¿Por qué la campaña americana podría dar un giro?
Desaprensivo es el calificativo más ínfimo que le dedica la izquierda mediática y troleadora a Donald Trump tras su positivo en coronavirus. La prensa partidaria de Joe Biden, como el New York Times, acusaba este sábado al presidente de ser prácticamente el propio culpable de haber contraído la enfermedad por haber organizado y haber participado en actos multitudinarios donde apenas existía distancia de seguridad y no había otros medios de protección. Será que no han visto los actos de campaña de su ‘favorito’ Biden que poco se distinguen de los de Trump salvo por ver algunas mascarillas de más. Pero para muestras de cinismo las de aquí, como no podía ser menos.
Es difícil de salir del propio asombro cuando uno ve a los mismos voceros de la izquierda que atacan inmisericordemente al presidente de los EEUU, pero que defendieron con uñas y dientes la celebración del 8M pese a las advertencias llegadas de la UE, de la OMS y viendo la situación que se estaba viviendo en la vecina Italia. Aquello sí fue una ‘bomba biológica’ que acabó contagiando a medio Gobierno y a sus familiares (a Carmen Calvo; a Carolina Darias; a Irene Montero; a Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez; al padre de Begoña Gómez; a la madre de Pedro Sánchez; a varios conductores presidenciales; a un grupo de escoltas, etc.), así como a cientos de personas anónimas. Varios estudios recientes hechos por expertos de verdad, no por el ‘comité de expertos fake’ de Sánchez, ya han confirmado que de haber evitado aquella concentración masiva y haber adelantado el confinamiento una semana, se habría reducido en más de un 60% el número de infectados y muchos hospitales no habrían colapsado, con el consiguiente número de fallecidos.
Pero claro, para la propaganda socialcomunista en España y en EEUU, las reuniones de gente sólo alcanzan categoría de problema cuando quienes las organizan son políticos de la derecha. Recuerdo aún como muchos palmeros de Sánchez quisieron justificar hace unos meses la celebración del 8M con la supuesta inexistente tasa de contagio existente en las manifestaciones de los EEUU tras la muerte de George Floyd. Yo los datos no los tengo, pero seguramente será un bulo sin evidencia empírica. Todo valía, y sigue valiendo, para tapar la incompetencia del Gobierno de Sánchez e Iglesias. Raro resulta que no hayan puesto sobre la mesa las manifestaciones en Bielorrusia para seguir justificando sus actos del 8M. Pero claro, haberlo hecho supondría haber avalado la gestión del coronavirus del presidente bielorruso. Y eso ya era derrapar mucho.
La campaña electoral en EEUU entra ahora en un terreno desconocido. No se conoce precedente de enfermedad de un candidato por pandemia y que encima tuviera que ingresar en el hospital. La campaña americana ha encontrado por el camino un factor sorpresa, un acontecimiento que podría cambiar el curso de todo si el estado de salud de Trump no se deteriora seriamente. Los agoreros de la izquierda, inagotables en el desaliento por verlo amortizado, predican este fin de semana que está muy mal. Algo parecido a lo que dijeron de Boris Johnson, el primer ministro británico, cuando tuvo que ser ingresado por coronavirus el 5 de abril. A los dos días fue trasladado a la UCI y no fueron pocos quienes lo vieron agonizando o lo dieron por desahuciado. A la semana de haber entrado en el hospital, Boris Johnson fue dado de alta y el apoyo popular a su persona se disparó hasta el 66%, cifra muy superior incluso a la recibida cuando había vapuleado a los laboristas meses antes, en las elecciones de diciembre de 2019.
La enfermedad del presidente de los EEUU ha descolocado a los demócratas y a su estrategia de campaña. Aunque Biden siga con ella, debe rebajar el tono de crítica a Trump o será denostado por la opinión pública muy dada a solidarizarse con el débil. Si a eso le añadimos que Donald Trump es capaz de restablecerse en un plazo breve de tiempo, diez días por ejemplo, podría regresar como un torbellino, transmitiendo imagen de fortaleza y de recuperación. Toda una metáfora para su relato de campaña basado precisamente en su gestión económica. Yo de Biden iría saliendo del espacio de confort en el que lleva instalado las últimas semanas o puede volver a emular a Hillary Clinton.