El «progresista y regenerador» partido de los ERE
El pasado lunes comentábamos la esquizofrénica situación a la que nos está llevando Sánchez tras su fracaso electoral, por su pretensión de ser investido Presidente a cualquier precio. Si una semana después de las -repetidas- elecciones, su silencio en torno a su brusco cambio de opinión sobre la imposibilidad de dormir coaligado con Podemos, se nos antojaba incompatible con sus reiteradas afirmaciones de un Gobierno «regenerador de la democracia, progresista y transparente», ahora -tras la sentencia de los ERE, el mutismo absoluto y la falta de respuesta resultan atronadores.
Es inadmisible que, tras esta sentencia esté actuando con el mismo mutismo, por tratarse de un caso de corrupción política institucionalizada desde el Gobierno de la Junta de Andalucía, monopolizada políticamente desde hace décadas por la más importante federación socialista del PSOE, y granero de votos del partido en todas las elecciones hasta ahora. La respuesta ante el fallo de la portavoz del Gobierno y de los portavoces del partido, es una enorme falta de respeto a los ciudadanos, y un atentado al sentido común y a la inteligencia que -como políticos- se les presume. El eco de la motivación de la moción de censura contra Mariano Rajoy —«limpiar la política de corrupción, y regenerar la democracia»—, cae en estos momentos como una losa sobre Sánchez y sus aliados. Ya sabíamos que es un sarcasmo oír hablar de acusaciones de corrupción al partido heredero de la antigua Convergencia, pero la respuesta de Iglesias no deja de provocar sonrojo. Afirmar que aquella corrupción es «secuela del bipartidismo que ellos vienen a liquidar», eleva a la categoría de cinismo puro a todo el actual aquelarre negociador del potencial Gobierno.
Puede que el papel lo aguante todo, pero la gente no. Una cosa es aceptar que los políticos tienen limitaciones propias de la condición humana, y otra es tomar a la gente por tonta. Nunca hubiéramos pensado que en una negociación para formar Gobierno, veríamos que lo primero y esencial fuera repartirse los sillones del Consejo de Ministros, y después viniera el acuerdo del para qué. Pare ellos, estar “aposentados” es lo principal, y luego ya decidirán qué hacen.
Ante esta tan poderosa “razón de Estado”, para la investidura, decae cualquier otro tipo de argumento en contra. Y los hay y muy importantes para aquellos que creían ver en el PSOE un atisbo de sentido de Estado, y comprueban que -para remate- les acompaña la complicidad de ERC. Este partido separatista, con su líder cumpliendo condena por sedición, resulta ser cooperador necesario -junto a una miscelánea de otros partidos- para culminar una simple investidura que en absoluto garantiza una gobernabilidad estable y digna. El partido de Sánchez ya ha dado el apoyo “búlgaro” a su proyecto de gobierno de coalición progresista con Podemos, sin aclarar antes su programa. La situación llega a su cúlmen, si le añadimos que cualquier programa está condicionado a esa “mesa de diálogo” exigida por los separatistas republicanos para negociar su apoyo.
Creo un deber denunciar lo que está pasando, porque el presente y el futuro de España pertenecen al conjunto de todos los españoles, y no solo al 63% de los militantes socialistas, de Podemos… y de ERC. Se está mercadeando de manera indigna con nuestra nación al negociar su futuro con quienes quieren destruirla y han dado sobradas pruebas de su falta de respeto por nuestra Constitución y el ordenamiento jurídico.
Avanzo lo que ya sabemos que va a suceder, ¡salvo que ERC lo impida…!: una investidura del Sr. Sánchez en segunda votación, y un Gobierno al que le faltarán 20 diputados para alcanzar la mayoría necesaria que garantice una mínima gobernabilidad. De llegarse a formar ese Gobierno, si bien es cierto que tendría una vigencia limitada en el tiempo, podría llegar a provocar un daño inmenso.
Creo que en ocasiones como esta hay que demostrar el verdadero patriotismo, sacrificando -incluso- los legítimos intereses personales y de partido. Me refiero, obviamente, al único que podría evitarlo, es decir, el Partido Popular.