La Repsol de Imaz amenaza con abandonar España

Repsol Imaz

Casi me de un vahído de incredulidad cuando, en la mañana del pasado jueves, escuché a Josu Jon Imaz, ex presidente del Partido Nacionalista Vasco (PNV) y dirigente clave de esta formación en la que continúa militando. Dijo que tras el pacto entre el PSOE y Sumar –es decir, entre Sánchez y Díaz– para mantener el impuestazo a las energéticas, Repsol, de la que Imaz es actualmente consejero delegado, se plantea abandonar España, tal y como han hecho ya otras importantes compañías.

Poca debe ser la actual capacidad de influencia de Imaz ante el tándem Urkullu-Ortúzar, porque si tuviera alguna no se podría quejar del nuevo Gobierno que seguirá gobernando España, que impone impuestos abusivos y que es enemigo declarado del mundo empresarial. Si  Sánchez y Díaz se las prometen muy felices ante el futuro inmediato es porque el PNV se negó en redondo clamoroso a hablar de la investidura de Nuñez Feijóo y, además, durante aquellas sesiones parlamentarias el portavoz nacionalista Aitor Esteban amenazó con males peores a los que deberían ser sus aliados naturales, al menos en lo que respecta a ideología social.

El químico nacionalista vasco puso punto en boca desde una gran cotizada como es Repsol. Reflejó el sentir de los grandes empresarios, pero también de los medianos y pequeños. Por un lado, la inseguridad jurídica en manos de un Gobierno que hace por la tarde-noche todo lo contrario de lo que afirma por la mañana; por otro, ese permanente ejercicio de jugar con el dinero ajeno para sus malabares requiebros populistas. Así no hay dios que haga empresa, al margen del desprecio que sienten por los emprendedores e inversores a los que consideran, en cualquier caso, más delincuentes que a Puigdemont.

No conocemos el montante exacto de empresas que hace tiempo decidieron deslocalizarse en su país de origen. Desde Portugal a Holanda, Estados Unidos, Polonia, Irlanda, Hungría, Letonia, Estonia y Lituania se pueden encontrar firmas y gestores españoles por doquier. Tras el sanchismo decidieron que España había dejado de ser una tierra de oportunidades para crecer, pagar impuestos razonables y, sobre todo, no depender de la voluntad cesarista de irresponsables políticos que se saltan sus propias normas y sus promesas. Se vio con claridad esta misma semana en el congreso anual del Instituto de Empresa Familiar, donde su presidente, el vasco Sendagorta, no se cortó a la hora de denunciar la persecución y el abuso. Lo hizo delante del Rey, del lehendakari y del jefe de la oposición.

Voy a poner punto final a este post tal y como empezó. El actual estado de cosas para los empleadores es posible porque durante un lustro enterito compadrearon con el sanchismo, y éste les perdió el respeto y cualquier miedo. Esto no sucede en ningún país del mundo civilizado. Como dejó escrito el clásico la política, es demasiado importante para dejarla en manos de políticos profesionales. Es el caso.

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