Puigdemont, ese ‘pringao’

Puigdemont, ese ‘pringao’

El término pringado (también en la forma pringao) se utiliza para describir a alguien que es fácilmente engañado, que comete acciones torpes o se involucra en situaciones con expectativas poco favorables, ya sea de forma voluntaria o no.

Sé que puede extrañar que califique como pringao a un tipo que tras cometer uno de los mayores delitos tipificado en nuestro Código Penal huyó de España en el maletero de un coche y lleva años viviendo a cuerpo de rey. Cierto que ese personaje que parece salido de una ópera bufa ha ido ganando batallas en el ejercicio de su pillería, pero el camino hacia la victoria final se truncó definitivamente el día que unió su estrategia a la de Pedro Sánchez.

Habrá quien diga que Puigdemont no tiene nada de pringao, pues los siete votos con los que ha hecho presidente a Sánchez -después de que este perdiera las elecciones- le han producido una gran rentabilidad, nada más y nada menos que conseguir una ley de amnistía que para ser aprobada ha requerido que Pedro Sánchez, los Ministros de cuota y el PSOE al completo renegaran de lo sostenido hasta el último día de la campaña electoral en la que pedían el voto a los ciudadanos y pasaran a proclamar que borrar los delitos y condenar a los tribunales que juzgaron a los delincuentes es un acto justo, democrático y plenamente constitucional.

Pero la realidad sobre la rentabilidad se irá imponiendo frente a la propaganda o el macguffin y pronto veremos- lo verá hasta el pringao y toda su tribu- que la banca, o sea, Sánchez, es el único beneficiado de este juego entre tramposos. A lo mejor mientras escribo estas líneas Puigdemont y sus voceros siguen alimentando la idea de victoria proclamada el pasado jueves por su portavoz en el Congreso de los Diputados. Pero, sinceramente, me pregunto cuánto tardarán en darse cuenta de que Pedro Sánchez es el único que se está beneficiando de una ley cuya publicación en el BOE ha sido retenida por ese pequeño sacristán que atiende por el nombre de Félix Bolaños. Me pregunto cuanto tardará el pringao de Puigdemont en darse cuenta de que la ley nunca se les aplicará ni a él ni a los suyos, los presuntos destinatarios de la misma, pero que desde el minuto uno – o sea, desde que el pringao cayó en la trampa e hizo presidente al perdedor de las elecciones – todos los beneficios los disfruta directamente Pedro Sánchez.

Puigdemont, ese pringao, dejó de tener alguna posibilidad de ganarle la partida al otro tramposo en el mismo momento en que le dio los votos para hacerlo presidente; a partir de ahí estaba en las manos del felón, o sea, perdido. Que nadie se engañe, porque el hecho de que el PSOE haya ayudado revivir al fugado para que le de el sorpasso a Esquerra es una prueba más de que quien con Sánchez se acuesta -en este caso Esquerra-, escangalhado se levanta. Este es un principio que en Sánchez se cumple con la única excepción de la hija del dueño de las saunas (y quizá a su biógrafa…); y si tienen alguna duda piensen en el devenir de quienes se acostaron con él, desde Podemos a Sumar, pasando por el PNV o su propio partido, el PSOE, que obtuvo los peores resultados de su historia y se cubrió de porquería antes de dejar de ser un parido democrático al uso.

Por mucho que el pringao amenace con retirar el apoyo a Sánchez si no le hace presidente de la Generalidad, eso no tiene ningún recorrido. ¿Qué va a hacer Puigdemont? ¿Seguir sin votarle ninguna ley en el Congreso? Bastante le importa a Sánchez, las únicas votaciones que le importaban ya se han producido: la que le hizo presidente y ésta en la que se aprobó la Ley de Amnistía. Las consecuencias y los beneficios de las dos están indisolublemente unidos y ninguna pataleta del pringao las puede derogar. Sánchez disfrutará de los beneficios de la ley de amnistía viviendo y haciendo negocios con su familia desde la Moncloa. Y desde allí no lo sacará Puigdemont, ese pringao que ha perdido la batalla ante un golfo entrenado, sin ningún escrúpulo y con mucho poder. A Sánchez lo sacaremos de Moncloa los ciudadanos con nuestro voto (de manera indirecta en el 9 de junio, la primera ocasión que tenemos para demostrar que España no se parece a los golfos del PSOE y muchos menos a su jefe); la movilización popular y los tribunales de justicia- Y finalmente – porque me temo que no se irá por las buenas- los GEOS de la Guardia Civil o quien corresponda, en ejecución de sentencia.

Pues eso es lo que hay.

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