Puigdemont no llegará a tiempo
Pere Aragonès ha convocado elecciones anticipadas. Es lo que suele ocurrir cuando te tumban los Presupuestos. Digo «suele» porque, en pleno proceso, Cataluña estuvo tres años sin ellos entre el 2017 y el 2020 y no pasó nada. Primero con Puigdemont. Más tarde con Torra. A pesar de que decían que «això va de democràcia», «esto va de democracia».
Es, por tanto, una decisión que honra al ya presidente de la Generalitat en funciones. Pero tiene turco: Puigdemont no vendrá. Además, tampoco le quedaba tanto. Como mucho un año. Y, visto lo visto, hubiera sido un calvario intentar continuar así. Aragonès opta, pues, por la fórmula Sánchez. El líder del PSOE, tras el batacazo en las autonómicas y las municipales, también convocó elecciones anticipadas. La jugada le salió bien. Conservó la mayoría aunque fuera pactando con ERC y con Bildu.
Ahora se enfrentaba también a una carretera llena de curvas como, de hecho, viene siendo desde la ruptura con Junts en octubre del 2022. Los Presupuestos del año pasado ya los tuvo que pactar con el PSC y los Comunes, que no son precisamente sus aliados naturales. Illa siempre ha querido tender puentes con Esquerrra porque sabe que por sí solo no llegará a la Generalitat. Ni siquiera Pasqual Maragall, con el legado de los Juegos Olímpicos, consiguió desbancar a Pujol. Y cuando finalmente venció al candidato de CiU, un joven Artur Mas, necesitó un tripartito con ERC e ICV-EUiA.
El aún presidente se presentará a las elecciones -Junqueras tampoco llega a tiempo- con un pobre bagaje. A efectos de obra de gobierno, la educación gratuita de los 0 a 3 años -que no es gratuita, la pagamos todos- o la retirada del amianto, un material tóxico. Poca cosa más. Bueno, y la amnistía. Pero si pides la amnistía es porque no te vas del «estado opresor», que dicen ellos. Al contrario, aceptas el marco político, institucional, constitucional y jurídico español.
El dirigente de ERC quería salvar los muebles de cara a su parroquia con el denominado pacto de claridad. El acuerdo aprobado por Canadá que fija las condiciones para un nuevo referéndum de Quebec. En resumen: un referéndum pactado. Aunque, el citado acuerdo, más que fijar las condiciones las dificulta. No en vano fue promulgado por el Tribunal Supremo canadiense que, como se pueden imaginar, no está a favor de la secesión de una parte del territorio.
Es como el dictamen de la Comisión de Venecia, que el Gobierno español también dice que les da la razón. El propio Aragonès lo vendió, a bombo y platillo, antes del debate de política general del año pasado. Con ayuda de La Vanguardia, que le dedicó dos páginas. Pero, a la hora de la verdad, sólo lo votaron los Comunes en el Parlament.
Por lo que respecta al resto de partidos, Junts, de entrada, no tiene ni candidato designado. Puigdemont previsiblemente no llegará a tiempo ni aprobando la amnistía deprisa y corriendo. Jordi Turull acaba de sufrir un infarto. Laura Borràs está pendiente, en teoría, de entrar en prisión por corrupción si no la salva la citada amnistía. Les queda Rull, que tiene el pedigree de haber estado en la cárcel.
Mientras que, para las fuerzas políticas restantes, el resultado también es incierto: Illa está bajo la presión del caso Koldo y el goteo de informaciones que van apareciendo sobre las mascarillas cuando era ministro de Sanidad. El PP está claramente a l’alza aunque Alejandro Fernández no sea de la cuerda de Feijóo. De hecho les advirtió, en público y en privado, que con Junts ni un café. Acertó de lleno. A Ciudadanos les coge con el pie cambiado. Carlos Carrizosa tiene que ser, en principio, el candidato porque Jordi Cañas sospecho que prefiere volver a probar suerte en Europa. Pero tras perder 30 diputados de golpe en el 2021 y no presentarse a las generales parece que están en las últimas. Mientras que Vox, con su oposición dura, se ha erigido en el partido de todo los que están frontalmente en contra del proceso. No deja de ser curioso que los catalanes pesen tanto en esta formación con dirigentes como Ignacio Garriga o Jorge Buxadé. Yo, con ambos, siempre hablo en catalán. Finalmente está la CUP. Los antisistema tienen un público fiel, pero que ha ido progresivamente a la baja desde los diez escaños de las elecciones del 2015. En las del 2021 fueron sólo uno menos aunque no entraron ya ni en el Ayuntamiento de Barcelona ni en el Congreso de los Diputados.
Quinielas aparte, me temo que las elecciones no cambiarán nada. Al contrario, empeorarán la situación y la fragmentación del mapa político en Cataluña. El problema de fondo es que no hay alternativa suficiente a los independentistas. Hagan lo que hagan -y aunque lo hagan muy mal- siempre ganan ellos de una manera u otra. Incluso cuando ganó Maragall, tenían la sartén por el mango. Carod se vanaglorió un día, en una entrevista en radio, de tener las «llaves del Govern».