¿Puede sustituir Europa a Estados Unidos en Ucrania?

Opinión Barbadillo
  • Pedro Fernández Barbadillo
  • Columnista de Internacional. En la editorial Homo Legens ha publicado 'Eternamente Franco' y 'Los césares del imperio americano'. Su último libro es 'Eso no estaba en mi libro de historia del Imperio español' (Almuzara).

Han comenzado en Ginebra las conversaciones para poner fin a la guerra. Las partes acuden con las siguientes actitudes: Rusia quiere la victoria; Estados Unidos busca la paz; Ucrania ansía sobrevivir; y los europeos aseguran estar dispuestos a la guerra.

Los negociadores usan como borrador el plan de 28 puntos que envió la Casa Blanca a Volodímir Zelenski la semana pasada, cuyo sentido general reconoce el triunfo ruso, aunque no de manera absoluta. No se sustituye al actual régimen ucraniano por otro afín a Moscú, pero los ucranianos tendrán que aceptar la pérdida de la quinta parte de su territorio (incluida la base naval de Sebastopol), la reducción de su ejército a 600.000 soldados y la finlandización de su política exterior (compromiso de no ingresar en la OTAN ni de aceptar tropas de la OTAN).

A Ucrania se prometen garantías de seguridad por parte de EEUU y de Europa; y Rusia incluirá en su legislación una política de no agresión. Lo anterior ya se dio a los ucranianos a cambio de que renunciasen a su arsenal nuclear, en el Memorándum de Budapest de 1994, del que formaban parte Estados Unidos, Reino Unido, Francia, China y Rusia. Veinte años después de firmarlo, los rusos se apoderaban de Crimea y del Dombás.

Como suave castigo por su agresión, los rusos perderán parte de sus activos financieros congelados. 100.000 millones de dólares de ellos se invertirán en reconstruir Ucrania, tal como establezca la Casa Blanca. EEUU recibirá la mitad de los beneficios de esta operación. Y los europeos añadirán otros 100.000 millones. A cambio de esta paz, Rusia volverá a formar parte de la economía global, con la retirada de las sanciones y un acuerdo de cooperación económica a largo plazo con Estados Unidos, que es una de las marcas de Trump en este su segundo mandato.

Los gobiernos de Londres, París y Berlín replicaron con una propuesta cuya principal novedad es el reconocimiento de la soberanía de Ucrania para adherirse a la OTAN, a la que sólo los periodistas han hecho caso.
Los ucranianos y los demás vecinos de Rusia se están preparando para enfrentarse a unas probables agresiones rusas, como ya hemos contado aquí. Sin embargo, si EEUU cortase la transmisión de inteligencia y de material militar, les sería imposible resistir al ejército ruso. Aunque ésta dista de ser el segundo más poderoso del mundo, mantiene su doctrina de agotar al enemigo mediante el sacrificio despiadado de miles de soldados en los campos de batalla.

Hasta ahora Ucrania ha aguantado gracias al sacrificio de su pueblo y a la ayuda de la OTAN. Aunque los datos no son exactos, el Consejo de la UE calcula que desde el comienzo de la invasión hasta febrero de 2025, Estados Unidos envió unos 65.900 millones de dólares en ayuda militar y la Unión Europea 51.400 millones. Si se añade a esta estadística la ayuda humanitaria, la aportación total queda en 132.200 millones desembolsados por la UE y 114.200 millones por EEUU. El gobierno del Reino Unido, que pertenece a la OTAN pero no a la UE, se ha comprometido a enviar a Ucrania al menos 3.000 millones de libras anuales.

Es decir, toda la ayuda recibida por los ucranianos de Occidente se acerca a la recaudación fiscal de la Agencia Tributaria española en 2023, que superó los 270.000 millones de euros; o equivale a la deuda pública de Portugal. Una sangría que tampoco durará mucho más, a no ser que se suban los impuestos y se reduzca el Estado de bienestar.

Las naciones europeas están diseñando y aplicando planes de rearme y movilización de sus poblaciones, a la vez que se han comprometido ante Trump a invertir en defensa un 5% de su PIB. Varios gobiernos trabajan con el objetivo de disponer en 2030 de unas fuerzas armadas revitalizadas frente a la amenaza rusa. Pero se encuentran con numerosos obstáculos.

Por ejemplo, España, Francia, Italia, Reino Unido, Bélgica, Grecia y Portugal tienen una deuda pública superior al 100% de su PIB. Y en estos países, sin frontera con Rusia ni recuerdo de la presencia soviética en la Guerra Fría, y después de décadas de pacifismo oficial, es difícil movilizar a la población, tanto más por gobiernos impopulares.

El belicismo de algunos dirigentes europeos es increíble. El jefe del Estado Mayor de Francia, general Fabien Mandon, declaró el 20 de noviembre a una convención de alcaldes que, para derrotar a Rusia, los franceses tendrían que «aceptar el riesgo de perder hijos, de sufrir económicamente». A pesar de las bravuconadas del general, el Estado francés no puede ni frenar la delincuencia creciente ni proteger sus fronteras.

Por ello, no parece que los agricultores a los que se obliga a matar a su ganado para reducir el CO2 o a los que se cubre de burocracia, ni los ciudadanos que exigen una y otra vez a sus gobernantes que detengan la inmigración ilegal vayan a alistarse para defender “las libertades europeas”, tal como las interpreta Bruselas.

El presidente español, Pedro Sánchez, recibió a Zelenski en Moncloa el 11 de noviembre y le dijo que España aportará 615 millones de euros en apoyo militar, 200 millones a modo de apoyo financiero para impulsar su reconstrucción y otros 2 millones para reconstruir el sistema central de calefacción de la localidad de Sammar. De esa partida, 100 millones se usarán para comprar armamento a Estados Unidos y transferirlo a Ucrania. La industria de defensa norteamericana funciona a toda máquina con el dinero de los europeos.

En resumen, sólo Estados Unidos dispone de unas fuerzas armadas, una tecnología y una doctrina capaz de enfrentarse a Rusia. Las quejas de Ursula von der Leyen, Emmanuel Macron, Kaja Kallas, Keir Starmer, Friedrich Merz o Donald Tusk son como pataletas de niños enfurruñados. ¿Pueden los veintitantos países europeos sustituir el esfuerzo de EEUU? No.

Putin puede salirse con la suya, un millón de bajas más tarde, pero tiene a su mayor enemigo en el Kremlin, y no me refiero al tumor que, según algunos servicios secretos occidentales, padecía y le iba a matar pronto. El zar está rodeado de diplomáticos, generales y analistas que le aseguraron hace cuatro años que la OTAN no movería un dedo para ayudar a Kiev y que los ucranianos detestaban tanto al gobierno de Zelenski que éste se derrumbaría al primer golpe; por tanto, la «operación militar especial» era un riesgo bajo. Si Putin se empeñase en aplastar a los ucranianos y humillar a los norteamericanos, quizás la guerra prosiguiera.

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