De repente se descubre que la UE existe

De repente se descubre que la UE existe
De repente se descubre que la UE existe.

Lo he escrito en este mismo papel digital en numerosas ocasiones: fuera de Europa no hay salvación. Lo escribí hace años y lo he repetido cada mes.
Antes de la agresión putinesca, la situación económica española -con un Estado en quiebra y unas cuentas públicas destruidas- sólo podía ser oteada desde la ayuda de la UE y la solidaridad financiera de las grandes potencias del club.

Tras la invasión postsoviética de Ucrania ha quedado claro también que no sólo es la economía. Es la vida entera. Nunca agradeceremos suficiente a Zelenski y a su pueblo que, entre sus ruinas ucranianas, hayan agitado el alma europea en ese extraordinario alegato ante el Parlamento Europeo. Con una cierta timidez al inicio del conflicto, sin duda, ante la cómoda posición estadounidense, los rectores de la UE se ponen al mando. Josep Borrell, que salva el honor de los Prizzi (sus conmilitones de Moncloa), el presidente del Consejo, Michels y, finalmente, la jefa del ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen.

El empuje europeo ha galvanizado todo el soporte mundial hacia una causa justa. Europa y su corolario defensivo, NATO, ha sido clave en el cambio de opinión del presidente Sánchez a la hora de ponerse al lado de los que envían armas a los luchadores por la libertad en el corazón de la Europa del Este y, de ese modo, sacudirse el complejo ultraizquierdista que le atenazó en los primeros días.

La gran crisis, con su amenaza de exterminio global, y la soberbia respuesta europea debería acelerar el proceso comunitario y sellar su homologación en todos los niveles con cesión de soberanías de antaño, hoy inútiles e ineficaces. Desde el sistema financiero, la armonización defensiva, a un programa energético común. Lo pequeño no es hoy nada bello. Ni práctico, ni posible.

Por fin, Europa nos ha dado, en trágicas circunstancias, una ocasión para mostrarnos orgullosos de ser españoles y europeos, europeos y españoles. El orden de los factores no altera el producto.

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