Puigdemont y Junqueras no se pueden ni ver

Puigdemont y Junqueras no se pueden ni ver
  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

A pesar de las apariencias, Puigdemont y Junqueras no se pueden ni ver. Es incluso un tema de química personal. Basta leer las memorias del ex presidente de la Generalitat sobre el procés.

Con el pomposo título de Me explico. Escritas en realidad por lo que antes llamábamos un negro literario. Ahora esta expresión, en tiempos de corrección política, debe estar maldita.

Se trata de Xevi Xirgo, ex director de El Punt-Avui, uno de los periódicos que más leña echó al fuego. De hecho, todavía lleva el lazo amarillo en la cabecera en homenaje a los presos. ¿Qué presos? , me pregunto.

Xirgo empezó en las juventudes socialistas pero, como otros, luego vio la luz y se hizo íntimo de Puigdemont. No le fue mal el encargo. Junts lo metió de presidente del CAC a más de 117.000 euros anuales.

El Consejo del Audiovisual de Cataluña -un invento de Maragall a semejanza del modelo francés- tiene que velar, en teoría, por la neutralidad de los medios públicos. Nunca ha salido de semejante órgano una crítica a TV3.

Pero, como decía, le hizo de amanuense. La obra, de más de 600 páginas y publicada en 2020, es una diatriba casi constante contra Junqueras. Entre zascas, indirectas y decepciones.

No sé si el ex vicepresidente la ha leído. Nunca ha desmentido ninguna de las afirmaciones vertidas sobre él. Ni siquiera ha publicado su versión de los hechos. Por lo tanto, si non e vero e ben trobato.

El líder de Esquerra queda retratado como un metementodo, que intenta puentear siempre a Puigdemont. Con el entonces presidente valenciano el socialista Ximo Puig. Intenta convocar una reunión a pesar de que, por razones de protocolo, Puig tendría que reunirse con su equivalente catalán.

O con la que fuera vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría -muchos ánimos, Soraya- con la que aparentemente establece una relación de confianza. Aquellas manos depositadas en los hombros de ella durante un acto oficial en la Fira de Barcelona.

Se ve incluso “en secreto” con Pedro Sánchez. Puigdemont llega a confesar en uno de estos mosqueos que “la legislatura pende de un hilo”. “Está cansado de los silencios constantes de Junqueras, de sus dudas y de que no se pronuncie nunca”, confiesa el 23 de septiembre del 2016. En muchas ocasiones se comunican por whatsapps. Y el líder republicano no contesta o contesta tarde.

Lo mejor es lo que ocurre aquel famoso 10 de octubre del 2017. El día de la república de los ocho segundos. Celebraron una última reunión en el mismo Parlamento catalán. Y Puigdemont pide a todos sus consejeros del Govern que hablen. E incluso que voten.

El único que no vota es Junqueras. Turull se lo reprocha. También Ponsatí, la de Educación. Sin embargo, él se excusa: “El presidente ya sabe lo que pienso”.

Por eso, ¿a qué han ido ahora a Waterloo? Bueno, pues a hacer el paripé. Simular que tienen buena relación. Todo por la causa.

Junqueras acaba de renovar su liderazgo en ERC y era una buena excusa para, por cortesía, ir a ver al que antaño llamaban “presidente legítimo”.

También, por supuesto, a aunar estrategias porque se necesitan mútuamente. El independentismo ha perdido la hegemonía en Cataluña: un socialista, Salvador Illa, manda ahora en la Generalitat. Y otro, Jaume Collboni, en el Ayuntamiento de Barcelona.

Además, los de Junts han tensado la cuerda con Sánchez. Y los de Esquerra, a pesar de los esfuerzos de Rufián, parece que vayan siempre a rebufo.

A pesar de que las dos fuerzas políticas, en realidad, se odian. Desde la época de Convergencia: compiten por el mismo espacio. El de la hegemonía nacionalista. Ahora independentista.

La relación entre ellos es tan mala que un cuñado de Junqueras fue en febrero del 2018 al programa estrella de TV3 -de aquellos que hacían para darse ánimos el sábado por la noche- y confesó que Puigdemont no había llamado a su esposa a pesar de su ingreso en la cárcel.

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