Putin, la criminal tapadera de Sánchez

Putin
Pedro Sánchez
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

De vergüenza ajena. Primero Sánchez en la sesión de control del Congreso, y después, con más matices porque Robles es más fina y menos cutre, la ministra de Defensa ha depositado en Putin la responsabiidad absoluta de todos los males que afectan a nuestra economía. A la salida de esta sesión un diputado de mayoría socialista exponía a un grupúsculo de periodistas afectos la teoría de la culpabilidad inducida. En román paladino: si sube el pan el causante es el asesino Putin, si un litro de gasolina nos cuesta doscientos euros o más, se lo debemos al homicida del Kremlim, si el maldito megawatio se nos pone por las nubes hay que mirar al espía ruso.

Así podriamos seguir culpabilizando a este sátrapa sanguinario de que las acelgas, los filetes rusos o los boquerones sólo puedan estar en las mesas de los ricos. Gran descubrimiento del sujeto que, encima y con el mayor de los desahogos, ordena a sus terminales mediáticas (lo de TVE es un permanente escándalo caribeño) que expandan la especie tóxica de que en realidad Putin ya empezó la guerra antes de Navidad. El miércoles uno de estos panfletos pregonaba que ya por esas fechas el adivino Sánchez adelantaba que Putin se iba a merendar a los desgraciados pero valentísimos ucranianos.

Mentira procaz. Métanse en la hemeroteca de Google y comprueben esta verdad: desde el Gobierno socialcomunista de Sánchez se insistía a la sazón en que nos tranqulizáramos todos, que no era factible, que no era incluso previsible, que Putin ordenara a sus carros de combate arrasar colegios y hospitales y a sus bombarderos a destruir cualquier edificio emblemático que encontraran en su periplo de muerte. Con esta comprobación basta para descalificar el comportamiento, entre pueril y miserable, de Sánchez y su cohorte de ministros inanes y depredadores.

Pero como resulta que desde hace cuatro años se ha instalado España como el Reino de la Mentira Consentida, no pasa nada; la televisión transmite los nuevos embustes del aún presidente, se organiza un pequeño revuelo, no mucho desde luego, en la oposición, y el tipo, un desgarramantas autocrático se sube dos y tres veces al Falcon de sus vuelos y sus amores, se fotografía con los soldados en España en Letonia, y se acerca desde su palacio monclovita al centro de Pozuelo para presentarse como el gran protector de los refugiados ucranios. ¿Recuerdan aquel espectáculo organizado por la feminista de pitiminí Carmen Calvo para recibir en Valencia a pobres inmigrantes sin techo? Pues ahora es lo mismo: Sánchez, vestido para la ocasión como si viniera de buscar setas comparece ante las cámaras, compone una faz impostada de dolor y promete otro de sus embustes: “España (o sea él) no va a dejar atrás a nadie”. Igualito que con el Covid, pandemia de la que el Gobierno ha disfrazado los casi ciento cincuenta mil muertos.

Nuestro país camina hacia una brutal ruina económica pero el responsable es un eslavo criminal de apellido Putin. Un individuo repugnante que, sin embargo, cuenta en el Gobierno que preside Sánchez con varios/varias afectos/afectas que, en el proceso de hallar un auténtico responsable, se han cebado con uno directo: la Unión Europea a la que achacan todos los desastres del universo Occidental. Y no digamos ya de Estados Unidos, estado al que el peor y más sectario ministro de Exteriores que ha tenido nunca España, el bodoque Moratinos, le afea que no tenga la menor consideración con Europa. A este respecto, traigo a colación una memoria personal: hace años en un pueblecito de Iowa, Marshalltown, un granjero y productor de maíz, me decía apesadumbrado y hasta colérico: “Mire: ustedes los europeos nos insultan mientras nosotros ponemos en sus guerras los dólares y los muertos” y añadía: “Esto ya no lo podemos aguantar”. Ahora ocurre de idéntica forma: la zarrapastrosa izquierda española tiene la desfachatez poco menos que de presentar a Putin como una víctima del tópico “imperialismo yanqui”. Con dos cojones. Perdón.

Nos esperan jornadas de mucho miedo y de muchísima desolación económica. A esa realidad, la vicepresidenta Calviño, que cada día se parece más a la portavoz de una secta inquisitorial, responde no sólo con que los rusos son nuestros enemigos (la “guerra de Putin”) sino acometiendo a la oposición con una advertencia tan demencial como villana: o ustedes arriman su hombro a nuestro impoluto hombro o se convertirán en conmilitones de la hecatombe que nos espera. Desvergüenza no es el término más agresivo para calificar las imputaciones de la señora Calviño, tan moderada, tan gentil, tan sabionda ella.

Ya ha encontrado Sánchez a los artífices verdaderos de la desolación que se nos ha venido encima. Por una parte, claro está, Putin, hasta hace muy poco tiempo festejado por toda la izquierda hispana como artífice del renacimiento de la Gran Rusia. Por otra, la oposición y fundamentalmente el Partido Popular. Fíjense: los demás están ocupados en ver cómo arreglan sus apuestas anteriores. Los congéneres de Vox en Europa eran hasta hace muy poco tiempo más considerados con Putin que con una Unión a la que ya exigían disolverse en los azucarillos de Bruselas.

Ciudadanos tiene alguna idea respetable pero carece de relevancia alguna en el panorama doméstico. El PNV ya es un partido no alienado. No se sabe qué piensan de este dramático momento porque no piensan en realidad nada. El miércoles, Aitor Esteban, ignoraba la guerra y el fracaso de nuestras finanzas, incluidas las vascas, y urgía a la consideración de Mikel Zabalza, asesinado por el GAL de Felipe González, como víctima, que lo fue, del terrorismo de Estado, es decir del terrorismo del Gobierno socialista. Ucrania le pilla lejos al PNV, ETA cerca. Esta es la clave,

Y para acabar está lo de Felipe González. Tan moderado, tan sensato que se parece a su ídolo alemán Khol, y que en un pasaje del “yo digo pero no digo” se preguntaba ante Évole cómo se comportaría Ayuso en un Comité de la OTAN o en una Comisión de la Unión Europea. Y ¿cómo se comportó usted en la Alianza después de apellidarla (sic) de cómplice del mismo diablo? Los socialistas pretenden que no tengamos recuerdos pero ¡vaya si lo tenemos! El último: ¿se acuerdan de aquel Sánchez que asaltaba los cielos de la Moncloa anticipando su intención de borrar del mapa el Ministerio de Defensa? Ahora Sánchez ha descubierto en Putin el malhechor que está derrumbando todos sus logros. Lo dicho: de vergüenza ajena.

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