¿Qué está pasando en el INE?

INE

Las revisiones de estimaciones son un hecho perfectamente normal en toda serie estadística, según se van asentando los datos. Nada que objetar ante ello, porque se incluyen algunos que en los primeros momentos no estaban disponibles, al publicarse con posterioridad, y al publicarse pueden diferir algo del dato estimado que se tomó de los mismos para estimar un indicador superior, que agrega a varios como ese otro indicador intermedio.

Eso sucede en la contabilidad nacional, en la que, conforme va pasando el tiempo, hasta casi cuatro años, pues hay revisiones hasta tres años después de la primera publicación, se va contando con un mayor nivel de desagregación, hasta que se cuenta con el mismo de manera completa, conformando las tablas input-output de la economía para ese ejercicio, con la interacción entre todas las ramas de actividad.

Por tanto, las revisiones son un hecho no sólo habitual, sino parte del proceso de asentamiento de los datos. Igualmente, también es normal que, en base a esos nuevos datos, en las revisiones se corrijan ligeramente, al alza o a la baja, las estimaciones. Hasta aquí, como digo, todo es normal.
Ahora bien, lo que ya no es tan normal, sino excepcional, sorprendente y extraordinario, es que, sobre el dato inicial, las revisiones realizadas de algún ejercicio lleguen a suponer un tercio de variación sobre el dato inicialmente publicado. Si eso sucede, alguna anomalía hay, con sólo dos alternativas: o se está modificando de manera intencionada y heterodoxa o se esta estimando muy mal de inicio.

La primera de las opciones no debería suceder nunca, pues la estadística debe ser rigurosa para confiar en la fiabilidad de las estimaciones y en la seriedad de una economía. La segunda, siendo menos mala, no deja de ser algo poco presentable, pues si la variación es de la magnitud de un tercio, ¿cómo se ha estimado inicialmente? ¿Qué garantía de buenas estimaciones arrojaría una modificación de tal calibre?

Y una modificación tan importante es lo que ha ocurrido con la contabilidad nacional estimada por el INE: el dato de 2021 se ha modificado más de un tercio (un 34%), del 5% inicial al 6,7% de la última revisión extraordinaria de la serie. La de 2022 se ha modificado en siete décimas, que es un 12,73% de modificación, también excesivamente abultada, aunque es la de 2021 la que resulta fuera de toda lógica.

Así, desde hace un par de años, las revisiones del PIB están siendo muy profundas y siempre en la misma dirección, con modificaciones sustanciales, especialmente del año 2021, como he dicho, con efecto arrastre hacia arriba de toda la serie. Como digo, que pueda sufrir una revisión el dato, es normal y habitual, dentro del rigor estadístico, pero en magnitudes pequeñas.

Tengo un gran respeto por el INE, que tiene gran prestigio y goza del claro respaldo de Eurostat, pero su independencia se ha visto amenazada durante este sexenio por los ataques recibidos desde el Gobierno respecto a su trabajo. Así, el Ejecutivo, por boca de Calviño, comenzó a decir que el INE no medía bien ni la actividad económica ni el IPC, en unos momentos en los que el PIB daba muestras de debilidad en su crecimiento y en el que los precios comenzaban a dispararse, superando los dos dígitos en tasa interanual. Llegaron a decir que tenía que revisar sus modelos econométricos, sus modelos de estimación. Combatieron las cifras del INE con una mayor asiduidad de las publicaciones dependientes del propio Ministerio de Economía, en sus indicadores sintéticos. Pusieron en entredicho la labor del entonces presidente del INE, Juan Manuel Rodríguez Poo, un técnico con ideología posiblemente de izquierdas, pero profesional y riguroso, como lo fue durante muchos años al frente del Instituto de Estadística de Cantabria, un Catedrático de la Universidad de Cantabria serio, al que conocí siendo yo director general del Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid.

Al final, los ataques a la institución hicieron que Rodríguez Poo renunciase, pero habiendo sido claramente empujado por el Gobierno. Después de ello, el INE, con gran prestigio desde su embrión en tiempos de Isabel II, incrementado a lo largo de la segunda mitad del S. XX y de lo que llevamos del XXI, comenzó a girar en sus estimaciones. Las revisiones del PIB fueron más constantes y más profundas que nunca; no es que no sean normales las revisiones hasta que se asienta un dato, como ya he dicho, pero tan profundas y tan constantes, jamás lo fueron. El PIB ha pasado a crecer de manera importante, retocado hacia arriba en cada revisión, con algunas composiciones en su crecimiento curiosas, como los raros incrementos de algún trimestre de la Variación de Existencias, que completan la rúbrica superior de la Formación Bruta de Capital; y el IPC sufrió un cambio metodológico impulsado por Eurostat, nada que objetar, pero coincidentemente empezó a moverse en el sentido que el Gobierno había indicado.

Yo quiero mantener mi confianza en el INE, institución a la que tengo cariño y que su rigor e independencia me parecen esenciales en un país, sociedad y economía serios, pero con los antecedentes del Gobierno en otras instituciones y con las manifestaciones del Ejecutivo acerca de que el INE estimaba mal, el hecho de forzar la destitución del anterior presidente del INE y de que justo, con ese cambio, se moviesen radicalmente dichas estimaciones en el sentido que quería el Gobierno cabe preguntarse, invocando dos términos estadísticos, si es casualidad o causalidad. Ojalá que fuese lo primero, pero con este gobierno nada se puede descartar, lo que sería una inmensa tristeza, que espero que no se produzca.

El INE es un organismo muy serio y no puede dejar que haya ni una sombra de duda sobre los datos que ofrece. Nos jugamos el prestigio estadístico de casi dos siglos -desde el primer antecedente del INE, la Comisión de Estadística del Reino, creada bajo el reinado de Isabel II, el tres de noviembre del 1856- y el rigor de las cifras, y el Gobierno debe comprender que la independencia estadística es sagrada y que no se debe producir ni intromisión ni pérdida de comparación -como por ejemplo ha sucedido en el paro registrado al no conseguir todavía el Ministerio de Trabajo publicar cuántos fijos discontinuos están en período de inactividad y no engrosan las listas del paro registrado-. Independencia sagrada y acierto en las estimaciones, que no pueden quedar en su primera versión tan alejadas del dato de las últimas revisiones.

Como estoy seguro de que la independencia se mantiene -no querría creer lo contrario- hay que analizar en qué se ha fallado para que la desviación haya sido tan estrepitosa, para corregirlo, en beneficio del rigor y la seriedad y, por eso, el propio INE tiene que preguntarse qué ha fallado, qué es lo que ha pasado en dicha institución tan prestigiosa.

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