellas, Illa puede no obtener el resultado que esperaba, pues su nombre figura cada vez con más intensidad en las informaciones que se publican en prensa sobre los contratos de Sanidad acerca de las mascarillas. De esa forma, los socialistas pueden ver frenado su intento por obtener la presidencia regional catalana.
Y esto se debe al otro gran problema, posiblemente, el mayor, que es la trama de presunta corrupción ligada a las mascarillas, donde Koldo, el antiguo asesor de Ábalos y custodio de los avales de Sánchez en las primarias, aparece investigado, junto con otras personas cercanas a la esfera de poder del PSOE y del Gobierno, hasta el punto de que las reuniones de la mujer del presidente del Gobierno con el responsable de una empresa que aparece relacionada de alguna manera poco clara en este asunto, resultan, cuando menos, poco estéticas, que todavía se enturbia más al no haberse inhibido el presidente del Gobierno en la concesión de ayudas a dicha empresa, que además de reunirse con su mujer había patrocinado algunos proyectos impulsados por ella.
Ante esta situación, el Gobierno se mueve como un francotirador herido, resultando muy peligroso, pues ante una situación así vemos cómo la ética está siendo apartada en sus formas más esenciales. De ahí, el lamentable espectáculo de matonismo político donde en la sesión de control, mientras intervenía Sánchez pidiendo la dimisión de Ayuso para no hablar, por ejemplo, de las reuniones de su mujer con la compañía rescatada por su Gobierno, María Jesús Montero le decía a un diputado del PP, según se puede ver en un vídeo de la sesión, «tú». ¿Cuidado, de qué? Causa tristeza y miedo ver que un miembro del Gobierno amenace a un diputado de la oposición. Hay que remontarse a la tenebrosa II República para encontrar algo igual. Lamentable.
Y dentro de ese espectáculo poco edificante, como el Gobierno, para desviar la atención sobre sus imparables problemas, está arremetiendo contra el novio de Isabel Díaz Ayuso a raíz de una inspección fiscal, lo agrava con las declaraciones a periodistas de Montero donde llegó a decir que había leído en prensa una información sobre el novio de Ayuso, que, realmente, no apareció publicada hasta cuatro horas después. Después, lo ha negado pero las declaraciones de Montero están ahí. Esto, de ser cierto, sería muy grave, porque, ¿cómo podía conocer Montero esa información? Si salió de su departamento, es gravísimo. Si no salió pero reveló información confidencial de un contribuyente, es más grave todavía -hecho que el Ministerio de Hacienda niega-, ya que se vulneraría el sagrado secreto de los datos fiscales.
Ojalá que, realmente, pudiésemos creer a Montero al negar sus propias palabras, pero en las declaraciones dijo lo que dijo, porque, si no se refirió a eso, ¿a qué se refería? En cualquier caso, como mínimo, debería explicarlo si es que de un malentendido se tratase. Si eso hubiese sucedido, nos situaría en un plano muy peligroso, pues los derechos de los ciudadanos se verían pulverizados. En ese momento, esto dejaría de ser una democracia.