Prohibido reírse (de lo que me dé la gana)
Saltaron las alarmas. ¡Retiren ese video! ¡Tapen esas bocas! ¡Prohibido reírse de las cosas serias! Más o menos así han reaccionado nuestras «autoridades» ante un video que se emitió hace un mes en la televisión pública vasca. Este fin de semana se retiró el video de su página web y sus contenidos son difícilmente visibles a día de hoy en Internet. El programa en cuestión, según la cadena a través de un comunicado en clave de humor, trataba de ridiculizar a través de exabruptos y exageraciones los perfiles de «los españoles», la bandera, el himno y las supuestas costumbres de la masa patria. Bueno, ha llegado la sangre al río. Los más están poniendo el grito en el cielo. Que si la Fiscalía, que si comunicados de repulsa, que si «intolerable», «cultura del odio»… Censura por doquier. Y digo yo: ¿Tan mal estamos que no podemos reírnos de las cosas serias? ¿Tan grave es ridiculizar lo que sea? ¿Tratar de quitar un poco de hierro al asunto que está crispando y dividiendo a la sociedad española, vasca y catalana?
Noto con demasiada preocupación una tendencia a la censura, un intento continuo y desmesurado por cerrarle la boca a todo el que quiera hacer manifestaciones críticas contra lo que parece intocable. Desde la censura en medios de comunicación que pretendían hacer humor con la Casa Real, pasando por los famosos tuits de algunos personajes públicos sobre ETA, Carrero Blanco… Y ya están pidiéndose años de cárcel por ello. Sinceramente, creo que nos estamos volviendo un poco locos, con todos mis respetos. He vivido en otros países, he visto cómo la gente se ríe de sí misma, del de al lado y del de más allá. Algunos, como siempre, no se ríen nunca. Todo lo consideran demasiado serio. Pero tampoco hacen nada por solucionar las crispaciones existentes, más bien al contrario. Eso sí, que nadie comente, que nadie opine y muchísimo menos reírse, no vaya a ser… No vaya a ser ¿qué? ¿Que terminemos a tortas entre distintos territorios de este país? Discúlpenme, señores y señoras importantes: las tensiones, las broncas, las vendettas, los robos y corruptelas que nos calientan a los mortales vienen principalmente de su lado, no del nuestro. Quiero decir que el hecho de que nos tomemos las cosas a risa, incluso aunque puedan no tener ni pizca de gracia en algunos casos, no es más que eso: una falta de decoro, quizás de respeto. Pero es que, señorías, el respeto que ustedes deberían ganarse, no lo tienen. Y a juzgar por los hechos, se lo están ganando a pulso.
¿Se ríen de los españoles desde la televisión pública vasca? No es que me ría o me deje de reír. Es que quizás sea más importante valorar quién se está riendo de quién en todo este «fregao». ¿No se ríen ustedes, señores y señoras importantes de la política, de quienes debemos sentirnos por sus señorías representados? ¿No se ríe la justicia de los ciudadanos y ciudadanas de a pie cuando observamos con estupor las sentencias que se están publicando? ¿No será más sano que reaccionemos de la manera que ya nos queda que es tratar de ridiculizarlo todo y reírnos los unos de los otros, aunque sea por salud mental? Reitero: no hablo de si tienen más o menos gracia. Hablo del ánimo imperante en la sociedad. Los que se ríen de la ciudadanía, quizás sin intención. Y los que tratan de provocarles, para ver si se dan cuenta de lo que están creando quienes se supone que nos «dirigen». Uno de mis programas favoritos es Polònia, de la televisión catalana. Se ríen de todo. Se ríen de todos. Me parto de risa con ellos. Y considero que es sano reírse. Viene bien. Inténtenlo, señores y señoras importantes. Un poco de humor en sus vidas puede que les recuerde que son humanos, como nosotros. Y quizás así entiendan que la única vía de escape que nos está quedando a muchos es tomarnos las cosas a risa: por muy bestia que pueda parecerles. En otros momentos, y en otros lugares, no se canalizan los mosqueos así y, sinceramente, prefiero que la gente se pueda expresar libremente por muy desagradable que me resulte su opinión.
Dejen a la Fiscalía ocuparse de los corruptos, de las injusticias sociales, de las tremendas aberraciones que se cometen desde el poder contra la ciudadanía que soporta tanta inmundicia. No distraigan más con este tipo de chorradas, sí, chorradas. Dejen que nos riamos, si queremos, de todo lo que están ustedes provocando. Entre otras cosas, el odio entre pueblos. Sí, porque este odio, esta división, es cosa de ustedes, no de la gente normal y corriente. Sabemos entender un chiste, sabemos también decir que no nos gusta. Y sabemos aguantarles a ustedes cada día poniendo cara de seriedad cuando en realidad es evidente, que se desternillan de la risa a nuestra costa. Dejen que nos expresemos en libertad y ocúpense por las causas de todo lo que está sucediendo. Es su tarea y para eso les pagamos. Gracias.