¿Por qué nunca vestiré una camiseta de Greta Thunberg?

¿Por qué nunca vestiré una camiseta de Greta Thunberg?

Esta semana, exactamente el día 5, se cumplió el 60 aniversario de la foto que un fotógrafo cubano, Alberto Korda, tomó del Che Guevara. Sí, esa imagen que desde los 70 y hasta la actualidad no ha parado de representar durante varias generaciones la imagen idolatrada de un profeta del marxismo relacionado con la lucha de clases y el advenimiento de un mundo nuevo que sólo trajo más pobreza, ruina económica y sometimiento de las libertades. Por ello, la izquierda ha cambiado sus imágenes de referencia por otras nuevas con las que pretende reclutar adolescentes y nuevos votantes.

La izquierda ha cambiado la lucha de clases por otros combates, como el del feminismo llevado a su más histriónica expresión o la batalla del planeta. La nueva Bastilla que tomar de la izquierda se llama cambio climático. Greta Thunberg es la nueva Camille Desmoulins y ante la ausencia de aristócratas que colgar de las farolas, cualquiera de nosotros nos convertimos en presuntos culpables por usar el coche, encender la calefacción o por comer un chuletón.

De la imagen del Che hemos pasado a la teatralidad de la activista climática que, con su discurso apocalíptico, escrito por algún redactor de discursos, nos implora que le hemos robado sus sueños y su infancia. Esta semana se presentó en Bruselas para criticar la ley del Clima presentada por la Comisión Europea y que pone el año 2050 como fecha tope para poner fin a la era de los combustibles fósiles. Como profeta del ‘globalismo’ Greta no quiere que cada país decida por sí mismo, sino ser ella quien elija por cada uno de los gobiernos democráticamente elegidos en sus respectivos países. En resumen, que, si la ley no acorta los plazos y no es vinculante, no le gusta a Greta y no vale para nada.

La presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, consiguió ser elegida por el Parlamento Europeo en gran medida por su discurso a favor de la neutralidad climática. Pero una cosa es esa y otra muy distinta es elevar a categoría de eminencia internacional a una adolescente de 17 años que es tratada como una gurú por decenas de líderes de todo el mundo en una campaña de conspiración climática que lo único que busca es ideologizar la defensa del medio ambiente y la ecologización de nuestra economía.

Pretender situar a Greta Thunberg respecto a la Generación Z en el mismo nivel de lo que colocaron al Che en la Generación de los baby boomers es completamente absurdo. Sólo demuestra el intento constante de la izquierda política por convertir a sus referentes en iconos y en pósters del imaginario colectivo, pasando de guerrilleros a activistas.

Greta Thunberg representa a una clase del trotskista del siglo XXI, hostil al universo burgués, pero siempre crítica dentro del sistema que le da total libertad para expresarse y manifestarse. Ella conserva la nostalgia de otro universo, al estilo de Trotsky o del Che, que fueron eliminados sin piedad por ser considerados contrarrevolucionarios. Muy similar a lo ocurrido en España con Íñigo Errejón cuando decidió irse del partido que fundó con Pablo Iglesias.

La élite de hoy que se declaraba proletaria ayer cree que en compensación por los servicios prestados a la comunidad es normal vivir como la aristocracia a la que tanto siempre ha criticado.  El levantamiento de la medida que impedía que los miembros de Podemos recibieran por sus funciones públicas salarios tres veces superiores al salario mínimo interprofesional es la misma que la que el Partido Comunista adoptó en su momento para que sus dirigentes recibieran salarios superiores a los de los obreros. Podemos siempre nos intentó convencer de que en toda sociedad siempre hay una minoría indiferente al dinero y dispuesta a sacrificarse en los partidos revolucionarios o los regímenes recién surgidos de una revolución. Pero como siempre pasa, la naturaleza social se resiste a los deseos de los ideólogos y no supera la fase del entusiasmo.

El próximo mes de enero Greta Thunberg cumplirá 18 años y podrá presentarse a unas elecciones en su país o en las elecciones europeas. Es muy probable que lo haga. La estrategia de los activistas de izquierda es siempre la misma. Primero, se sitúan en el medio de la jerarquía (a modo de no privilegiados), movilizan a quienes están debajo para echar a los que están arriba hasta que la victoria haga de ellos unos privilegiados y, de este modo, las masas se someten al sable del nuevo líder.

Desde su pedestal moralista, a Greta Thunberg le gusta comparar el cambio climático con una casa en llamas: “Si en tu casa hay un incendio, no esperas años para intentar apagarlo”. Cabría preguntar a ella y a los alarmistas climáticos acerca de quién está combatiendo el fuego con gasolina. Yo lo sé. Por eso nunca vestiré una camiseta de Greta Thunberg.

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